Los premios más allá del efímero prestigio y el dinero que representan, no tienen ningún peso sobre el valor verdadero de la obra.
Armando Enríquez Vázquez
En una era de que decir multimedia es referirse a todo y a
nada, pareciera que los miembros del jurado del Premio Nobel de Literatura han
perdido en el cajón de la modernidad el significado de la palabra Literatura.
No es que siempre hayan sido los más acertados, y sabemos bien
que en cuestión de gustos se rompen géneros y su omisión de grandes escritores
como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Louis Ferdinand Celine, Italo Calvino y
otros grandes escritores ha sido reivindicada por la historia y los lectores,
mientras la academia premiaba a políticos como Winston Churchill y personajes
menores de la literatura.
Pero nadie es perfecto y menos a los ojos del otro.
Más allá de eso, esperar cada otoño el nombramiento del
ganador del Premio Nobel guardaba, para mi lector, la magia de descubrir
nombres de nuevos escritores o la alegría de ver a un escritor de mi gusto
recompensado, como quien ve a un querido amigo ser reconocido y así me pasó con
Gunter Grass, Mario Vargas Llosa, Harold Pinter, Octavio Paz o Seamus Heany.
Gracias al Nobel he conocido escritores maravillosos como Kenzaburo Oé o
Wislawa Szymborska.
Sin embargo, estos dos últimos años, debo reconocer, que me
he quedado con amargo regusto ante la noticia del ganador de este premio. No por
demeritar la importancia de la obra de Svetlana Aleksiévich, la cual debo
reconocer no conozco. Así como tampoco la de Bob Dylan, músico al que admiro
desde la adolescencia y forma parte del soundtrack de mi vida, sino porque la Academia
ha decidido por personas que no son literatos en el más estricto sentido de la
palabra.
Sabemos que los premios más allá del efímero prestigio y el
dinero que representan, no tienen ningún peso sobre el valor verdadero de la
obra, que no son más que buenos pretextos para celebrar el trabajo de una
creación y darse un respiro para continuar. Lo preocupante es que un organismo
del prestigio de la Academia Sueca, haya decidido borrar de manera tácita la
palabra Literatura de su vocabulario.
El hecho de que tanto Aleksiévich, como Dylan escriban no
los convierte en autores de Literatura. Aleksievich es una aclamada periodista
bielorrusa cuyo mérito en la literatura es nulo. El periodismo es un oficio moderno
que tiene como fin divulgar la verdad a través de la palabra escrita, pero no
eso no lo convierte de ninguna manera en Literatura. La Literatura es una de
las bellas artes y como tal una forma de expresión cuyo único fin se encuentra
en sí misma a diferencia del periodismo que utiliza la palabra para alcanzar su
fin. La Literatura no necesita ser clara, ni concisa. No pretende en el peor de
los casos alcanzar de un sólo impacto a las masas. La literatura abreva en las
aguas que ella misma crea y en ella se nutre y crece. No necesita, ni busca
divulgar nada, más que a sí misma.
En el caso de las letras de las canciones de Dylan, por más
elementos poéticos que lleguen a contener, unicamente están completas con la
música que forma parte indivisible de la creación de Dylan, una obra no se
puede desmantelar para utilizar la parte que se necesita para justificar una
acción como la asignación de un Premio. Dylan ha escrito dos libros, una novela
en 1971, titulada Tarántula y la primera parte de su autobiografía a la que
llamo Crónicas en 2004, escritor pero no merecedor por dos títulos al Nobel de
Literatura.
Hay quienes piensan y más hoy en un mundo multidisciplinario que la línea entre el periodismo o la escritura de letras musicales y la
literatura es muy delgada. Lo cierto es que en tiempos de lo políticamente correcto;
satisfacer a las mayorías, disfrazarse de progresista, hacer voltear a las
mayorías hacía a un premio que no tiene y no tendría por qué satisfacer las
expectativas de las mismas, parecieran razones suficientes para que la Academia
Sueca decida borrar la palabra Literatura.
Desde mi punto vista,
el Nobel ha traicionado por dos años consecutivos, aunque no por primera vez,
el valor y el significado de la palabra Literatura. Ha tergiversado su
significado por así convenir a sus intereses políticos o populares. Con la
aprobación de algunos escritores, me pregunto ¿qué dirían si esta actitud se
comienza a convertir en tendencia y los premios más importantes de Literatura
comienzan a otorgarse a cantautores?
Me encantaría ver un Grammy a un escritor, bajo la misma
lógica absurda de lo interdisciplinar, Un Pullitzer a un documentalista y cómo
reaccionarían las comunidades de la música o periodística frente a este hecho.
Bob Dylan es un trovador y uno de los mejores en la historia
contemporánea de la música son duda alguna pero no es un escritor.
Y así, la Academia Sueca despreció por segundo año consecutivo a
la Literatura.
publicado en blureport.com.mx el 14 de octubre de 2016
imagen: DeathtoStock.com
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