Una de las mejores series de la década llego a su final y como todo viaje el fin se encuentra en el punto de inicio.
Armando Enríquez
Vázquez
Terminó una de las más sui
generis series de la televisión norteamericana. A lo largo de seis
temporadas acompañamos a los Jennings en su falsa vida en los suburbios de
Washington, donde junto con sus hijos vivían la vida del american dream. La familia ideal de cuatro a los que sólo le falta
un perro.
Los Jennings, Elizabeth y Philip, son un matrimonio
propietario de una agencia de viajes. Paige y Henry son los hijos adolescentes
del matrimonio. Estos podrían ser los clásicos protagonistas de un sitcom y el
nombre de la serie hacer referencia a una familia casi como la de Married with Children. Nada más alejado
de la trama de la serie, porque en realidad Elizabeth y Philip no son
norteamericanos, son un par de espías soviéticos incrustados en la sociedad
norteamericana desde su juventud, son un matrimonio arreglado en las oficinas
de la KGB y como muchas otras parejas infiltradas, de acuerdo con la serie, en
la clase media norteamericana, dedicados a conseguir secretos militares de
Estados Unidos y eliminar aquellos que han huido de la Unión Soviética. El
problema que se plantea en la primera temporada por un lado implica a un nuevo vecino
en el barrio; Stan Beeman, un agente del FBI, pone a los Jennings en alerta.
Además, después de tantos años en Estados Unidos y dos hijos nacidos en el
territorio yanqui Philip se cuestiona si ha llegado el momento de desertar y
volverse norteamericano. Mientras que Elizabeth se mostrará como una patriota
convencida de su causa a pesar de no haber pisado la Unión Soviética en
décadas. La serie se ubica en los años ochenta del siglo pasado, en la
presidencia paranoica de Ronald Reagan y los días finales de la Guerra Fría.
Elizabeth Jennings interpretada por Keri Russell y Phillip
por Mathew Rhys sobreviven a lo largo de seis temporadas a diferentes misiones que
habrán de separarlos más y más desde el punto ideológico y emocional. Sólo para
encontrar al final de la serie qué Destino y vida real no tienen nada en común
y la mayor parte de las veces se contraponen. Qué el amor de uno por el otro no
tiene porque ser correspondido de la misma manera y con la misma intensidad.
Qué entre la patria y la familia, la verdad y la traición siempre existen
opciones que no se tiene contempladas.
Uno de los personajes más interesantes de toda la serie y
con uno de los desarrollos más extraordinarios en la serie es Paige Jennings
(Holly Taylor), la hija mayor del matrimonio de espías. Paige una típica
adolescente norteamericana comenzará a sospechar que algo sucede al interior de
la familia que no es normal, ni común. En su crisis de rebeldía y para molestia
mayúscula de Elizabeth, Paige se volteará a la religión y formará parte de una
de las tantas ramas protestantes del cristianismo. Pero cuando llega el momento
en que los Jennings entreguen a uno de sus hijos al servicio de la Unión
Soviética, será Paige y no Henry la elegida. Paige entonces sorprendida por una
verdad que la sobrepasa viajará a Alemania Oriental con Elizabeth paras conocer
a su moribunda abuela. Paige confrontada y agobiada por la mentira que la rodeo
toda su vida terminará por aceptar su destino y comenzará su entrenamiento para
formar parte de una nueva generación que pueda espiar a los americanos desde
los puestos más cercanos al Capitolio. Mientras que Henry llegará hasta la temporada
final sin conocer la identidad de su familia, protegido por los tres cada quien
con su propio argumento acerca de porque se debe mantener a Henry al margen de
la historia. Y mientras transcurre la presidencia de Reagan y la paranoia crece
en ambos lados de la frontera, llegaremos a la temporada final con la llegada
de Gorbachov al poder en la Unión Soviética y posibilidad de la Glasnot que no
se veía bien al interior de la muchos de los más importantes cuadros del poder
en la Unión Soviética.
