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lunes, 9 de marzo de 2015

Tres tragedias. Tres miradas.



Enfrentar una postura editorial frente a un acto violento o una tragedia es siempre un dilema para los medios. Aquí tres de los ejemplos más dignos.
Armando Enríquez Vázquez.
La mañana del 3 de octubre de 1968, tras la masacre de estudiantes en Tlatelolco, México se levantó a enfrentar el día. Los aparatos de represión y censura del estado se habían encargado de blanquear la matanza que surgió desde las oficinas de la presidencia y la secretaria de gobernación y que ejecutó el ejército en contra de la población civil. La noche anterior el presidente Gustavo Díaz Ordaz había reprendido de manera severa al conductor de noticias Jacobo Zabludovsky por haber utilizado una corbata negra en la emisión de su noticiero. Los represores siempre ven conspiraciones a su alrededor.
En la sección editorial del diario Excélsior, donde el caricaturista Abel Quezada publicaba a diario su visión sobre México apareció un rectángulo negro. Como título o encabezado solamente una pregunta: ¿Por qué?
En ese momento no había más que decir, hace cuarenta siete años como hoy un gobierno priísta se encargaba de desaparecer a sus jóvenes y de controlar lo que los medios decían al respecto. Una gráfica como la de Quezada no podía ser más crítica, más reflexiva y más contundente y sin embargo no había nada que censurar en un rectángulo negro.
Una imagen valió, una vez más, más que un millón de palabras.
Un negro similar llenó la portada de la revista The New Yorker en su edición del 24 de septiembre de 2001, para condenar los atentados del 11 de septiembre y honrar a los muertos. En esta ocasión no había palabra alguna. La portada con dos tintas negras de diferente densidad mostraba las Torres Gemelas, blanco de los aviones terroristas y tumba de miles de seres humanos.



La idea fue de  Françoise Mouly, diseñadora y editora de arte de la revista y su esposo Art Spiegelman, quienes fueron testigos del colapso de las torres desde su departamento ubicado a tan solo unas cuadras de la Torre Norte del World Trade Center.
Siempre he tenido mis dudas, sin demeritar el trabajo de Mouly y Spiegelman, sobre cuál fue la influencia del cuadro negro de Quezada en esta portada de The New Yorker. Abel Quezada, trabajó para la revista neoyorkina en los años ochenta y diseñó varias portadas de la afamada publicación.
El pasado 19 de enero la misma revista salió a la venta con una portada condenando el ataque yihadista a los periodistas y colaboradores de la revista satírica francesa Charlie Hebdo. La portada obra de la artista gráfica española Ana Juan.

La obra seleccionada para la portada, entre cientos de propuestas que llegaron al escritorio de Françoise Mouly, vuelve a ser una imagen sencilla que según la misma Mouly, en una entrevista de radio concedida a la Radio Pública Internacional (PRI, por sus siglas en inglés), la definió como una imagen se muestra como el desafío de la prensa ante la intolerancia y la censura.



La imagen de Ana Juan muestra la Torre Eiffel en blanco y negro, sobre un fondo completamente blanco. La punta de la Torre se convierte en la punta de un lápiz rojo y el boulevard que lleva hasta ella surge de una difuminada mancha roja.
Ana Juan ha dibujado más de 20 portadas para The New Yorker desde 1995, entre ellas la que conmemoró los diez años del ataque de las Torres Gemelas, a la que tituló reflexiones y que muestra la ciudad de Nueva York vista desde el mar, el reflejo de la ciudad sobre el agua es únicamente una serie de luces que forman los edificios derrumbados.
En las tres gráficas existe una categórica y abrupta manera de manifestar la ruptura de la cotidianidad, el dolor, ese silencio que perdura tras la atrocidad. La impotencia consecuencia de masacres efectuadas por grupos terroristas ya sea desde el estado, como en el caso de México, o externos qué a través del asesinato de inocentes pretende justificar su intolerancia religiosa, su obsesión en contra de la libertad de expresión. Las tres son ejemplo claro de la misma fuerza y contundencia de esa libertad creativa y de expresión.



publicado en thepoint.com.mx el 2 de marzo de 2015
imagenes: jornada.unam.mx
                 thenewyorker.com 

jueves, 11 de abril de 2013

Acerca del poder



Un nuevo documento que Wikileaks ha puesto al descubierto, habla de un supuesto complot de Luis Echeverría para asesinar a José López Portillo.

Armando Enríquez Vázquez.

A finales de 1976 antes de la toma de posesión de José López Portillo como presidente de la República existían en la sociedad mexicana rumores de un posible golpe de estado. Por un lado estaban todos aquellos empresarios y hombres de derechas que acusaban a Luis Echeverría el presidente saliente de ser comunista, y querer acabar con el sistema económico mexicanos, esa extraña mezcla de proteccionismo estatal y mercado regido por la ley de la oferta y la demanda. Por el otro ese oscuro personaje, para muchos es responsable directo de la matanza de Tlatelolco, que desde el poder presidencial había querido dominar a los mexicanos en un sexenio llenos de corruptelas y nepotismo.
En julio de ese año Echeverría atestó un golpe contra la libertad de prensa en México, como no se había visto en décadas, al comprar a los cooperativistas del periódico Excélsior, encabezados por el nefasto Regino Díaz, y lograr la expulsión del entonces director del diario Julio Scherer y un grupo de periodistas e intelectuales que resultaban críticos del Presidente. Entre ellos Octavio Paz que dirigía la revista Plural y en cuyo número final se publicó un ensayo póstumo del abogado,  economista, historiador y politólogo entre muchas cosas, Daniel Cosío Villegas, en el que se hablaba de la  figura presidencial de Echeverría y su obcecación por el poder, de cómo había mantenido y rodeado de sus partidarios al presidente electo José López Portillo, en aras  de seguir ejerciendo el poder desde lo oscurito. De acuerdo con Cosío Villegas, Echeverría aseguraba de esta manera tener un por lo menos un 70% del control del gobierno. El Texto de Cosío Villegas terminaba alertando de la posibilidad de que Echeverría provocara algo grotesco e imprevisto, refiriéndose a un posible atentado contra la vida del presidente electo.
Los que vivimos los días previos a la toma de posesión sabemos que el rumor del golpe de estado era latente en la clase medía mexicana y que algunos productos comenzaron a escasear en los supermercados, al menos así lo recuerdo siendo apenas un adolescente que no le importaba mucho la política, además Echeverría había terminado de dar la puntilla a los mexicanos con una devaluación de más de 100% de la moneda que terminó con la poca popularidad que el burócrata, asesino hubiera tenido en su momento.
El documento alertando al departamento de Estado de Estados Unidos está fechado el 6 Agosto de 1976 y de acuerdo con el mismo el rumor del atentado en contra de López Portillo, inició desde el momento mismo de la elección del candidato del PRI. Incluso el documento menciona que de llevarse a cabo el asesinato, existían una serie de complotistas miembros del gobierno y del ejército, listos para culpar a la CIA, a través de la Liga Comunista 23 de septiembre, del atentado. La Liga Comunista 23 de septiembre fue  un grupo de guerrilla urbana en México durante los años setentas, dedicada entre otras cosas al secuestro de tipo político, y a la que se le atribuyen entre otros;  el intento de secuestro y asesinato del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada y el intento de secuestro de la hermana del presidente electo Margarita López Portillo.  El documento dice que el estado mexicano ha dado claras muestras de que esto es posible y pone como ejemplos los casos de Obregón y de Carlos Madrazo, para demostrar el cinismo de los políticos mexicanos capaces de hacer cualquier cosa por mantener el poder. Incluso se ofrecen los nombres de aquellos leales a Echeverría que podrían ser impuestos y ocupar el puesto de López Portillo en caso de que este fuera asesinado, entre los que figura el actual diputado federal por el PT Porfirio Muñoz Ledo, uno, de los entonces, hombres más leales a Luis Echeverría y que fungía en esos momentos como Presidente Nacional del PRI.
Sabemos que al final nada sucedió, Luis Echeverría fue desterrado del país a la embajada de las Islas Fiji y los serviles al ex presidente, enviados a la banca política que es peor que el viento del olvido que cuando sopla mata. La trama suena familiar y al parecer se repetiría, pero esta vez se llevó a casi veinte años después.
Link al texto integro en ingles generado por Wikileaks, Click aquí .

Publicado en blureport.com.mx el 10 de abril de 2013
Imagen. quien.com