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martes, 19 de enero de 2021

Dos alemanas

Estas son dos series de jóvenes buscando respuestas y actuando desde la inconformidad y de la idea lugar común de que los jóvenes quieren cambiar al mundo.

Armando Enríquez Vázquez

Netflix estrenó en 2020 la serie alemana Biohackers, la historia de Mia (Luna Wedler) una joven que decide estudiar medicina en la universidad de Friburgo, Mia es inteligente,al parecer ambiciosa y conocedora de sus materias, demasiado centrada sobre todo en la clase de genética, desde la primera clase intenta ganar la atención de la maestra, una renombrada genetista y empresaria; La doctora Tania Lorenz (Jessica Schwarz), y para ello ante la indiferencia inicial de la profesora Mia decide seducir a su asistente el joven estudiante Jasper (Andrew Julius Tillmann),para llegar a la doctora. Jasper, cómo descubre Mia, además de trabajar como asistente de la profesora en la universidad, lleva a cabo una serie de estudios de ingeniería genética en los laboratorios de Lorenz, lo que le permite además dedicarse a los proyectos propios con los recursos de los laboratorios de Lorenz.

Mia comparte un apartamento con otros tres estudiantes; dos de ellos excéntricos jóvenes estudiantes de medicina. Uno frívolo, Ole (Sebastian Jakob Doppelbauer), preocupado por convertirse en influencer y tener millones de seguidores, por lo que hace cosas estúpidas y exageradas relacionadas con sus conocimientos médicos. La otra una nerd Chen Lu (Jing Xiang) obsesionada con crear sabores y colores en organismos vivos. La tercera roomie de Mia es una heredera de la aristocracia alemana dedica al reventón; Lotta (Caro Cult). Por su parte Jasper tiene un fiel amigo Niklas (Thomas Prenn) que se siente atraído por Mia y ella por él, a pesar de su relación con Jasper. Niklas, sin embargo, está seguro que, Mia oculta un secreto y trata de desenmascararla y descubrir su interés desmedido por el trabajo de Lenz y demostrar que usa a Jasper como un medio para llegar a su objetivo. Claro que independientemente de la obsesión por la joven, Niklas tiene razón. Mía tiene un pasado oscuro y otro nombre, Emma Engels, por eso Lenz no la relaciona con el pasado. Mia tuvo un hermano gemelo que murió durante su infancia de manera misteriosa con la participación de Lenz, además Lenz fue la responsable directa de la muerte de los padres de Mia. Lenz tiene la agenda de crear seres humanos con resistencia a ciertos tóxicos. Mia quiere conseguir los datos y archivos necesarios para poder desenmascarar a esta ambiciosa y poca ética científica y para lograrlo ha contactado a un periodista dispuesto a publicar lo que Mia encuentre. La serie tiene un buen ritmo y no se pierde en historia alternas que no le importan a nadie, todo pasa lógicamente por una razón, lo que sucede al final es una vuelta de tuerca no del todo sorpresiva pero lo suficientemente fuerte para crear el cliffhanger necesario para la segunda temporada la cual ya fue confirmada por Netflix.

Por otro lado, en noviembre de 2019 la misma Netflix estrenó la serie Somos la Ola, una historia de preparatorianos que descubren su malestar con el mundo en el que viven dominado por marcas, corporativos, corrupción y sus mayores. Mientras la clásica historia norteamericana haría que esta inconformidad fuera canalizada a través del baile, el canto o alguna otra tontería como racismo inverso. Los productores alemanes de la serie llevan a los jóvenes encabezados por Lea Herst (Louise Befort) una joven millonaria, que juega tenis, con el novio perfecto a descubrir su capacidad para retar al sistema y crear las estrategias que lo hagan de manera exitosa. La llegada de Tristan (Ludwig Simon) a la escuela cambia de manera radical al forma en que Lea concibe la vida de lujos y la arroja al activismo político, llevándola a realizar actos de resistencia civil, primero violentos e irrasionales, después pensados y con una finalidad clara.

