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martes, 14 de enero de 2025

Another one bites the dust…

 


Una de las historias dentro de los años de la maldición de Bobby Layne, La temporada 1980.

Armando Enríquez Vázquez

La temporada de 1980 de la NFL, la número 51 de la franquicia y 22 años después de la famosa maldición de Bobby Layne al equipo de Detroit.

Por ocho semanas pareció que existía una luz en el camino de los Leones. Recuerdo muy esa temporada porque la viví en la capital de las automotrices.

Ese año también llego a Detroit y a los Leones desde la universidad de Oklahoma como el pick número 1 del draft Billy Sims, el corredor estrella de los Sooners era la gran esperanza para revivir al equipo. La temporada de 1979 había sido otro de tantos desastres y los Leones perdieron 14 de sus 16 juegos y fueron el peor equipo de la liga, por eso al tener la oportunidad de ser los primeros en seleccionar de entre los graduados de las universidades, los Leones eligieron a Billy Sims.

Sims llevó a los Sooners a ganar dos Tazones de la Naranja consecutivos en 1978 y 1979 y en sus últimas temporadas en el futbol americano colegial consiguió más de 1,500 yardas por tierra en cada una y 42 anotaciones en esos dos años. En 1978, Sims ganó el Trofeo Heisman y se convirtió en el sexto estudiante en su penúltimo año en lograrlo.

De hecho la gran esperanza de los leones logro establecer un récord en su partido inaugural en la NFL al convertirse en el primer novato en lograr 3 anotaciones en su primer juego en la liga profesional. Eso fue durante el juego inaugural de los Leones frente a los Carneros de Los Ángeles en su casa, el cual ganó la franquicia de Detroit por marcador de 41 a 20.

Los Leones empezaron ganando, la afición se alegró de no haber perdido e iniciar una temporada con una victoria y la primera fuera de casa en más de un año.

Los Leones tenían dos años con Monte Clark como entrenador en jefe, Clark había sido el coordinador ofensivo de los Delfines de Miami en sus mejores años y bajo la batuta de la leyenda Don Schula, después fue entrenador con los 49 de San Francisco, finalmente llegó a Detroit. Y esas dos temporadas fueron temporadas perdedoras. El mariscal del campo de los Leones era Gary Danielson, quien llegó a los leones en 1976 procedente de la universidad de Purdue y jugó con la franquicia hasta 1984.

Pero en el segundo partido de la temporada en el Estadio Municipal de Milwaukee, los Leones lograron su segunda victoria al vencer a los Empacadores por marcador de 29 -7. Billy Sims consiguió 2 anotaciones esa tarde, una de ellas su primera por pase en la NFL.

Los siguientes dos juegos de la temporada fueron en el Silverdome y los Leones ganaron a los Cardenales de San Luis y a los Vikingos de Minesotta. Sims anotó en ambos encuentros y en solo 4 juegos los Leones ya habían duplicado el número de juegos ganados de la temporada pasada.

En la edición semanal del 22 de septiembre la famosa Sports Illustrated tuvo como portada a Billy Sims y la cabeza de la revista era: El Honor de los Leones. El supernovato Billy Sims.

Ese año apenas de junio, tres meses antes de que iniciara la temporada de la NFL, el grupo de pop rock inglés Queen lanzó a la venta su octavo disco; The Game que incluye la canción Another one bites the dust, que podemos traducir como Uno más que muerde el polvo. Este sencillo se convirtió en un éxito.

Jimmy Spideman Allen uno de los esquineros de los Leones que llegó a la franquicia de los Steelers en 1978, después de haber sido parte del rooster ganador de dos Superbowls, aficionado a la música, escribió una parodia de la exitosa canción de Queen y la grabó, el pequeño disco de 45 rpm, se vendió como pan caliente entre los aficionados de los Leones y las estaciones de radio de Detroit la tocaban en honor a los hasta entonces invicta escuadra.

La línea defensiva de los leones comandada por Doug English, se comenzó a autonombrar The Silver Rush, se vendieron gorras y playeras con esa frase.

