Armando Enríquez Vázquez
En la película “Los Elegidos” (The Right Stuff) de Phillip Kaufman, sobre la primera generación de astronautas .Recuerdo una secuencia que comienza con los pies de un militar corriendo a lo largo de uno de los pasillos del Pentágono, al llegar a una sala de juntas donde altos personajes del gobierno americano están reunidos el hombre se limita a decir que los soviéticos han logrado poner en órbita un satélite tripulado.
El enojo de los oficiales americanos no se hace esperar, uno de ellos sólo alcanza a preguntar: ¿Por qué? Las luces de la sala de junta se apagan y todos esperan ver la proyección del lanzamiento del cohete de la nación enemiga. Sin embargo, nada sucede la sala permanece en la oscuridad. Nerviosos los militares y civiles se ven entre ellos pero nada sucede. Tras unos segundos más y cuando la impaciencia comienza a hacerse manifiesta entre los más altos jerarcas presentes en la junta, uno de ellos baja la mirada y descubre que el proyector está desconectado. Sin que nadie se dé cuenta lo conecta y comienza la proyección.
Eran los días de un mundo que tan sólo admitía dos tonos; blanco o rojo. No había medias tintas. Como adolescentes las dos superpotencias trataban de demostrar quién era más fuerte viendo quien gastaba más.
Esta historia es similar y trata de cómo en una época de una rivalidad por dominar el mundo, la sencillez a veces obvia no lo era para algunos.
Dice la leyenda urbana que durante la carrera espacial la NASA gastó millones de dólares en desarrollar una pluma capaz de escribir en condiciones de gravedad cero. La tinta en el cartucho de una pluma obedece a una de las más importantes leyes de la naturaleza a la que estamos sujetos todos en La Tierra , la Ley de la Gravedad. Basta con intentar escribir boca arriba para darnos cuenta que el bolígrafo deja de funcionar en algún momento a pesar de tener el cartucho de tinta lleno.
Al parecer los astronautas no podían encontrar la manera de hacer funcionar sus plumas fuera de la atmosfera.
A pesar del dinero y el tiempo gastado por los investigadores norteamericanos, fueron los rusos los que tuvieron una solución más rápida y eficiente al problema de escribir en el espacio exterior. Los cosmonautas llevaban entre sus utensilios de trabajo lápices. Otra vergüenza para el orgullo americano.
En la página oficial de la Nasa , el organismo se deslinda de la investigación y el gasto de tan superfluo articulo y atribuye el diseño y desarrollo de la pluma espacial a Paul Fisher y su propia fortuna. Fisher terminó creando una pluma que no sólo escribía en condiciones de gravedad cero, si no también bajo el agua, de acuerdo con la NASA Fisher se acercó a ellos en 1965 con la pluma en la que había invertido dos millones de dólares. Pero no fue sino hasta 1967 cuando la NASA finalmente tras rigurosas pruebas dotó a los astronautas del programa Apolo con las plumas de Fisher. Se dice que la NASA compro 400 plumas a seis dólares cada una y dos años después los mismos rusos compraron 100 plumas a Fisher y más de mil cartuchos de tinta. Con el tiempo incluso los japoneses y el público en general compraron plumas a Fisher y esta se volvió una de las plumas más redituables y lucrativas en la historia.
Hoy en día en Internet existen sitios que venden la pluma espacial de Fisher, pero hay también quienes venden la pluma espacial rusa. Sobre un cartón rojo con blanco que tiene por ilustración la imagen de un cosmonauta probablemente Yuri Gagarin y un cohete ruso Soyuz en la plataforma, descansa un lápiz rojo que muestra la única e inconfundible pluma espacial rusa. Un recuerdo de la era de la Guerra Fría donde a veces a pesar del músculo y el dinero era lo importante para impactar al enemigo, una pequeña victoria podía ser más humillante.
Publicado en la revista ATM de septiembre 2011
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