Con el fin de la II Guerra Mundial los Estados Unidos crearon
la paranoica Guerra Fría y comenzaron a ver enemigos en todos los
frentes incluso en su propio territorio. Una mujer se enfrentó al
poderoso Senador McCarthy, al FBI y su comité de actividades
antiamericanas.
Armando Enríquez Vázquez
Al finalizar la II Guerra Mundial, los Estados Unidos y La Unión
Soviética dividieron a Europa y por tanto al mundo en dos; capitalismo y
comunismo. Cada cual se veía a sí mismo como el final de la evolución
humana y veía al otro como la antítesis del paraíso que ellos habían
diseñado para que los mortales disfrutáramos. Tanto las purgas
estalinistas como las listas negras de J. Edgar Hoover y el senador
Joseph McCarthy tenían el mismo objetivo; acabar con los enemigos de la
fe. Por un lado comunista y por el otro capitalista.
Joseph McCarthy era senador por el estado de Wisconsin y ferviente
anti comunista. Como todo fanático sufría delirio de persecución. Para
él todos aquellos que no estaban de acuerdo con él eran parte de la
conspiración comunista para acabar con Estados Unidos, igual de
desquiciado estaba el director de FBI J Edgar Hoover quien mantenía
vigilado a todo aquel que él consideraba comunista y enemigo de su país.
Especialmente sí se trataba de ciudadanos norteamericanos.
Las purgas de Stalin llevaron a cientos de miles a la muerte por ser
enemigos del comunismo, si McCarthy y Hoover hubieran tenido el poder lo
mismo hubiera ocurrido en Estados Unidos, sin embargo, se tuvieron que
conformar arruinando la vida de miles de norteamericanos. Cientos fueron
encarcelados y miles perdieron su trabajo por una denuncia anónima o
poco fundamentada de ser comunistas.
Una de las comunidades que más resintió los ataques y efectos del
comité de actividades antiamericanas fue la comunidad artística,
escritores, pintores, actores, directores de teatro y de cine. Y una
mujer que se enfrentó al comité fue la escritora Lillian Hellman.
Lillian Hellman nació en Nueva Orleans el 20 de junio de 1905, en el
seno de una familia judía. Durante su infancia vivía seis meses en Nueva
Orleans en casa de unas tías paternas y seis en Nueva York al lado de
su padre. Inició su instrucción universitaria en la Universidad de Nueva
York para abandonarla tras dos años de estudios. En 1925 se casó con el
dramaturgo Arthur Cober, del que se divorció en 1932, aunque no vivían
juntos. Hellman viajó en 1929 a Europa y en Alemania se asoció a un
grupo Nazi creyendo en la parte supuestamente socialista del partido,
pero pronto descubrió también la parte anti semita y regresó de
inmediato a su país. En 1931 Lillian conoció al escritor Dashiell
Hammett, con quien mantuvo una amistad y relación amorosa durante los
siguientes 30 años, hasta la muerte de Hammett en 1961. En 1937 Hellman,
como otros escritores de izquierda viajó a España, donde se unió por
unas semanas a las Brigadas Internacionales, que apoyaban a los
republicanos en su guerra civil contra el General Francisco Franco. Tras
unas semanas de viaje y una transmisión radiofónica, bajo un Madrid que
era bombardeado por los franquistas, que de acuerdo con el escritor
Langston Hughes fue extraordinaria, Hellman regresó a los Estados
Unidos. A partir de 1938 atendió a algunas juntas del partido comunista.
Convencida de que la política no era lo suyo abandonó el partido dos
años después para continuar su labor como dramaturga y guionista
Ya desde 1934 Hellman había triunfado en Broadway con la obra La Hora de los Niños,
una polémica obra acerca de una estudiante que acusa a dos de sus
maestras de ser lesbianas, cuando la farsa se descubre es demasiado
tarde una de las maestras ha sido despedida y la otra se ha suicidado.
Su trabajo como guionista de cine era reconocido también. Cuando
McCarthy y el comité de actividades antiamericanas comenzaron su cacería
de brujas, los dueños de Columbia Pictures ofrecieron un contrato por
varios años a Hellman que incluía una clausula de lealtad que ella
consideró que violaba sus derechos de libre asociación y de expresión,
también debía firmar una declaración donde ella afirmaba no haber
pertenecido nunca al partido comunista, así como nunca haberse asociados
con personas extremistas o subversivas, lo que implicaba renunciar a
Dashiell Hammett. Hellman se negó a hacerlo y perdió el trabajo. Unos
meses más tarde algunos directores de cine le confesaron que era
imposible contratarla porque se encontraba en la lista negra.