El quinto juego fue contra los Halcones de Atlanta en la casa de los Halcones, los Leones estaban cantando victoria incluso antes de la mitad de la temporada, ese domingo perdieron en Atlanta. Por primera vez en 1980, los Leones perdieron y su nueva superestrella Billy Sims terminó el encuentro sin anotar, como recordatorio de la vulnerabilidad de un equipo perdedor.

La sexta semana, la sonrisa volvió a la cara de los aficionados, el juego en Atlanta había sido sólo un pequeño tropiezo y faltaban un poco más de tres cuartas partes de la temporada. Los Leones ganaron a Nueva Orleans en el Silverdome y Billy Sims anotó en dos ocasiones.

La séptima semana los Leones viajaron a la casa de su rival de conferencia y otro de los más antiguos equipos de la liga, los Osos de Chicago. La única anotación de los Leones no fue de Sims. La siguiente semana las aguas comenzaron a tomar su nivel, y los Leones volvieron a perder en esa ocasión en contra de los Jefes de Kansas, Sims regresó a la senda de la anotación y anotó en dos ocasiones en Arrowhead.

Era la mitad de la temporada los Leones se encontraban con una marca de 5 ganados y tres perdidos, no era lo mejor después del impresionante inicio y el 4-0 pero había esperanzas de colarse a la postemporada.

La novena semana los Leones recibieron a los 49ers de San Francisco y volvieron a la senda del triunfo. Billy Sims anoto en una ocasión. Pero las siguientes dos semanas cruciales en las esperanzas de los Leones para calificar a los playoffs, vieron dos nuevas derrotas. Cinco semanas por delante y récord de 6 ganados y 5 perdidos los Leones habían perdido su impulso y lo único que les quedaba era luchar por ganar los últimos encuentros y dominar su división, aun les faltaban 4 juegos divisionales; Empacadores, Osos y 2 en contra de los Bucaneros. En aquellos años la entonces División Central de la Conferencia Nacional además de los habituales, Osos, Empacadores y Vikingos tenían al equipo de los Bucaneros de Tampa Bay, una de las franquicias agregadas a la liga en 1976, la otra fueron los Halcones Marinos de Seattle.

El otro partido era contra los Cardenales de San Luis.

Los Leones ganaron los dos encuentros contra Tampa Bay, así como el de los Empacadores. Perdieron contra San Luis y de manera dramática en contra de su acérrimo rival los Osos de Chicago en tiempos extra. Los Leones terminaron con una temporada ganadora de 9 ganados y 7 perdidos. Su primera temporada ganadora desde 1972 y la primera en su era en el estadio de Pontiac, Michigan. Parecía suficiente para pasar a los play offs. Pero no. Los Vikingos de Minnesota también terminaron con 9-7. En el criterio de encuentros entre ambas franquicias durante la temporada Vikingos y Leones dividieron triunfos, en materia de victorias al interior de su división pasó lo mismo, las dos escuadras tenían un récord de cinco ganados y tres perdidos. Fue en el siguiente criterio los juegos de conferencia en las dos temporadas, la de ese año y la anterior, la que determinó que los campeones divisionales eran los Vikingos de Minnesota. Los Leones paradójicamente terminaron mordiendo el polvo, como habían cantado de manera arrogante al inicio de la campaña.

Billy Sims terminó su primera temporada en la NFL con 1303 yardas por tierra y 13 anotaciones, además de 621 yardas por aire y 3 anotaciones más. Fue nombrado el novato ofensivo del año, pero Sims no duró mucho tiempo activo. En 1984 se retiró tras una lesión en la rodilla. Sims estableció la marca de más yardas ganadas por tierra para un corredor de los Leones de Detroit, hasta que unos años mas tarde Barry Sanders lo destronará.

Habrían de pasar dos años antes de que los Leones pasaran a una postemporada y fue durante el año de la huelga de jugadores que redujo la temporada a tan sólo 9 juegos, lo irónico del asunto es que pasaron con un récord perdedor de 4 -5.

