¿QUIÉN NO HA SOÑADO CON SER EL TIPO DEL QUÉ SE ENAMORAN LAS RICAS HEREDERAS Y ATRAPA A LOS MALEANTES?
“Tienes que verle el lado bueno, aún cuando no tenga ninguno”. Dashiell Hammet.
Todos, desde Phillip Marlowe hasta Hellboy, son el mismo, ese antihéroe, duro, urbano, solitario y lleno de creencias, como todos los escépticos, diría Unamuno. Pepe Carvalho y Biscuter, buscando entre sus investigaciones, el platillo perfecto. Héctor Belascoaran Shane en la oficina compartida con un tapicero, un ingeniero y un plomero. Wallander en la fría Suecia, las pinturas repetitivas de su padre, más cercano al detective privado que al policía sueco que es. Y así, con tantos otros que recorren las calles sucias de las ciudades que sus autores les han creado o recreado, en las cuales nos perdemos junto con ellos en busca de los horrores del mundo, o por lo menos de un vaso de la bebida local y una buena pelea. De un beso y una traición. Hundidos todos en la misma porquería recibiendo los golpes ontológicos de la vida y los físicos de maleantes y policías por igual. Porque, ¿Quién quiere ser Roscharch, maloliente, sólo, intransigente y con un código de ética rígido y personal que se ha de cumplir aun a costa de la vida propia? Todos.
Los grandes héroes y antihéroes de la actualidad, esos que están en la fantasía de todos, están en la novela negra de los años treinta, cuarenta y cincuenta. Disfrazada de literatura chatarra; novelas, folletines y cuentos nutrieron no sólo a la imaginación del norteamericano promedio y de las pantallas de Hollywood, si no del mundo entero.
Recuerdo a Sam Spade (Humphrey Bogart), el personaje de Dashiell Hammet, acariciar el cuello de Mary Astor en El Halcón Maltés y decirle lo triste del hecho de que ese hermoso cuello vaya ser colgado. Michael Sarracin dispararle con amor y compasión a muy corta distancia en la sien a Jane Fonda para después ante el juez argumentar ¿Sacrifican a los caballos o no? En la película del mismo nombre y basada en la novela homónima de Horace McCoy. A Bogart y Bacal en The Big Sleep, el amor ideal del detective, la novela de Raymond Chandler.
En uno de los primeros cuentos acerca de detectives en la revista Black Mask: “Three Gun Terry” escrito por Carroll John Daly, se podía leer: “Tengo una pequeña oficina que a la entrada dice: “Terry Mack, Investigador Privado”, lo que significa que a pesar de lo que quieran creer, no soy un ladrón, ni un policía. Yo juego con mis reglas particulares, de manera independiente”.
Los siguientes cuatro narradores fueron forjadores de ese personaje que desde entonces es tan atractivo para el lector o el espectador de cine. Cuatro escritores capaces de cambiar la percepción de lo que era la novela policiaca. Cuatro escritores para leer con regocijo.
Hasta la tercera década del siglo pasado la novela policía estaba prácticamente conformada de lo que se llama “Whodunit?” o “¿quién lo hizo?”; a partir de una serie de pistas muchas veces engañosas y artificiosas para el lector, el investigador descubría al culpable del crimen y el orden era restablecido de nuevo, así lo hacían Sherlock Holmes, el Padre Brown, y más tarde Ellery Queen o Hércules Poirot.
Pero tras La I Guerra Mundial y “La gran depresión”, era difícil creer en la existencia de un orden que se pudiera restablecer. Las duras calles y los personajes tramposos y corruptos salieron a flote de sus escondrijos, el crimen era una conspiración y no un evento que destruyera un pequeño núcleo social.
Así eran los personajes de Dashiell Hammet, Raymond Chandler, Ross Macdonald y de Horace McCoy.
Los primeros dos son sin lugar a dudas los escritores más conocidos del género. Raymond Chandler nació en Chicago en 1888 y no fue sino hasta los 45 años, después de haber sido despedido de su trabajo como ejecutivo en una compañía petrolera por alcohólico y ausentista, que decidió convertirse en escritor. Con el tiempo diría: “Sí, bien los ingleses no siempre son los mejores escritores, lo cierto es que son los más aburridos”.
Dashiell Hammet nació en 1894 en Maryland, a su muerte el New York Times publicó en su obituario; “Ha muerto el principal escritor de novela de detectives de los Estados Unidos” aunque él se definía de otra manera “He sido tan mala influencia para la literatura norteamericana, como cualquier otro escritor que me venga a la mente”. Hammet tampoco fue un escritor desde el inicio primero fue detective de la infausta compañía Pinkerton.
A estos dos escritores les debemos los personajes de Sam Spade y Phillip Marlowe, los cuales siempre confundo pues ambos fueron interpretados en el Cine por Humphrey Bogart.
Muy parecido es el detective de Ross Macdonald: Lew Archer, Nada más que Lew es menos arrabalero, es más sofisticado. Su nombre es un homenaje a Hammet pues lleva el apellido del socio muerto de Sam Spade. Macdonald es un seudónimo y el verdadero nombre es Kenneth Millar, nació en California en 1915, pero su infancia y adolescencia transcurrieron en Canadá. Macdonald murió en 1983 de Alzheimer.
En cuanto a los personajes McCoy, son los verdaderos desheredados, McCoy no creó un detective memorable, pero creó personajes entrañables tanto en “They Shoot Horses don’t They?”, como en “Kiss Tomorrow Goodbye” descastados y siempre perdedores, traidores, traicionados y mentirosos, sucios oportunistas los personajes de McCoy no tienen salvación porque no están resolviendo ningún caso, están cometiendo todos los delitos morales y sociales posibles.
Horace McCoy nació en Pegram, Tennessee en 1897, durante la I Guerra Mundial sirvió en la incipiente fuerza aérea de los Estados Unidos fue herido en el campo de batalla, en una acción memorable donde tras ser muerto el piloto, tomó los controles del avión y después de haber derribado al avión enemigo y ser herido dos veces por ametralladoras enemigas logró llevar de vuelta su aeronave a Francia. Recibió la Cruz de Guerra del gobierno francés por su heroísmo.
A su regreso de la guerra y hasta los años 30 trabajo en el Dallas Journal, como editor deportivo. Al final de la década de los 20 comenzó a escribir historias en revistas de las lamadas “Pulp”, entre ellas la famosa Black Mask. Después partió a Los Ángeles donde intentó ser actor, pero su trabajo consistió básicamente en escribir guiones para westerns, melodramas de crimen y otras cintas que hoy han sido olvidadas, uno de sus trabajos y por el cual no se le dio crédito en la película fue la escritor asistente en King Kong. En 1948 publicó el clásico Kiss Tomorrow Goodbye que fue llevado a la pantalla con James Cagney en el papel protagónico. McCoy murió en 1955 y para pagar su funeral su esposa tuvo que vender sus libros y su colección de discos de Jazz.
Vale la pena darse una vuelta por los libros de estos cuatro duros.
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