Los hombres siempre
preocupados por sus máquinas y las velocidades que estas pueden alcanzar,
pasaron por alto un sencillo detalle que una mujer detectó y patentó.
Armando Enríquez
Vázquez
La Guerra Civil había recién terminado en los Estados Unidos
y en el condado de Greene del estado de Alabama, nació Mary Anderson en 1866. Poco
sabemos de esta ejemplar mujer. A los 23 años se mudó con su madre viuda y una
hermana menor a la ciudad de Birmingham también en Alabama, donde la joven
emprendedora construyó una serie de edificios con bastante éxito lo que le
permitió para finales del siglo XIX mudarse a California donde administró un
rancho y un campo vitivinícola.
Pero su gran contribución a la humanidad y ante todo a la
historia automotriz sucedió en el invierno de 1903 cuando Mary se encontraba de
viaje en la ciudad de Nueva York. Ante las inclemencias del tiempo Anderson
observó como los conductores de los trolebuses, tenían que bajar la ventana del
vehículo para limpiar el parabrisas, o asomar la cabeza, incluso detener el
trolebús y bajarse para limpiar el cristal y tener visibilidad.
Entonces se le ocurrió a Mary, diseñar un dispositivo capaz
de limpiar la nieve, el hielo o el agua sin que el chofer tuviera que pasar
tantas molestias y arriesgar su salud. Incluso el diseño de Mary permitía que
el dispositivo pudiera ser removido en las estaciones secas. Diseñó una hoja de
goma que trabajaba con una palanca que se accionaba desde el interior del
vehículo y gracias a unos contrapesos mantenía la presión suficiente para hacer
la presión necesaria contra el parabrisas para limpiarlo.
Ese año Mary llenó las formas y presentó su invento para
patentarlo. La oficina de patentes de los Estados Unidos le otorgó una patente
por 17 años. Sin embargo eran los inicios de la industria automotriz y cuando
Anderson intentó vender su invento se topó, con el escepticismo masculino que
la tildó de loca y a su invento de inservible. El principal argumento en su
contra era que el movimiento del limpia parabrisas distraería a los conductores
y en lugar de solucionar un problema provocaría muchos más por el gran número
de accidentes.
Ignorada por los miembros de la naciente industria
automotriz Mary continúo con sus demás negocios. Por una extraña casualidad y
se dice que sin tener idea del invento de Anderson, Henry Ford instaló un
aditamento similar para algunos de los primeros Modelo T en 1908.
En 1917, curiosamente otra mujer de nombre Charlotte
Bridgewood, una rica empresaria neoyorquina patentó el primer limpiaparabrisas
automático de la historia. Sin embargo a ninguna de las dos mujeres se les ha
hecho la justicia suficiente dentro de la mu machista historia de los
automóviles.
Mary Anderson vivió casi toda su vida en Birmingham, Alabama
y murió en 1953 a los 87 años de edad. En 1922, dos años después de que
venciera la patente de Anderson, el parabrisas se volvió obligatorio en todos
los automóviles producidos en los Estados Unidos.
Publicado en thepinkpoint 13 de Septiembre de 2013
Imagen:herstorynetwork.com
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