Claro que a lo largo de la serie existen otras líneas
argumentales que van delineando a los personajes y sus motivaciones, mientras
Elizabeth y Philip disfrazados con pelucas, lentes, bigotes y barbas, prótesis
faciales se sumergen en sus misiones al tiempo que intentan pasar por una
familia típica norteamericana para no despertar sospechas, El agente Beeman y
los investigadores del FBI tratan de hacerse de informantes rusos al interior
de la embajada que los ayuden a establecer la veracidad de la existencia de
espías infiltrados entre la población civil
y desenmascararlos. Esta operación llevará a Beeman a enamorarse de una
rusa trabajadora de la embajada, a perder su matrimonio, a acercarse a Philip
Jenkins como amigo y su hijo Henry para sustituir un poco al hijo de su
matrimonio que en un principio del divorcio de Beeman se va con la madre. Pero
Beeman también será un traidor y sus promesas falsas se convierten en la muerte
de seres queridos.
Al interior de la embajada rusa también se desarrollan
diversos hilos dramáticos siendo el más importante la historia de Oleg Burov,
interpretado por el actor Costa Ronin, el hijo de un alto miembro de la
jerarquía soviética hará que su carrera se vea truncada y obligado a regresar a
Moscú. Por su relación con el agente Beeman y que habrá de regresar a
Washington a detener un posible atentado que tiene como objetivo el acabar con
la credibilidad de Gorbachov al interior de la Unión Soviética.
Las paces nunca quedan hechas a ningún nivel en los
personajes de la serie, son marionetas conscientes o inconscientes de serlo.
Son pocos los que pueden hacer uso de su libre albedrio y algunos de ellos se
engañan con hacerlo. Todo mundo tiene que responder a un superior o es objeto
de espionaje sin saberlo.
Los Americanos es
una serie nostálgica y romántica en el sentido de la idealización, no siempre
para bien, de una de las épocas más engañosas de la humanidad en la que todos
decían que estaban bien, en que todo parecía estar bien, pero la paranoia, el
hambre de poder, la desconfianza y la radicalización de educada de las
ideologías estaban en el subtexto del comportamiento de la humanidad. De este
lado del Muro, los malos eran comunistas, se comían a los niños y no permitían
los conciertos de Rock y mucho menos el deleite de la Coca Cola. De aquel lado
del Muro los capitalistas eran los malos, se comían a los niños y promovían una
cultura vacía basada en el consumismo y la individualidad. Los Americanos habla de una manera disfrazada acerca de esos
malvados rusos y su oposición a la libertad a través de dos personajes
carismáticos y con los que como espectador es difícil no ser empático.
Las sospechas de Beeman en la temporada final acerca de su
mejor amigo y su familia, La lucha intestina por la libertad en la Unión
Soviética y la transformación ideológica para que los espías encubiertos no
advirtieran que su trabajo se había convertido en parte de una guerra civil que
nada tenía que ver con la patria. La confrontación final entre los Jennings y Beeman
y éntrelos Jennings como familia marcan un final que se convierte en un trágico
errar circular. La Odisea oscura.
Seis temporadas llenas de emoción, de cinismo, lealtades, de
traiciones, de un trabajo que aniquila sentimientos y promueve falsos valores
de un lado y del otro del muro. La pregunta que flota al final ¿Es a familia
más importante que la patria o la patria es más valiosa que la vida? ¿Dónde
está la patria? Pero más importante esa idea de incertidumbre y temor que nos
encanta en la democracia contemporánea en el oeste donde el desconocer
realmente a nuestros vecinos, amigos y compañeros trabajadores crea una
incertidumbre donde anida el miedo, que enriquece cualquier totalitarismo.
Los Americanos es
una serie de diálogos, de acción física e intelectual de los personajes que
tiene su propio paso y que vale la pena ver porque tiene mucho que decir acerca
de muchas cosas, no sólo de espías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario