Dicen que no hay mal
que dure cien años pero al parecer sí tres generaciones. De la reforma en
telecomunicaciones muchas palabras y pocos hechos.
Armando Enríquez Vázquez
Desde marzo pasado cuando se anunció la reforma en materia
de telecomunicaciones, la presteza con la que esta debía suceder se ha visto
opacada por las nuevas reformas energética y hacendaria para beneplácito de
Televisa y TV Azteca, a pesar de haberse instalado y nombrado a los
funcionarios del nuevo IFETEL y de la Comisión Federal de Competencia
Económica, no se menciona la convocatoria para la subasta de las dos nuevas
cadenas de televisión y sólo se hace énfasis en la parte de las telefónicas que
es donde los intereses de Televisa y TV Azteca tienen más que ganar. Incluso el
duopolio ha manifestado su inconformidad ante las reformas de constitucionales
del Must Carry, creyendo como siempre que están por encima de las leyes. Claro
ambas empresas cuentan con senadores y diputados que cobran en cada una de las
empresas y otros a los que no es difícil maicear. Perdón hacer entrar en razón
tras el cabildeo, dispuestos a defender los intereses de ambas empresas antes
que los de la nación o de los de los ciudadanos.
Durante la semana de la Radio y la Televisión que anualmente
organiza la Cámara de la Industria de la Radio y Televisión, poco se dijo de la
reforma y su puesta en marcha.
Curiosamente durante esa misma Semana de la Radio y
Televisión, llegó mis manos el libro Nación
TV, del escritor Fabrizio Mejía Madrid y publicado este año por Grijalbo,
en el breve libro que se anuncia como la novela de Televisa. La portada muestra
una foto de algún acto político del PRI en el siglo pasado y en primer plano
aparece Emilio Azcárraga Milmo. Detrás
de él una enorme manta que dice: Somos el
partido.
En el libro el personaje central es Emilio Azcárraga Milmo, a
quien conocemos como El Tigre, pero
al que de acuerdo con Mejía Madrid su padre, el fundador de Televicentro y de
la XEW, Emilio Azcárraga Vidaurreta llamaba Prinicipe
Idiota, su relación con el poder y su desprecio por los mexicanos que
consumen su producción televisiva. Las corruptelas de algunos personajes que deambulan
y lo hicieron por los pasillos y foros del imperio de las comunicaciones del
siglo pasado y los intentos desde la oficina del personaje con el mechón de
pelo blanco, por controlar hasta la educación en el país. Las anécdotas no son
las graciosas y emblemáticas que nos cuentan quienes alguna vez trabajaron en
dicha empresa, si no son las oscuras y negras historias de aquellos que
creyéndose intocables, promovieron el consumo de drogas y la pederastia hacía
el interior del mundo de la televisión. Una empresa que controló la información
y lo que quería el gobierno que viéramos y supiéramos de nuestro país. El libro
modesto, menos de 200 páginas, olvida que no sólo se ocultaron las masacres del
2 octubre de 1968 y del 10 de Junio de 1971, si no toda la guerra sucia de los
años setenta en nuestros país, entre otras miles de cosas. Una relación de la
censura fácil de ampliar hasta nuestros días cuando los noticieros de todas las
televisoras bailan al son que les toca el gobierno en busca de prebendas y
exenciones de impuestos.
Historias que son del dominio común y otras más oscuras que
nos hablan de cómo ha pasado la propiedad de Televisa de una generación a otra.
Pero deja otras historias de lado, como la de la relación de Emilio Azcárraga
Vidaurreta y la XEW con la propaganda Nazi en nuestro país.
La historia del Cachorro
de la Revolución, Miguel Alemán Valdés, curiosamente secretario de
gobernación y amante de la espía Nazi Hilda Kruger, que cuando llegó a la
presidencia de la República y convirtió a nuestro país en su botín personal y
de sus amigos, cedió la televisión de nuestro país a Romulo O’Farrill Jr.,
Emilio Azcárraga Vidaurreta y Guillermo González Camarena, quienes más tarde
bajo las ordenes de Luis Echeverría, obedecerían servilmente al presidente
asesino y formarían el monopolio de la televisión a favor de Emilio Azcárraga
Milmo, creando Televisa.
En un marco que no busca entretener a la población si no
embrutecer con contenidos sosos y viles. La involución de Televisa es vista por
Mejía Madrid como uno de los grandes males de nuestro país y la verdad es que
lo es, pero sin duda que en los últimos veinte años ese mal se ha multiplicado
no sólo con la creación de TV Azteca, sino de otros pequeños canales de
televisión abierta incapaces de proponer y si de ser tan o más serviles que
Televisa.
La falta de respeto por el publico de parte de la televisora
y sus filiales no es cosa del pasado, se puede ver en el sencillo hecho del
poco cuidado que ponen en las series de televisión que venden, no importa que
un capitulo tenga las cortinillas con el que el programa salió al aire o si
faltan pequeñas partes por descuido, aunque sea en los créditos. Cosa que no
pasa en las series de Azteca o del canal 11.
Es claro lo nefasto que ha sido Televisa y lo peligroso que
pueden llegar a ser sus émulos, por eso creo que a pesar de cierto maniqueísmo
del libro vale la pena leerlo y recordar que está en nuestras manos acabar con
esos poderes ocultos de los medios con una muy sencilla acción. No prender el
televisor. Al final de cuenta todo lo que vale la pena ver en televisión lo
tenemos en Internet y mejores noticieros siempre se encontraran en el radio. Por
lo menos en lo que la reforma en materia de telecomunicaciones sucede y tenemos
nuevos jugadores en nuestros televisores esperando que puedan ser contrapeso de
casi setenta años de arbitrariedades con el público nacional.
publicado en blureport.com.mx el 25 de noviembre de 2013
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