Tristan es un joven contestario, inadaptado que inmediatamente atrae a Lea de manera intelectual y sexual. Tristan es de alguna manera lo opuesto a Lea aunque ella termine descubriendo que son lo mismo. Tristan toma rápido el papel de defensor de los indefensos y segregados del salón; un musulmán; Rahim Hadad (Mohamed Issa) acosado por los neonazis. Zazie (Michelle Barthel), una joven introvertida buleada por la clásica chica popular del salón y Hagen (Daniel Friedl) hijo de unos granjeros que perdieron todo por la contaminación de una fábrica papelera, quien además de ser menospreciado por este hecho, lo es por ser gordo. En este grupo de desadaptados y discriminados Tristan siembra la idea de la revolución, pero como en el caso de Mia en Biohackers, Tristan hijo de un diplomático y de una activista tiene un pasado oscuro y una agenda que cumplir para vengar a sus muertos. Tristan es un inconforme y rebelde que al iniciar la serie vive en un reclusorio para jóvenes criminales, del cual se le permite salir durante el día para acudir a la escuela.

La ingenuidad inicial de Lea, así como el repentino descubrimiento y conciencia de su empoderamiento la llevan a cometer a cometer errores que la pondrán sobre al borde de la cárcel primero, y después de la muerte. En la historia, a diferencia de Biohackers, las acciones de Tristan tienen consecuencias directas sobre la vida y la forma de pensar de sus amigos. Al final estas van más allá de la venganza personal para convertirse en la toma de conciencia de Lea, Hagen, Rahim, Zazie y otros que los rodean de lo que es el mundo y cada uno de ellos tomara decisiones personales que los marcaran para enfrentarlo el resto de sus vidas. La explotación que producen los sistemas de producción, la necesidad de los políticos por dividir a la gente y llenarla de odio entre diferentes sectores de la población, la policía que ejerce la fuerza, no en busca de actos de justicia y mucho menos por crear un orden armónico en la sociedad, si no como los simples gorilas que blandiendo una placa resguardan a la oligarquía violentando a los inconformes de la sociedad civil.

Biohackers, es un thriller científico, bien construido, entretenido, que por extensión nos obliga a pensar en la posible existencia de científicos patrocinados por gobiernos o empresas privadas para desarrollar seres humanos con capacidades realmente diferentes y diferenciadores que como siempre se deja ver en este tipo de narrativas son una macabra posibilidad irresponsable y azarosa de provocar que la especie humana evolucione o mute de una manera poco natural y darwiniana, como sucede ya en el mundo real con los cultivos transgénicos, sin cuestionarnos en  este momento si se trata de una evolución correcta o una manipulación maquiavélica. Somos la Ola es una serie subversiva y underground de gran fuerza con personajes que crecen a lo largo de la serie para bien o para mal. Lea a Zazie, del nacimiento del líder a la realización de una vida condenada a ser un cordero de la sociedad. La transformación de quien descubre el mundo y no lo acepta, que pasa del confort, a la ira a la acción.

Ambas series tratan de jóvenes buscando respuestas y actuando desde la inconformidad y la tan cacareada idea de que los jóvenes quieren cambiar al mundo. Y que muchos idealizan a partir de los movimientos de la década de los sesenta cuando muchos jóvenes alrededor del mundo occidental demostraron tanto en las llamadas democracias y como en los gobiernos totalitarios. Lejos del conformismo y verdades de Perogrullo, aunque construidas con esquemas clásicos del melodrama que tanto nos gusta y sin ser Dark o El perfume ambas series bien valen la pena.

Publicado en roastbrief.com.mx el 15 de septiembre de 2020

imágenes Netflix

lunes, 15 de abril de 2013

Biohackers


Existe un número cada día mayor de biólogos amateurs dispuestos a llevar a cabo experimentos biotecnológicos en sus casas. Con inversiones mínimas. Hay quienes ven focos rojos encenderse.

