Con la
resolución final de un juez prohibiendo las corridas de toros en la Ciudad de
México, después de poco más de cien años la capital se verá tal vez sin ella
para siempre.
Armando Enríquez Vázquez.
La tauromaquia
llegó a México unos años después de la caída de Tenochtitlán en 1552 el primo
hermano de Hernán Cortés, Juan Gutiérrez Altamirano fundó la ganadería de reses
bravas de San Mateo Atenco, actualmente la más antigua en el mundo en
funcionamiento.
Durante los años
de la Colonia y todo el siglo XIX, lo toros eran a los mexicanos, lo que es hoy
el futbol, las multitudes atiborraban las plazas de la capital y del interior
del país. Los héroes del domingo no vestían un jersey ridículamente lleno de
marcas, sino un elegante terno. No pateaban un balón, si no esgrimían una
espada y un capote.
Ante el horror de
los norteamericanos, que bien pueden ver y aceptar el asesinato de otros seres
humanos, los toros siempre han sido un motivo para ejercer un tipo de turismo
morboso.
La tauromaquia
siempre ha tenido detractores en nuestro país, uno de ellos fue Benito Juárez
quien por primera prohibió las corridas de toros en 1867 y esta prohibición se
prolongó por 19 años, después en 1916 Venustiano Carranza hizo lo propio y la
prohibición duró un poco más que la vida de Carranza, en 1920 la prohibición
despareció. Álvaro Obregón, por el contrario fue un gran aficionado a los
toros.
Tuvieron que
pasar más de cien años para que la semana pasada por tercera ocasión la
tauromaquia fuera prohibida en la capital del país. A diferencia de las dos
ocasiones anteriores esta vez podría ser definitiva. Lo escribo con la profunda
tristeza de alguien a quien le gusta la tauromaquia, pero entendiendo que los
tiempos y la visión de los jóvenes actuales es diferente y no voy a entrar en
polémica, porque respeto el punto de vista y además estoy consciente de que
nada es para siempre.
Hoy, a pesar de
lo que leo en los diarios sobre las numerosas fuentes de trabajo que se
pierden, pienso que el negocio ya no es tan grande como hace décadas. Creo que
la fiesta agoniza, por lo menos en la Ciudad de México, que el negocio no es
tan boyante como pretenden los líderes y empresarios, las audiencias de la plaza
disminuyen y las generaciones más jóvenes no frecuentan la plaza y saben menos
de reglas y de toreo que de otras actividades, por eso en este momento, desde
mi punto de vista, prohibir algo que iba camino a su desaparición es sólo un
movimiento político.
Hace mucho que no
hay figuras taurinas relevantes en el toreo nacional y menos de talla
internacional. Son varios los factores que han creado la decadencia del toreo
nacional a pesar de ello de una manera consciente y lógica el toreo ha sido
declaro como patrimonio cultural inmaterial en ocho estados de la República: Nuevo
Leon, Zacatecas, Aguascalientes, Tlaxcala, donde se encuentra la Plaza Jorge El
Ranchero Aguilar, una de las plazas más antiguas de México donde aún se
celebran corridas. También en Querétaro, Guanajuato, Colima y Nayarit el toreo
es considerado patrimonio cultural.
Es una desgracia
que en la capital de la República no se haya nombrado de esta manera.
En México por lo
menos desde finales del siglo pasado los movimientos anti taurinos se han
intensificado y su posición se ha visualizado a partir de campañas algunas
veces muy bien organizadas, tristemente en otras ocasiones la violencia y la
intransigencia de los anti taurinos han sido mero reflejo de su vulgar humanidad.
Agrediendo e insultando a los taurinos por ejercer su derecho constitucional de
asistir y promover la tauromaquia. Lo he visto y sufrido.
Contra los argumentos
de los anti taurinos, existe la innegable realidad de que las reses bravas son
una especie diseñada y que se utiliza únicamente para las corridas, acabar con
las corridas condena a la especie a la extinción, cosa que a los anti taurinos
no parece importarles, tal vez porque también son conscientes de que somos la
especie que ha provocado la mayor extinción de especies animales en nuestro
planeta y sólo la tienen en contra de la tauromaquia.
El problema es
que para algunos estas decisiones lejos de ser congruentes con ellos, son
únicamente una más de esas banderas políticas que se intercambian según soplen
los vientos. Hoy vemos que para un juez está bien prohibir la tauromaquia, no
porque sea lo correcto, si no porque simplemente es la bandera de las
autoridades. El hombre no dio razones, simplemente emitió un juicio porque su
cargo político así se lo permite y porque no quiere quedar mal con sus amos.
Queda un hecho
por resolver; el futuro de la Plaza Monumental México, el coso taurino más
grande del mundo y donde está la historia del toreo en la capital en la segunda
parte del siglo XX, la decisión lógica es declarar el lugar como monumento histórico
de la capital y ya que ha estos gobiernos de mal llamada izquierda les da por crear
museos, convertir el inmueble en el museo de la tauromaquia mexicana, antes de
que corra la suerte de sus dos antecesores, el Toreo de la Condesa y el de
Cuatro Caminos que hoy son establecimientos comerciales.
Todas las
aventuras humanas tienen un principio y un fin. Tal vez, el toreo se encuentra
en sus estertores en la capital, pero eso no implica que lo borremos de la
memoria de nuestra Ciudad dónde ha sido una de las principales actividades de
entretenimiento, algunos dirán deportiva, otros cultural, en fin, todo lo que
es el toreo que no son otras actividades del mismo tipo.
Decir adiós al
toreo en la capital de México es por lo pronto temporal y deseo que pronto la
Monumental vuelva a abrir sus puertas.
Imagen de mi autoría
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