miércoles, 16 de agosto de 2023

Oppenheimer; Una biopic sobre la mediocridad norteamericana.

 


La brillante carrera de uno de los físicos más importantes sirve, una vez más, para reflexionar sobre la mediocridad del norteamericano medio.

Armando Enríquez Vázquez

Christopher Nolan es un director de altibajos, sobrevaluado para mi gusto con su saga de Batman, Tennet y Dunkerke son dos tabiques, pero que ha creado cintas de gran calidad como Memento, The Prestige e Interestelar.

Oppenheimer su más reciente película es una mezcla.

Como en muchas de la cintas de Nolan lo primero que resalta es la gran cantidad nombres de actores de primera que desfilan a lo largo de las 3 horas, incluso el ridículo papel como Harry Truman en el que aparece el gran Gary Oldman.

Esta no es la historia de un momento en la historia, ni de la carrera contra los alemanes por lograr la primera arma de muerte masiva. Es la historia del triunfo de la mediocridad y la ignorancia, sobre la razón. Oppenheimer es una ficción que en el mejor de los casos funciona como ensayo.

La cinta está basada en dos actuaciones y dos personajes; Cillian Murphy en el papel de Robert Oppenheimer y Robert Downey Jr. como el mediocre burócrata Lewis Strauss, quienes llevan a la columna vertebral de las tres horas.

Downey Jr. brinda una de las mejores actuaciones y caracterizaciones de su carrera, el contenido político sólo explota al final, cuando no logra su objetivo en el gobierno, pero capaz de disimular su fracaso. El político, como sucede con todos los de su especie, sonríe con aire triunfal frente a los reporteros.

El éxito del trabajo de Nolan radica en haber orquestado de la mejor manera la biografía del científico, su época, el desconocimiento de la radiación y sus efectos secundarios, con una reflexión sobre el poder de los políticos y la envidia de aquellos que anhelan los triunfos ajenos. La mediocridad que esconde nuestra noción de democracia, en la que cualquiera puede querer enjuiciar las acciones del otro, simplemente por desconocer el tema, ser incapaz de entender la idea y sus bases racionales, o simplemente porque no coinciden con la idea propia. En una de las secuencias de la audiencia en contra de Oppenheimer en la que se le acusa de comunista, el científico defiende y diferencia de manera perfecta su posición frente a las ideas comunistas norteamericanas y sus diferencias, de acuerdo con él, con el comunismo soviético, mientras el fiscal de la causa insiste en rasar al comunismo.

Nolan incluye en la película de manera muy sutil la teoría de que la amante de Oppenheimer, Jean Tatlock ( Florence Pugh), ella sí era miembra del partido comunista y mantenía comunicación con el partido ruso, fue asesinada por los miembros de seguridad del Proyecto Manhattan y no se suicidó.

La cinta a través de la vida del brillante físico, sirve para reflexionar sobre el siglo en el que Estados Unidos se impuso como la policía de mundo, y todas las contradicciones que vivió esa nación desde los empresarios voraces que han predominado a lo largo de cien años, los políticos mediocres, corruptos, arrogantes y miedosos, así como sus intelectuales, artistas y científicos rebeldes y contestarios y su descalificación desde la idea falaz de la democracia y la validez de la opinión mayoritaria.

Mientras Oppenheimer está preocupado por encontrar las correspondencias entre su pensamiento ético y la necesidad de Estados Unidos de ganar la guerra a los alemanes y ante todo a los Nazi, Strauss es únicamente un burócrata mediocre, sólo se interesa en él y los reflectores que lo rodean.

Oppenheimer me recuerda a muchas de las películas de Milos Forman donde los personajes excepcionales sirven para remarcar la mediocridad en la que estamos hundidos. Y otras como Good Night and Good Luck de George Clooney que también señala a ese momento vergonzante en la historia moderna de Estados Unidos cuando dos hombres obsesionados con sus complejos Edgar J Hoover y Joseph McCarthy crearon su propia guerra de represión al ser incapaces de debatir con ideas y argumentos.

Tres horas tal vez es mucho tiempo y la cinta se estanca por momentos en su narrativa, al no avanzar y algunos de sus personajes como la Kitty esposa del científico, interpretada por Emily Blunt, resultan planos y que poco aportan a la cinta. Un papel insípido y sin mayor impacto en la cinta a diferencia de la amante Jean Tatlock que es un personaje que desde un inició intriga y se vuelve empático.

Especial es el caso de Albert Einstein (Tom Conti) quien en una la secuencia en la que es presentado parece un personaje intrascendente, sin embargo cuando al final se revela aquel primer encuentro la fuerza del alemán es impactante. 

En ese sentido a Nolan le falta autocrítica y síntesis, su amor por los personajes de Oppenheimer y Strauss, lo hace olvidar el peso de otros.

Oppenheimer es una cinta que vale la pena ver por no quedarse con el gusanito, como otras cintas de Nolan muestran maestría de la dirección, pero una frialdad y longitud poco excesivas.

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