La falta de sensibilidad del presidente es más que obvia.
Armando Enríquez Vázquez
Al escuchar al Presidente Enrique Peña Nieto hablar de los
cambios “profundos” que harán a México cambiar, noto mucha demagogia y una
ingenua buena voluntad. Cambiar a México, reconquistar la confianza de la
ciudadanía no puede limitarse a un cambio en la impartición de justicia o en la
estructura de las policías. No se trata de beneficiar a unos creando Zonas Especiales
porque a lo ancho y largo de México más del sesenta por ciento de la ciudadanía
gana menos de diez mil pesos mensuales.
No porqué su autocomplaciente gabinete le aplauda con sólo
verlo caminar quiere decir que vayamos a creer que esta vez sí el proyecto de
nación es para el bien de los mexicanos y no de los políticos y sus amigos
empresarios.
A lo largo de las últimas semanas el Presidente ha dado en
aludir al dolor del pueblo mexicano, cuando la verdad los mexicanos estamos más
que dolidos. Y si no lo sabe Peña Nieto aun es porque no ha querido escuchar el
clamor de cientos de miles de mexicanos que se lo gritaron a la puerta de
Palacio Nacional la semana pasada. Estamos cansados, como dice uno de los
hashtags más populares por más de diez días en twitter. Estamos cansados de las
soluciones políticas, de los políticos, de su falta de tacto, de la impunidad,
de las transas, de los poderes fácticos, de instituciones que en vez de ser
independientes están al servicio del poder ejecutivo como la CNDH, el INE, el
IFAI y a últimas fechas el recién creado IFT.
Una vez más quedó demostrado con el discurso del Presidente
que los políticos son incapaces de llamar al pan, pan y al vino, vino.
La afrenta que agravia a los mexicanos no se resuelve con
iniciativas que pueden perderse en los laberintos y calendarios burocráticos de
las cámaras legislativas de nuestro país. Las acciones deben ser inmediatas y
de ser tratadas con la mayor seriedad y no como punta de arranque de las
campañas electorales del año entrante.
Es cierto, desde hace ya varios sexenios la seguridad es uno
de los asuntos que más preocupa a los mexicanos. Pero acaso no era momento
también, si de cambios se trata, de hablar de las amenazas en materia económica
que parecen cernirse sobre nuestro país para el año entrante, no era importante
hablar de cómo se va impulsar el empleo y el crecimiento que han estado
estancados los dos últimos años.
Si bien es cierto que casi todo lo expuesto por el
mandatario podría ayudar a solucionar la situación de seguridad de nuestro
país, es obligación ciudadana preguntar a la autoridad ¿por qué la iniciativa
habla de los gobiernos municipales, y no de todos los niveles de gobierno del
país? ¿Por qué está tan seguro el Presidente de que gobiernos estatales o
sectores del gobierno federal no están infiltrados? ¿Por qué nunca se habla del
fuero que gozan los legisladores de nuestro país? En más de una ocasión se ha
demostrado como miembros de las cámaras aprovechan el fuero para cometer
delitos de toda índole.
La fiscalía anticorrupción puede ser algo que vuelva a dar
confianza a los mexicanos en su gobierno, siempre y cuando las primeras
empresas privadas en ser investigadas y rendir cuentas sean Soriana, Televisa, Constructora Teya,
Prodemex, Grupo Empresarial Ángeles, entre otras empresas que se han visto
beneficiadas de diferentes maneras en el actual sexenio.
Las nuevas iniciativas en materia de transparencia en la
licitación, que propondrá el presidente deberán dar la certeza de que México se
convierta en un país en el que los ciudadanos estemos seguros que es la
competencia y no los compadrazgos, las razones por las que se otorga un
contrato de obra pública. Eso es lo que hará crecer a las personas y a las
empresas.
No se trata nada más de quitar el salario mínimo de la
referencia de multas y pago de servicios, se trata de crear las condiciones
laborales y salariales que puedan resultar en el beneficio de todos los
mexicanos y no sólo en esos estados del sur que por la avaricia de sus
políticos han caído en la pobreza extrema y son focos de violencia que no
necesariamente está relacionada con el crimen organizado. Que el salario mínimo
crezca de manera que en pocos años recupere el poder adquisitivo perdido. Hoy
el control severo debe estar en los precios no en los salarios.
El Presidente ha pedido a los mexicanos ser propositivos
para forjar los nuevos rumbos de la nación, pero él, debe aprender a escuchar y
no hablar de violencia sin antes reconocer que fuera de ese puñado de personas,
infiltradas o no, anarquistas o parte de Estado, los mexicanos dentro y fuera
del país queremos cambios de manera pacífica. Cambios que eviten que nuestros
jóvenes salgan del país, que nuestros adultos mayores de 40 años puedan aspirar
a empleos dignos y bien remunerados, que los adultos mayores tengan una
asistencia social de primera y pensiones dignas que no los obliguen a mendigar
en las calles.
Existen dos puntos que me parecen fuera de lugar en cuanto a
dar confianza en la operación cicatrización que pretende presidencia: La
creación de un número telefónico de emergencia nacional es un tanto absurda
para resolver el número de desapariciones y de delitos que a diario se comenten
en el territorio nacional y el número de identificación, parece más una táctica
de un gobierno totalitario y represor. ¿Qué acaso no existe ya una CURP que nos
identifica a todos? ¿Será que la CURP también ha sido infiltrada copiada y
modificada por el crimen organizado a su voluntad?
Y existe una frase que demuestra la falta de tacto político
del Presidente y de quien le escribe y supervisa sus discursos. Enrique Peña
Nieto no es, ni pude proclamar ser Ayotzinapa y menos si en el principio del discurso
se aceptó su responsabilidad como jefe del estado de la tragedia. No cuando
ante los ojos de muchos mexicanos es también el responsable de la impunidad y
la corrupción actual en nuestra nación.
La libertad y el bienestar deben estar contemplados de
manera tácita en el estado de derecho, en la carta magna y en la mente de nuestros
gobernantes y funcionarios. Sí algo me sorprende de los discursos y dichos de
la última semana es el tono conciliador del General Salvador Cienfuegos Zepeda
en su discurso del 20 de noviembre en el Campo Marte que contrasta con las
palabras bélicas y en contra de la población que utiliza el Presidente Peña
Nieto siempre aludiendo a la violencia antes que a la paz, lo mismo que hacen
otros servidores públicos, pero sobretodo de los comentaristas y lectores de
noticias de los medios que parecen tener la consigna de sembrar el miedo y la
discordia entre los mexicanos.
publicado el 4 de diciembre de 2014 en blureport.com.mx
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