Ser Taxista en
Londres es difícil y no me refiero a los problemas propios del oficio, sino a
las reglas para convertirse en uno. En México la regulación es nula y la
corrupción total.
Armando Enríquez Vázquez
Basta con subirse a un taxi en nuestra ciudad y empezar a
sondear al taxista para que nos cuente acerca de la corrupción que anida en la
SETRAVI. Hace más de siete años que tomó taxis y ya desde entonces las quejas
de los taxistas forman una lista interminables de actos de corrupción que
llenan y han llenado los bolsillos de funcionarios menores, medios y las
cabezas encargadas de regular el transporte público de la ciudad. Lo cierto es
que gracias a la corrupción existente en el sector cada día la plantilla de
taxis oficiales, tolerados y piratas es mayor. Teniendo como consecuencia que el
negocio sea cada día menos remunerativo para el taxista y más peligroso para la
ciudadanía que se encuentra más expuesta a asaltos y mal servicio. Los taxistas
de nuestra ciudad por lo general son jubilados, o personas que no tienen la
menor experiencia en dar un servicio como en que se desenvuelven, pero
desgraciadamente no existe otra oportunidad laboral para ellos.
Lo que lleva a un segundo factor de importancia para
entender el mal servicio que muchos de ellos brindan y no me refiero a que sean
groseros, que los hay, si no al desconocimiento que muchas veces tienen los
taxistas de la ciudad.
El otro día en una plática acerca de las formas atroces que tiene
nuestro sistema educativo de no asegurar a nadie un futuro promisorio, ni de
ningún tipo, me contaron acerca del examen que los taxistas londinenses llevan
a cabo para poder desarrollarse en su oficio.
Desde el año de 1851 los conductores de carrozas tiradas por
caballos en ese entonces y años después de taxis han sido evaluados por un
examen al que coloquialmente se le conoce como The Knowledge (Conocimiento).
El examen en sí es sencillo y consta de una sola pregunta.
Para contestar esta pregunta los aspirantes a taxistas deben invertir tiempo y
dinero por entre 2 y 4 años. La pregunta se reduce escribir la mejor forma de
llegar de un lugar a otro, a una determinada hora del día y mencionar el
sentido de todas las calles que se cruzan en el trayecto, así como los puntos
de interés por los que pasa el taxista. Obviamente que cada examen es diferente
y ningún aspirante a taxista sabe cuál es la ruta que le van a preguntar.
Existen dos tipos de licencia de taxista en Londres,
llamadas verde y amarilla. La verde es la que utilizan los taxistas
que circulan por el área central de Londres conocida también como The Greater London Area, los aspirantes
a la licencia de este tipo deben aprenderse 320 rutas, alrededor de 25,000
calles y 20,000 sitios de interés existentes en un radio de seis millas
alrededor de Charing Cross que es donde su ubica el centro mismo de la capital
inglesa. En el caso de la licencia amarilla
es para quienes laboran en los diferentes sectores suburbanos de Londres. Y
aunque el examen no es tan difícil, aún así los aspirantes deben aprenderse
entre 30 y 51 rutas, así como las calles, sus sentidos y lugares de interés del
sector de la ciudad donde quieren trabajar. Para poder llevar a cabo este
trabajo que parece digno de las faenas de Hércules, los aspirantes recorren una
y otra vez la ciudad en motocicletas, o en bicicletas, no se pueden limitar a
ver un mapa y leerlo Ad nausem, tienen
que vivir y experimentar la ciudad y las diferentes condiciones de tráfico a lo
largo del día y del año. Quienes aprueban el examen pueden ejercer entonces la
profesión. Obviamente la profesión se
convierte en oficio de por vida para el pasante que ha invertido dinero, tiempo
y esfuerzo en su aprendizaje como taxista y reditúa teóricamente en el servicio
al pasajero.
Por supuesto tanto los taxistas como los ingleses en general
se encuentran orgullosos de su servicio de taxis, el cual es considerado uno de
los mejores del mundo. Hay que agregar un dato más que beneficia a los taxistas
londinenses, se ha comprobado científicamente, que el prepararse para el examen
lo hace desarrollar ciertas áreas de su cerebro.
Pensando de nuevo en el panorama de nuestra ciudad, ¿Cuántas
veces al subir a un taxi hemos indicado al taxista la ruta y la forma de llegar
a nuestro destino? El transporte público llámese, taxis, metrobús, metro,
peseras o tranvías, son plazas de trabajo en muchos casos cubiertos con
personas que tienen una gran necesidad, pero nula experiencia o conocimiento de
la Ciudad de México, sin hablar de vocación de servicio. O peor aún, como en el
caso de las famosas peseras por menores de edad que seguramente sirven a los
dueños de las flotillas a violar la Ley Federal del Trabajo. A fin de cuentas,
parece que en la SETRAVI todo se puede arreglar con mordidas y parece que francamente al Jefe de Gobierno de la Ciudad
de México le importa muy poco, como lo ha demostrado en otros asuntos, lo que
pueda beneficiar a la ciudadanía, al turismo y sobre todo a la Capital de la
República.
Publicado en blureport.com.mx el 5 de diciembre de 2013
imagenes:premiumtours.co.uk
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