El disco de 45 rpm queda como una antigüedad y una curiosidad que se puede escuchar en Internet. Jimmy Allen murió en 2019.


imagen; detroitcitysports.com

miércoles, 3 de octubre de 2018

Los Americanos el fin del periplo.



Una de las mejores series de la década llego a su final y como todo viaje el fin se encuentra en el punto de inicio.

Armando Enríquez Vázquez

Terminó una de las más sui generis series de la televisión norteamericana. A lo largo de seis temporadas acompañamos a los Jennings en su falsa vida en los suburbios de Washington, donde junto con sus hijos vivían la vida del american dream. La familia ideal de cuatro a los que sólo le falta un perro.
Los Jennings, Elizabeth y Philip, son un matrimonio propietario de una agencia de viajes. Paige y Henry son los hijos adolescentes del matrimonio. Estos podrían ser los clásicos protagonistas de un sitcom y el nombre de la serie hacer referencia a una familia casi como la de Married with Children. Nada más alejado de la trama de la serie, porque en realidad Elizabeth y Philip no son norteamericanos, son un par de espías soviéticos incrustados en la sociedad norteamericana desde su juventud, son un matrimonio arreglado en las oficinas de la KGB y como muchas otras parejas infiltradas, de acuerdo con la serie, en la clase media norteamericana, dedicados a conseguir secretos militares de Estados Unidos y eliminar aquellos que han huido de la Unión Soviética. El problema que se plantea en la primera temporada por un lado implica a un nuevo vecino en el barrio; Stan Beeman, un agente del FBI, pone a los Jennings en alerta. Además, después de tantos años en Estados Unidos y dos hijos nacidos en el territorio yanqui Philip se cuestiona si ha llegado el momento de desertar y volverse norteamericano. Mientras que Elizabeth se mostrará como una patriota convencida de su causa a pesar de no haber pisado la Unión Soviética en décadas. La serie se ubica en los años ochenta del siglo pasado, en la presidencia paranoica de Ronald Reagan y los días finales de la Guerra Fría.
Elizabeth Jennings interpretada por Keri Russell y Phillip por Mathew Rhys sobreviven a lo largo de seis temporadas a diferentes misiones que habrán de separarlos más y más desde el punto ideológico y emocional. Sólo para encontrar al final de la serie qué Destino y vida real no tienen nada en común y la mayor parte de las veces se contraponen. Qué el amor de uno por el otro no tiene porque ser correspondido de la misma manera y con la misma intensidad. Qué entre la patria y la familia, la verdad y la traición siempre existen opciones que no se tiene contempladas.
Uno de los personajes más interesantes de toda la serie y con uno de los desarrollos más extraordinarios en la serie es Paige Jennings (Holly Taylor), la hija mayor del matrimonio de espías. Paige una típica adolescente norteamericana comenzará a sospechar que algo sucede al interior de la familia que no es normal, ni común. En su crisis de rebeldía y para molestia mayúscula de Elizabeth, Paige se volteará a la religión y formará parte de una de las tantas ramas protestantes del cristianismo. Pero cuando llega el momento en que los Jennings entreguen a uno de sus hijos al servicio de la Unión Soviética, será Paige y no Henry la elegida. Paige entonces sorprendida por una verdad que la sobrepasa viajará a Alemania Oriental con Elizabeth paras conocer a su moribunda abuela. Paige confrontada y agobiada por la mentira que la rodeo toda su vida terminará por aceptar su destino y comenzará su entrenamiento para formar parte de una nueva generación que pueda espiar a los americanos desde los puestos más cercanos al Capitolio.  Mientras que Henry llegará hasta la temporada final sin conocer la identidad de su familia, protegido por los tres cada quien con su propio argumento acerca de porque se debe mantener a Henry al margen de la historia. Y mientras transcurre la presidencia de Reagan y la paranoia crece en ambos lados de la frontera, llegaremos a la temporada final con la llegada de Gorbachov al poder en la Unión Soviética y posibilidad de la Glasnot que no se veía bien al interior de la muchos de los más importantes cuadros del poder en la Unión Soviética.
