Inició el proceso de
la licitación que llevará a que los mexicanos tengamos dos nuevas cadenas
nacionales de televisión abierta y una cadena nacional del estado. El reto es
muy claro: contenidos.
Armando Enríquez Vázquez
La semana pasada arrancó el proceso de licitación de dos
nuevas cadenas nacionales de televisión abierta en nuestro país. Este suceso no
se daba desde 1993, cuando se licitó IMEVISION. Dos hechos surgieron de dicha
licitación. La creación de Televisión Azteca y por lo tanto la consolidación de
un duopolio en materia de televisión abierta en México y por otro lado la
desaparición de una cadena nacional de televisión abierta propiedad del estado
mexicano.
El final de IMEVISION, fue el final de muchas corruptelas,
pero también de propuestas diferentes a las de Televisa en cuestión de oferta
de entretenimiento para los televidentes mexicanos. Baste recordar que José
Ramón Fernández, su propuesta deportiva y su crónica que confrontó al monopolio
otorgado por Luis Echeverría a Emilio Azcarraga, cambiaron la forma de hacer,
ver y narrar los deportes y en especial el futbol en nuestro país. Es cierto
que en los últimos 20 años y en especial durante los gobiernos panistas la
oferta de las dos televisoras públicas que al menos se ven en el Valle de
México; Canal 11 y Canal 22 se enriqueció y propuso opciones interesantes a los
televidentes, lo apabullante es que el regreso del PRI a los Pinos y el
nombramiento de los actuales funcionarios que dirigen ambas estaciones de
televisión pública han demeritado lo que se hizo en los dos sexenios anteriores
a partir de una programación poco interesante y creativa, muy similar a aquella
de la televisión pública de los años setenta y ochenta del siglo pasado.
Ni que decir de los sistemas de televisión pública de los
gobiernos de los estados que amarrados por presupuestos raquíticos y los egos
inmensos de los gobernadores son sólo una carga a los erarios locales y una
molestia más para el televidente que tiene que saltar una señal más con el
control remoto.
Hoy la televisión abierta en general se encuentra en un
estado de lenta agonía provocada por ella misma. Por un lado la televisión del
estado sin una propuesta atractiva para
el espectador y por el otro, la televisión comercial de nuestro país incapaz a
lo largo de décadas de superar fórmulas que resultan poco atractivas a los
jóvenes, más cuando esos mismos espectadores tienen hoy al alcance de su Tablet un mundo de
entretenimiento por disfrutar. Series, webseries, videoblogs que hablan en su
idioma, no me refiero al únicamente a contenidos en español, que responden a
sus intereses y los temas que les llaman la atención.
Existe una línea muy clara entre la televisión comercial y
la televisión pública. Por un lado horas de televisión chatarra, con personajes
y conductores nefastos, contenidos que nada aportan al espectador y por el otro
una televisión que por aburrida no la ve nadie a pesar de la calidad de los
contenidos, una televisión que a veces no se cansa de emular el éxito de
Cristina Pacheco y Aquí nos tocó vivir
con historias de peluqueritos y carniceros de barrio, sin que se atreva, tal
vez por su carácter de estatal, o tal vez porque en el fondo hay un Ismael
Rodríguez en el alma de todo productor y director de televisión pública que le
silba al oído como Pedro Infante a su Chorreada
a ver tras el lente de la cámara más allá de Nosotros los pobre y jodidos mexicanos que anhelamos que la familia
Azcárraga y sus sátrapas ejecutivos nos den la programación que nos merecemos.
Nuestra televisión pública muchas veces no va más allá de los
talk shows, por baratos y sencillos de producir. Pero está muy lejos de
competir con otras televisoras públicas mundiales como la BBC o TVE donde
además de los contenidos culturales y los noticieros, el entretenimiento forma
parte esencial de su producción. Basta ver la trascendencia de Dr. Who a nivel internacional o las
estupendas series como Isabel o Los Misterios de Laura, hoy comprada y
tropicalizada por NBC.
Todavía más triste que la postura de los directivos de
Televisa o Azteca que se niegan a ver más allá de su avaricia y de la nula imaginación
de sus coordinadores, directores o gerentes de contenidos, es ver como lo que
debió de haber sido una propuesta fresca con la creación de un nuevo canal
metropolitano privado a mediados de la década pasada, que sin pudor se ostenta
como Cadena 3, sin realmente ser hasta el momento una cadena, no haya hecho
otra cosa más allá de copiar los peores programas del duopolio y tratar de
gastar lo menos en programación comprando series, películas y programas vigentes
hace cuarenta años.
El secretario de comunicaciones Gerardo Ruiz Esparza nos
informó la semana pasada que entre 5 y 10 empresas son las que se encuentran
interesadas en participar en la licitación. Vago dato, pero lo que es claro es
que a diferencia de otras épocas cuando grupos extranjeros de
telecomunicaciones se vieron interesados en invertir en los medios nacionales,
hoy la oferta es únicamente de grupos mexicanos.
Aquellos grupos que sean los ganadores de esta licitación
deberán enfrentar no solo al duopolio,
estarán en la obligación moral ante los mexicanos de demostrar porque y para
qué querían la tener una cadena nacional. Ya que las leyes secundarias de la
reforma olvidaron incluir normar los contenidos y la producción a los canales,
esperemos que los nuevos concesionarios estén conscientes de que es la oferta
de entretenimiento alejado de los actuales conceptos de Televisa y Azteca los
que los puede llevar a ser líderes en ese mercado tan amañado. Lo que puede
hacer que los años finales de la televisión abierta en México sean recordados
con gusto.
Por su parte el OPMA (Organismo Promotor de Medios Audiovisuales,
ya convertido en el Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, gracias a la reforma en telecomunicaciones
está destinado a convertirse en una nueva IMEVISION, es decir en la cadena de
televisión abierta del estado mexicano y surge con esto una nueva posibilidad
de crear series y programas alejados de lo que se produce actualmente en Canal
11 y Canal 22 que se encuentra completamente alejado una televisión pública o
cultural moderna.
Hace muchos años que no veo más que los partidos de futbol
americano por televisión abierta. Conozco algunas de las series que produjo el
Once por que las vi en DVD, lo mismo que el buen intento de Azteca con Drenaje Profundo. Del 22 he visto La Dichosa Palabra y una serie sobre
teatro en la que llenan gradas de acarreados como lo hacía Javier Solórzano en
los ochenta en el canal trece.
Mucha de la programación es comprada por barata y efectiva
en el malinchismo nacional.
El 22 y el 11 pueden mantener los perfiles que los
funcionarios que los dirigen quieren manejar, al fin y al cabo son en el mejor
de los casos canales de nicho, cualquiera que este sea, pero el OPMA deberá
demostrar que en ese mover a México también se trata de mover lo que el estado
entiende por entretenimiento con una cadena fuerte y atrevida, capaz de
enfrentar lo que cualquiera de las otras cuatro cadenas le ponga a la misma
hora.
Pronto habremos de verlo.
publicado en blureport.com.mx el 10 de septiembre de 2014
imagen:twigis.com
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