La famosa lista negra incluía a personas como Dashiell Hammett,
Bertolt Brecht, Charlie Chaplin, Dolores del Río, J Robert Oppenheimer,
físico y cabeza del famoso Proyecto Manhattan que desarrolló la bomba
atómica. Arthur Miller, Lena Horne, Artie Shaw, compositor de Jazz,
Edward G. Robinson entre miles de hombres y mujeres de todos los
ámbitos. Una vez marcados, muchos perdieron sus empleos y tardaron años
en recuperarlos. A Hammett además de la cárcel, se le prohibió cobrar
las regalías de sus exitosas novelas policiacas. Durante esos años
Lillian se hizo cargo del escritor. Finalmente en 1952, Hellman fue
citada a comparecer ante el comité de actividades antiamericanas. Las
audiencias ante dicho comité del senado eran más perecidas a una
confesión donde los indiciados eran exhortados a dar más nombres de
probables enemigos de los Estados Unidos. Lillian hizo caso omiso a su
abogado y decidió no resguardarse ante la quinta enmienda constitucional
de los Estados Unidos que impide a cualquier ciudadano pueda auto
incriminarse con su testimonio, a diferencia de muchos otros ciudadanos
que aparecieron ante dicho comité.
“No es mi deseo acogerme a este privilegio.” Declaró en una carta enviada a los miembros del comité.
“Estoy lista y deseo testificar ante los representantes de nuestro
gobierno, acerca de mis propias opiniones y actos, sin importarme las
consecuencias que ello pueda tener para mi persona… Mi abogado me ha
dicho que al contestar cualquier pregunta acerca de mis acciones, habré
renunciado a los derechos con los que la quinta enmienda me protege, y
puedo ser forzada legalmente a contestar cualquier pregunta acerca de
otros. Esto es muy difícil de entender para el ciudadano común. Pero
existe un principio que me es muy claro: No estoy dispuesta, ni ahora,
ni en el futuro a crearle problemas a la gente con la que me relacioné
en el pasado y que es totalmente inocente de de cualquier comentario o
acción por mi parte que haya sido desleal o subversivo… lastimar a gente
inocente a quien conocí hace muchos años para salvarme, para mí, es
inhumano, indecente y degradante. No puedo y no ajustaré mi consciencia a
la moda de este año. A pesar de que hace mucho llegué a la conclusión
de que la escena política no es para mí y no me encuentro a gusto bajo
ningún partido político.
Fui instruida en la mejor tradición de valores de nuestro país, y
ciertos principios me fueron inculcados desde casa: Tratar de de decir
la verdad, no dar falsos testimonios, no lastimar a mi prójimo, ser leal
a mi país, así como muchos otros. En resumen, respeto estos principios
de honor cristiano y he tratado de seguirlos de la mejor manera. Creo
que ustedes también están de acuerdo con estas reglas sencillas de
decencia y no esperan que viole la tradición americana de la que
emergen. Por lo tanto, hablaré ante ustedes únicamente de lo que a mí se
refiere.”
Su actitud dividió opiniones y aunque algunos de sus críticos
reconocieron el valor y la gracia de ssu acciones el FBI incrementó la
vigilancia sobre la escritora. Aunque a diferencia de muchos otros
Hellman no fue apresada y salió de su país por una temporada. En 1955
el nombre de Hellman fue borrado del las listas de máxima seguridad del
FBI, pero aun así se le siguió vigilando durante los sesentas y los
setenta, sospechosa por formar parte de grupos en contra de la guerra de
Vietnam y a grupo de la Nueva Izquierda.
En esas décadas Hellman escribió tres libros de memorias; Una mujer inconclusa, Pentimento y Tiempo de canallas.
Una de las historias de Pentimento fue llevada al cine en 1977, con el nombre de Julia y
Vanessa Redgrave ganó un Oscar por su actuación y el derecho a no ser
nominada nunca más por hablar a favor del pueblo Palestino en su
discurso de aceptación del premio. Durante la misma ceremonia Lillian
Hellman fue la encargada de entregar el Oscar al mejor documental:
“Hubo una época en la que fui un miembro respetable de esta
comunidad. Respetable no significa necesariamente que me bañara a diario
cuando estaba sobria, escupía sólo de manera intencional, y pronunciaba
mal algunas palabras en francés. De pronto, aún antes de que el senador
McCarthy, sacara su hacha oxidada y envenenada, yo, así, como muchos
otros dejamos de ser bienvenidos por los dueños de esta industria…esos
mismos que enfrentaron los irracionales cargos de McCarthy con la
fuerza y el valor de un tazón de puré de papas. No me arrepiento de nada
en aquellos años. Tal vez nunca lo lamentas cuando sobrevives, pero
tengo el escandaloso placer de saber que mi respetabilidad me ha sido
devuelta. Entiendo perfectamente que la joven generación que me invitó
esta noche a estar a aquí es más valiosa por la sola invitación que mi
nombre o mi historia.”
Un último escándalo tuvo que ver con sus libros de memorias, que
fueron cuestionadas por la escritora derechista de la misma edad y sin
tanto éxito curiosamente llamada Mary McCarthy. Quien acusó a Hellman de
falsear todo en sus memorias.
Hellman inició una demanda por dos millones y medio de dólares en
contra de McCarthy. En 1984 Lillian Hellman murió a los 79 años sin que
la demanda hubiera terminado su proceso legal.
Publkicado en thepinkpoint.com.mx el 4 de Octubre de 2012
Foto: Mimimfroufrou.com
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