Claro que a lo largo de la serie existen otras líneas argumentales que van delineando a los personajes y sus motivaciones, mientras Elizabeth y Philip disfrazados con pelucas, lentes, bigotes y barbas, prótesis faciales se sumergen en sus misiones al tiempo que intentan pasar por una familia típica norteamericana para no despertar sospechas, El agente Beeman y los investigadores del FBI tratan de hacerse de informantes rusos al interior de la embajada que los ayuden a establecer la veracidad de la existencia de espías infiltrados entre la población civil  y desenmascararlos. Esta operación llevará a Beeman a enamorarse de una rusa trabajadora de la embajada, a perder su matrimonio, a acercarse a Philip Jenkins como amigo y su hijo Henry para sustituir un poco al hijo de su matrimonio que en un principio del divorcio de Beeman se va con la madre. Pero Beeman también será un traidor y sus promesas falsas se convierten en la muerte de seres queridos.
Al interior de la embajada rusa también se desarrollan diversos hilos dramáticos siendo el más importante la historia de Oleg Burov, interpretado por el actor Costa Ronin, el hijo de un alto miembro de la jerarquía soviética hará que su carrera se vea truncada y obligado a regresar a Moscú. Por su relación con el agente Beeman y que habrá de regresar a Washington a detener un posible atentado que tiene como objetivo el acabar con la credibilidad de Gorbachov al interior de la Unión Soviética.
Las paces nunca quedan hechas a ningún nivel en los personajes de la serie, son marionetas conscientes o inconscientes de serlo. Son pocos los que pueden hacer uso de su libre albedrio y algunos de ellos se engañan con hacerlo. Todo mundo tiene que responder a un superior o es objeto de espionaje sin saberlo.
Los Americanos es una serie nostálgica y romántica en el sentido de la idealización, no siempre para bien, de una de las épocas más engañosas de la humanidad en la que todos decían que estaban bien, en que todo parecía estar bien, pero la paranoia, el hambre de poder, la desconfianza y la radicalización de educada de las ideologías estaban en el subtexto del comportamiento de la humanidad. De este lado del Muro, los malos eran comunistas, se comían a los niños y no permitían los conciertos de Rock y mucho menos el deleite de la Coca Cola. De aquel lado del Muro los capitalistas eran los malos, se comían a los niños y promovían una cultura vacía basada en el consumismo y la individualidad. Los Americanos habla de una manera disfrazada acerca de esos malvados rusos y su oposición a la libertad a través de dos personajes carismáticos y con los que como espectador es difícil no ser empático.  
Las sospechas de Beeman en la temporada final acerca de su mejor amigo y su familia, La lucha intestina por la libertad en la Unión Soviética y la transformación ideológica para que los espías encubiertos no advirtieran que su trabajo se había convertido en parte de una guerra civil que nada tenía que ver con la patria. La confrontación final entre los Jennings y Beeman y éntrelos Jennings como familia marcan un final que se convierte en un trágico errar circular. La Odisea oscura.
Seis temporadas llenas de emoción, de cinismo, lealtades, de traiciones, de un trabajo que aniquila sentimientos y promueve falsos valores de un lado y del otro del muro. La pregunta que flota al final ¿Es a familia más importante que la patria o la patria es más valiosa que la vida? ¿Dónde está la patria? Pero más importante esa idea de incertidumbre y temor que nos encanta en la democracia contemporánea en el oeste donde el desconocer realmente a nuestros vecinos, amigos y compañeros trabajadores crea una incertidumbre donde anida el miedo, que enriquece cualquier totalitarismo.
Los Americanos es una serie de diálogos, de acción física e intelectual de los personajes que tiene su propio paso y que vale la pena ver porque tiene mucho que decir acerca de muchas cosas, no sólo de espías.



publicado en roastbrief.com.mx el 25 de junio de 2018
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