Armando Enríquez Vázquez


Siempre al escuchar la palabra hacker,  la visualizamos como maligna y todo poderosa, dando cobijo a seres anónimos llenos de ideas más destructivas y nocivas que las del FMI o cualquier otro de los organismos financieros mundiales empeñados en acabar con la vida como la conocemos en occidente. Así que cuando leí la palabra biohacker cierto morbo catastrofista me llevó a buscar más sobre el asunto y aunque nunca faltará algún brillante demente con ganas de acabar con el mundo, descubrí que la realidad de los biohackers es muy diferente y su propuesta es una de las grandes ideas del inicio de este siglo. Esto no quiere decir que agencias de seguridad alrededor del mundo, como el FBI, no estén pendientes de todo lo que pasa en la comunidad de los biohackers.
La mayoría de los biohackers, son motivados por las ganas de conocer, comprender y realizar por ellos mismos su entorno. No permitir que otros interpreten y les digan que hacer. Kay Aull, una de las pioneras entre los biohackers y que tenía su laboratorio en el closet de su recamara logró con un equipo, de costo menor a quinientos dólares, descifrar su ADN, para saber si era portadora de un gene de la enfermedad que había acabado con la vida de su padre. Los Biohackers no quieren que sean los  expertos los que dicten lo que se debe hacer en los nuevos terrenos de la genética y la biotecnología, tienen claro el objetivo de compartir con los demás habitantes del planeta sus logros y ayudarlos a responder preguntas, e incorporar ideas de los ciudadanos comunes a sus investigaciones. Ellen Jorgensen, genetista y fundadora de un espacio para biohackers en Brooklyn,  Nueva York llamado Genspace y una de las personas más conocidas entre la comunidad de Biohackers, cree que la biotecnología capaz de cambiar al mundo debe estar al alcance del ciudadano común, su usuario final y quien seguramente la hará de mayor utilidad, al plantear preguntas y cuestiones importantes porque impactan directamente en la problemática de la vida diaria, a diferencia de los los científicos de laboratorios privados o gubernamentales, cuya motivación sin duda tiene fines más lucrativos y muchas veces oscuros. Jorgensen cree que sí en estos tiempos todos tenemos acceso a una computadora, ¿por qué no a la biotecnología?
Algunos biohackers, dicen que el nombre les gusta por las implicaciones tecnológicas que esto tiene, y si un hacker tiene como meta el infiltrarse en los códigos de las computadoras, un biohacker puede adentrarse en la secuencia del ADN. Al final del día, el código de la vida.
Existe también una asociación, llamada DIYbio, a nivel mundial, parcialmente por los menos, en su lista de comunidades de biohackers a nivel global existen en 15 ciudades de Estados Unidos, tres canadienses,  once europeas. Una comunidad en Singapur, otra en Australia, una más en Nueva Zelanda y una última en Israel. No existe al de acuerdo con DIYbio ninguna comunidad latinoamericana y mucho menos una mexicana. Aunque a nivel individual existe  por lo menos un mexicano en la lista. Pero lo más interesante de la propuesta de DIYbio es el poder democratizar la ciencia, el año pasado los integrantes de DIYbio crearon su propio código de ética, que los obliga a seguir las leyes locales y mundiales en la materia, que les impide usar agentes patógenos o buscar hacer daño a la sociedad, porque de acuerdo con las palabras de Jorgensen, entonces no serían biohackers, sino bioterroristas. Tienen claro que la ciencia, no siempre se realiza en nombre del Gran Bien Común que otros nos quieren hacer creer que existe, mucho menos con fines lucrativos. Muchos biohackers realizan sus experimentos de la misma manera que otros ocupamos nuestras computadoras; para obtener una simple respuesta a una pregunta personal, por curiosidad. Aunque en equipo y en comunidad se puedan llegar a realizar grandes proyectos.
Sin embargo, como decía al principio los biohackers por ser desconocidos han sido estigmatizados y vituperados por los medios, el FBI, entre otras agencias de seguridad, les tiene un ojo encima. Y por otro lado quieren crear miedo, o al menos desconfianza, en los legos para cuidar los intereses de gobiernos y empresas privadas en el terreno de la investigación y las patentes.
Si quieren ver la plática que Ellen Jorgensen dio el año pasado auspiciada por TED, esa gran incubadora de ideas, este es el link  http://www.ted.com/talks/ellen_jorgensen_biohacking_you_can_do_it_too.html?quote=2011
Esta es otra de esas cosas que nos auguran la llegada de un mundo más democrático y crítico, la esperanza de una ciudadanía que no sólo se contenta con las decisiones de la democracia autoritaria a la que nos quieren acostumbrar. 

Publicado en blureport.com.mx el 11 de Abril de 2013
Imagen: vimeo.com