Pareciera que hablar de democracia es equivalente a
procesos prístinos y casi inmaculados con personas más allá de lo común
para gobernar un país. Uno más de los mitos melodramáticos de nosotros
los mexicanos.
Armando Enríquez Vázquez
Estamos a escasos días de ir a las urnas, hemos visto ya dos debates;
tanto de candidatos a la presidencia, como de jefes de gobierno del DF,
En los estados los debates de los candidatos a gobernador. Hemos oído
hablar de la “Guerra Sucia” y hemos escuchado por boca de los
candidatos, así como de los medios innumerables adjetivaciones, para
bien o para mal, de los candidatos. De sus equipos de campaña. Estamos
insatisfechos con el proceso, con los candidatos, con la actuación
parcial de los medios, con todo lo que hemos visto y oído hasta ahora.
¿Cuando queremos hablar de democracia en México de que queremos
hablar en realidad? ¿De debates acartonados con más reglas que algún
extraño juego de mesa? ¿De una competencia “civilizada”, con tazas de
café y servilletas para limpiarse los labios? ¿De un intercambio de
ideas o de insultos sin pasión? ¿Cuál es la “Guerra Limpia” que tanto
queremos ver? ¿O de democracia? Las elecciones son en sí una guerra y
como dice la vieja frase “En la guerra y en el amor todo se vale”, son
también esas actitudes y formas de actuar las que ganan adeptos para los
candidatos.
Yo no sé qué tan sucia y apestosa sea la verdad, pero es la verdad y a
eso no se le puede llamar Guerra Sucia; qué un candidato no cumpla, qué
como obra de teatro este patrocinado por una televisora. Qué otro apoye
a gente de tan poco honor con Martín Esparza o que el simple hecho de
disfrazarse de intelectual trasnochado de los ochenta para tratar de
desviar la corrupción que esconde Nueva Alianza, decir esto con todas
sus letras no es guerra sucia por donde lo quieran ver. Qué a la
candidata oficial le falte el valor para deshacerse de los indeseables
impuestos por el presidente como Cordero y Zavala, no es guerra sucia es
la triste verdad.
Alardeamos de demócratas y nos sorprende el movimientos estudiantil
ciudadano que muchos quieren desvirtuar, minimizar o infiltrar con la
habitual prepotencia de aquellos que quieren a como dé lugar la primera
magistratura o de sus subalternos o de los medios a su servicio. Somos
demócratas pero acusamos al movimiento 132 de haberse politizado.
Siempre ha sido un movimiento político, pero no sabemos escuchar, el
apartidismo es ante todo una postura política y el oponerse a un
candidato lejos de ser una posición partidista es ante todo una posición
política. Como lo es el voto nulo. Y de acuerdo a las reglas de la
democracia todos tenemos derecho a una posición política.
Hemos escuchado la palabra fraude mucho antes de que el primer voto
sea depositado en una urna y en esa visión de los viejos políticos que
cree que democracia y dictadura son sinónimos porque empiezan con la
letra “D” se pretende que se firme un acta de confianza ciega en un
Instituto Federal Electoral que desde la presidencia de Leonardo Valdés
ha sido todo menos parcial, transparente y acertivo.
No, los mexicanos no sabemos de democracia, ni queremos saber, nos
gustan las películas de Pedro Infante y los gags obsenos de Platanito.
Todo tiene que ser blanco y en buen tono, bueno hasta un alburcillo por
vulgar que sea tiene cabida en las buenas conciencias mexicanas, por eso
los consejeros electorales creen que somos lo suficientemente lerdos
para explicarnos por enésima vez como se llena una boleta electoral.
Hace ya muchos años Mario Vargas Llosa llamó a México y al PRI la
dictadura perfecta, hoy lo mexicanos vivimos en la tiranía perfecta
dictada por tres partidos igual de corruptos. Seguimos siendo títeres de
los partidos políticos y su discurso, de lo que los medios nos quieren
hacer creer que es justo y equilibrado. Pero la vida y mucho menos la
política son justas, al menos como maniqueamente entendemos la justicia.
La democracia es por definición una utopía y según Aristóteles una de
las formas corruptas de gobierno, como la tiranía. Pero en México,
pareciera mucho más que eso. Leyes y políticos pasan por encima de la
Constitución, que dice que todos los mexicanos debemos votar y podemos
ser votados, sin embargo, las candidaturas ciudadanas no están
permitidas. El triunvirato partidista que nos gobierna no permite la
llegada de nadie. Se empeñan como buenos Sátrapas en hacernos creer que
no existen otras ideas, otras propuestas de gobierno que esa mezcla
hecha de lo mismo pero con diferentes saborizantes y colorantes que
ellos nos ofrecen. Creo que la democracia va más allá de las elecciones y
tiene que ver con el día a día. Con nuestra relación con los demás.
En unos días cuando estemos frente a la boleta, recordemos que somos
nosotros y no ellos, partidos, IFE y medios de comunicación, los que
podemos acercar nuestras formas de convivencia, respeto y tolerancia a
esa idea tan abstracta llamada democracia. Nunca jamás ellos.
Publicado en blureport.com.mx el 20 de Junio de 2012
Imagen Sipse.com
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