Armando Enríquez Vázquez
De sobra sabemos que pararnos frente a un puesto de comida callejera representa entrar a una dimensión desconocida. Nunca sabemos qué fue lo que realmente alimento a nuestro cuerpo y la mayoría de las veces ni siquiera nos atrevemos a plantearnos esa pregunta. Sólo sé, que dicen por ahí, que a finales de los años setenta en la Ciudad de México, hubo algunos privilegiados que comieron tacos de manatí.
En las aguas del Golfo de México y del mar Caribe vive un mamífero inofensivo, es uno de los mamíferos acuáticos que habitan en nuestro territorio. Se llama manatí y está en peligro de extinción.
En 1493 durante su primer viaje a América, el navegante Cristóbal Colón escribe en su bitácora, haber visto dos sirenas cerca de las costas de lo que hoy es República Dominicana. Las describe como seres horrendos que no corresponden con la idea del mito medieval europeo. Todo hace pensar que estas extrañas y espantosas sirenas que el Capitán de la Mar Océano vio fueron manatíes hembras. Hoy, la orden que identifica a los manatíes dentro de la taxidermia es la de los sirénidos.
Los manatíes son animales que alcanzan más de los cuatro metros de longitud en su etapa adulta, su cuerpo es cilíndrico, termina en una en una cola oval y por el otro en una cabeza pequeña, parecida a la de una morsa. Tienen dos extremidades superiores en forma de brazos que terminan en paletas. A la distancia, pero muy a la distancia y tal vez con algo de bruma puedan pasar por sirenas. Aunque los antiguos náhuatls, como punto a favor de Colón, lo llamaban “Tlacamichin”, que significa el hombre pez.
Se alimentan principalmente de plantas que crecen en el fondo marino o de los deltas de los ríos. Por lo que también se les conoce como “vacas marinas”.
Los manatíes, por lo mismo de ser animales sumamente dóciles y que no afectan y mucho menos benefician a nadie, han sido relegados por el hombre y la ciencia a meras curiosidades zoológicas.
Sin embargo a finales de la década de los setenta, los manatíes, se le ocurrió a alguien, podían ayudar con el grave problema de lirio acuático que presentaban Xochimilco y el lago de Valsequillo en Puebla. Aquí es donde la leyenda urbana inicia.
Hay quienes dicen que nadie avisó a los habitantes de Xochimilco sobre la introducción de los animales a los canales, o simplemente hubo vecinos que no se enteraron del hecho, así que cuando los manatíes comenzaron a aparecer en los canales entre chinampas y trajineras, comenzó a circular el rumor acerca de la existencia de al menos un monstruo en Xochimilco. Los habitantes de la Zona comenzaron a vivir con cierto temor pues nadie sabía cuáles eran las intenciones de aquel, o aquellos seres enormes que aparecían en los canales del lago.
Pero de la misma manera en que llegaron aquellos monstruos desaparecieron. Los informes científicos hablan de que los manatíes murieron a causa de neumonía desarrollada por las bajas temperaturas del agua. Hay quienes dicen que los animales murieron de una manera más natural; en los puestos de tacos de los alrededores de los embarcaderos.
No hay información si los manatíes fueron guisados de alguna manera en especial, aunque por la cantidad de grasa en su cuerpo hay quienes suponen que fueron hechos carnitas.
Aunque suene raro y tal vez hasta grotesco, la realidad es que el consumo de la carne de manatí está documentado desde tiempos precortesianos. Se sabe que durante la colonia la carne de manatí y la de atún eran consideradas carnes rojas. Su consumo era permitido durante la vigilia.
Nunca a diferencia de lo que sucede con otras especies exóticas que sirven de alimento como la iguana, el mono, la serpiente o el armadillo he visto recetas que utilicen la carne de manatí como ingrediente. Sé que a manera de remedio tradicional la manteca de manatí se utiliza como pomada para dolores musculares, artritis y dolor de muela.
Otros dicen que algunos de los animales encontraron una forma de llegar al sistema de drenaje de la Ciudad de México, y ahí murieron.
Publicado en la revista ATM en el número de Noviembre de 2011
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