Entre los escritores mexicanos del siglo XX, me acabo de
llevar la grata sorpresa de descubrir a un excelente retratista de sus
contemporáneos.
Armando Enríquez
Vazquez.
Hasta hace unas semanas el nombre
de Ermilio Abreu Gómez me remitía a la lectura escolar casi obligatoria de Canek,
y a la imitación de uno de mis hermanos de su profesora de literatura diciendo:
“Canek fue un indio bueno” con la supuesta voz nasal de la maestra. Escribo
casí, porque yo fui de esos pocos que no tuvo que hacerla.
Por eso que Taibo II denomina la vacuna que nos dan en la
escuela en contra de la lectura y de la que tristemente ahora el forma parte y
se cree el nuevo Vasconcelos pretendiendo que la gente lea lo que a él le gusta
y que es lo que imprime desde su dictatorial silla del FCE, nunca me acerque ni
al relato del maya, ni a la obra de Abreu Gómez.
Como mencioné al inicio fue hace unas semanas cuando Juan Luis
Bonilla, editor, librero y amigo desde la adolescencia me obsequió un libro que
publicó el año pasado titulado Sala de retratos. Intelectuales y artistas de
mi época. escrito por Abreu Gómez, editado por Adolfo Castañón y con
ilustraciones de Elvira Gascón y Juan Luis Bonilla.
El libro consiste en un gran número de retratos que el autor
escribió de sus contemporáneos; intelectuales y artistas, con una pluma
sencilla y mordaz el autor se olvida de la solemnidad oficial, de la seriedad
de quien observa a otro y de manera atractiva y amena nos pinta a sus
compañeros de tertulia, de cátedra, a los conocidos y desconocidos que llegaron
con el exilio español a nuestro país y tanto aportaron a México, así como otros
visitantes extranjeros que pasaron por el Valle del Anahúac.
En ese sentido, siendo un gran aficionado a las crónicas de
José Moreno Villa, rápidamente elegí este retrato para iniciar mi viaje en el
libro pensando como siempre en darle al autor la oportunidad de llamar mi opinión
con su pluma y no porque yo me crea superior a nadie y mucho menos a nadie que haya
escrito con pasión cualquier cosa, simplemente por un ejercicio que tiene que
ver con la temporalidad que tenemos cada uno de nosotros en este planeta y de
como siempre estamos presumiendo que no nos gusta desperdiciar y sin embargo lo
hacemos a diario.
La sorpresa fue más que grata porque el retrato del
intelectual español, se convierte en una graciosa comedia de errores, donde
Abreu Gómez confunde al malagueño con un homónimo yucateco, maestro de cierto
renombre en su momento, lo que convierte la narración de Abreu Gómez en un
retrato maravilloso donde reconoce a dos personas que el admira. El retrato de
Rafael Heliodoro Valle, un intelectual de la primera mitad del siglo pasado,
nacido en Honduras, pero que vivió y se desarrolló en México aportando como
tantos otros a la cultura nacional y hoy olvidado, es una enorme y cansada
carrera por el centro de la Ciudad de México buscando al personaje y nada
importa a Abreu Gómez más que mostrar como Rafael Heliodoro Valle era un
incansable hombre lleno de compromisos intelectuales y creativos por cumplir.
De Renato Leduc, otro de mis grandes favoritos, Abreu Gómez
dice: En Renato Leduc se da el tipo del escritor que antes de aprender el oficio
se ha dado a la tarea de conocer el cúmulo de materias que la vida arrastra,
empuja o alza. Renato Leduc responde a una necesidad mexicana. Su obra ha de
ser siempre luz y espejo de esa realidad. Pero hoy algunos sordos no le quieren
oír. No tardará el tiempo en que sus gritos retumbarán como trueno en la
conciencia de los cobardes. (pp200).
El retrato de Valle Inclán termina con una respuesta digna
del dramaturgo español cuando una persona le ofrece un atole de fresa, Abreu Gómez
recuerda que el español respondió: …cuando estuve en México, hace años,
todos los atoles eran de pulque… (pp
374)
La vasta colección de retratos incluye a personas que son
referencia inevitable de la vida cultural e intelectual de México; Octavio Paz,
José Revueltas, Efraín Huerta, Juan de la Cabada, Diego Rivera, Octavio G. Barreda,
Narciso Bassols, Alfonso Caso, Julio Torri, Jorge Cuesta, Ramón López Velarde,
María Izquierdo, Enrique González Martínez, Justo Sierra, otros que la cultura
oficial ha preferido dejar al margen como Renato Leduc, Julio Jiménez Rueda, María
Asúnsolo, y muchos de los artistas extranjeros
que vivieron en nuestro país por diversas razones, como el citado Moreno Villa;
León Felipe, Don Ramón del Valle Inclán, Pablo Neruda, Vicente Blasco Ibañez, Manuel
Altolaguirre, Árqueles Vela y otros que me son desconocidos hasta el momento me
son presentados por Abreu Gómez y su original manera de verlos y describirlos,
como sucede en el caso de José Attolini un dramaturgo, poeta, escritor chilango
que nació en 1916 y murió en 1957 y esto lo aprendí porque al final de cada uno de los retratos se encuentra una semblanza del
retratado escrita por Adolfo Castañón quien cuidó y actualizó esta edición,
para quienes como yo no conoce a alguno de ellos. El libro se publicó por
primera vez en 1946 y los retratos que en aparecen en él, fueron publicados
primero y a partir de 1942 en el periódico El Nacional, como establece Abreu en
el prólogo original del libro, que se reproduce también en la edición.
Cada texto inicia con una viñeta hecha por la artista
gráfica Elvira Gascón (1911 -2000) otra brillante persona a la que como dice el
poema de Moreno Villa trajeron las ondas en 1939 y que conoció a varios
de los retratados por Abreu Gómez y el resto de estas viñetas las realizó Juan
Luis Bonilla.
Ahora después de más de 40 años de escuchar a mi hermano
mofarse de su maestra de literatura estoy listo para leer Canek y ya lo
contaré.
Abreu Gómez, Ermilio. Sala de retratos. Intelectuales y
artistas de mi época. Bonilla Artigas Editores. Ciudad de México 2019
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