Armando Enríquez Vázquez
Nunca
dejare de sorprenderme ante la mirada retrograda y machista de los
historiadores oficiales al final de la revolución, porque la
participación de las mujeres fue desde un principio vital en la gesta,
desde la actuación de Carmen Serdán, hasta las valientes generalas
Zapatistas, Villistas y las comunistas Yucatecas.
Es curioso
que Don Porfirio estuviera más a favor de los derechos de las mujeres,
que los lobos de Sonora, o el vetusto Venustiano Carranza. La excepción
como siempre fueron Villa y Zapata. Es una vergüenza que más páginas de
nuestra historia estén dedicadas a personajes ficticios como “El Pípila”
o el niño artillero de Cuautla, que a las mujeres que pelearon al lado
de Zapata, Villa, Ángeles y otros.
La
historia de “La Adelita”, ha tratado de ser borrada haciendo del nombre
de Adela Velarde Pérez un nombre común a las valientes soldaderas,
tratando de borrar su personalidad y banalizándola con un corrido que
según los machos de la historia habla de aquellas humildes mujeres que
seguían a sus consortes a la guerra por no tener nada más que hacer, por
lealtad o simplemente porque para eso están las mujeres y no de la
belleza singular de una joven enfermera de las tropas de Villa.
Poco
sabemos de la mayoría de ellas porque en México, hasta hace poco, más
allá de los discursos oficiales, no cabía pensar que los logros
revolucionarios también se deben a la sangre y lucha de muchas mujeres,
que no andaban cargándole la escopeta al amante, ni a la pareja sino que
estaban comprometidas con la lucha.
Adela
Velarde Pérez, nació el 8 de septiembre de 1900, en Ciudad Juárez. Al
parecer desde los trece años militó con las fuerzas de la División del
Norte bajo el mando del General Carlos Martínez, como enfermera, y
participó en las acciones del ejercito villista en Torreón,
Aguascalientes, el Distrito Federal y Morelos. Se dice que era hija de
un rico comerciante de Juárez y que desafió a su padre para unirse a la
causa, también se dice que su abuelo de nombre Rafael Velarde, era amigo
de Benito Juárez y le dio alojamiento al Presidente cuando llegó a Paso
del Norte, antiguo nombre de Ciudad Juárez. Lo cierto es que no fue
reconocida como veterana de la Revolución hasta 1941 y como miembro de
la Legión de Honor Mexicana, lo que sea esto, en 1962. Por su servicio a
la Patria y a la revolución Adela Velarde Pérez murió, como otras
valientes mujeres de principio del siglo pasado, en la miseria en
Estados Unidos.
Otro caso
similar es el de dos maestras que sin duda no andaban cargándole el
30/30 a ningún soldado; Carmen Parra Alanís, conocida entre la tropa
como la Coronela Alanís y Mariana Gómez Gutiérrez.
Carmen
Parra nació en Casas Grandes en 1885, se incorporó a las filas de la
División del Norte a los 25 años y formó parte de los ejércitos
comandados Marcelo Caraveo, Antonio I Villareal y Lázaro Alanís, durante
la batalla de Conejos, hasta hace unos veinte años al pie de la
carretera entre Torreón y Aldama aun estaba la estación de tren de
Conejos, Carmen Parra se encargó de enlistar hombres para las fuerzas
villistas, alcanzó el grado de Coronela. Participó, también, de manera
activa en la toma de Ojinaga e intervino en la Convención de
Aguascalientes. Se sabe que fue detenida en 1915 en Perote, Veracruz al
llevar correo de Emiliano Zapata al general Gildardo Magaña. Al
finalizar la Revolución fue periodista y activista de varias causas
proletarias. El 18 de Diciembre de 1941 murió. Al año siguiente el
gobierno mexicano, siempre generoso con sus mujeres, la reconoció como
veterana de la lucha armada.
De Mariana
Gómez Gutiérrez, sabemos menos, sólo que era maestra, que hay quienes
la hacen hija de un sacerdote que por un tiempo huyo de Chihuahua, que
se incorporó a las fuerzas de Villa, quién al parecer la presentó a la
tropa diciendo: Esta profesora será la que escriba nuestra historia.
Participó activamente en la toma de Ojinaga y se cree que alcanzó,
también el grado de Coronela. En 1914 se exilió en Texas y permaneció en
Estados Unidos hasta 1955, cuando pidió ser regresada a México, para
morir en Chihuahua.
Sin
embargo, la historia que más me gusta es breve, pero muy importante para
la historia de nuestro país. La protagonizó una mujer que por la foto
que encontré en el portal del estado de Chihuahua debe haber sido una
mujer de esas, que por su belleza paraba el tráfico, aunque sólo hubiera
tres carros en Parral en esa época.
Su nombre
fue María Elisa Martiniana Griensen Zambrano. Nació en Hidalgo del
Parral en 1888. De Griensen, se sabe un poco más, hija de un francés y
una chihuahuense, octava de nueve hermanos. El 12 de Abril de 1916
mientras, Elisa, estaba de vacaciones en su natal Parral, observó la
llegada del ejército americano, compuesto por unos 150 hombres
comandados por el Mayor Frank Tompkins, que buscaban a Villa por su
ataque a la población de Columbus. La famosa Expedición Punitiva que
Carranza impunemente dejó pasar y pisar suelo nacional. La población
molesta no actuaba. Pero se reunía en el centro de la población,
mientras los americanos se paseaban por el pueblo. Elisa recurrió al
indolente Presidente Municipal, José de la Luz Herrera, a quien tres
años después Villa ejecutó, junto con dos de sus hijos, por traidor, que
al parecer se burló de la joven de 27 años. Entonces Elisa recurrió a
los alumnos de quinto grado de la primaria local, quienes con vítores a
Villa y México comenzaron a encarar a los americanos, las mujeres del
pueblo apoyaron a Elisa y los muchachos, Elisa se hizo de una arma y
amenazó al oficial americano, quien viendo la rabia de los habitantes de
Parral optó por la huida, sin embargo era demasiado tarde y se dice que
la misma Elisa disparó en contra de los soldados americanos, el pueblo
la apoyó arrojando piedras y otros proyectiles a los invasores que
desaparecieron dejando atrás a dos militares muertos y varios heridos,
incluyendo a Tompkins, quien posteriormente en un libro trató de sanar
su orgullo, negando el incidente y hablando de una emboscada militar,
que al parecer él fue el único en percibir.
Hay
quienes ven en este acto un factor decisivo en el fracaso de la
expedición de Pershing en nuestro país. Francisco Villa le hizo entrega
de una medalla por su acto heroico y ella se limitó a decirle al
General, que lo había hecho porque alguien tenía que hacerlo. Elisa
vivió hasta los 84 años y murió en Ciudad Juárez en 1972.
Estas son
solo algunas de las mujeres chihuahuenses que formaron parte de una
revolución social que tardó décadas después de finalizar su lucha armada
en reconocer los derechos de la mujer y que ha tardado muchos más en
reconocer la participación de las mujeres más allá de calentar los
frijoles, cuidar rifles y servir de acompañamiento a los soldados.
A la memoria de mi padre. Armando Enríquez Fernández 1936-2013.
Publicado en thepinkpoint.com.mx el 25 de abril de 2013.
Imagenes: parralalinstante.com
antiwasons.org
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