Lo que sucedió en
Tepito puede ser una muestra de que otra parte de la sociedad civil no es tan
tolerante como esperan organizaciones no gubernamentales y gobierno juntos.
Armando Enríquez Vázquez
Tepito es el Barrio
Bravo, así es como lo hemos oído designar en las últimas décadas, cuna de
boxeadores, de gente brava, tierra desde hace muchos años de comercio ilegal,
de la fayuca en tiempos cuando el
tratado de libre comercio no existía y en nuestras nuestras fronteras se
impedía el paso de miles de productos, desde chocolates Milky Way, cigarros Moore,
hasta televisores Sony y
Videocaseteras. Hasta hoy que se dice que además de todos los artículos piratas
habidos y por haber se encuentran muchas otras cosas ilegales.
Como sea Tepito es un barrio de gente trabajadora, sin importar
a lo que se dediquen y que no está dispuesta a que nadie interfiera en sus
negocios como lo han demostrado a lo largo de los últimos años al impedir el
paso de las autoridades a la zona causando pequeñas rebeliones urbanas.
Lo que sucedió la semana pasada cuando vendedores
ambulantes y habitantes de la zona agredieron a los maestros CNTE, que
impunemente decidieron marchar por las principales avenidas de la zona, es una
muestra clara de que la intolerancia está creciendo entre los civiles que enfrentan
la intransigencia de los pretendidos maestros.
¿Cuántas veces no hemos escuchado, de boca de conocidos y
extraños, la necesidad de que las autoridades impidan o hagan algo contra las
arbitrariedades de los supuestos maestros? Pero la población en general más
allá de quejarse y de condenar no está dispuesta a enfrentar a los violentos “maestros”
y sus grupos de golpeadores como los que veíamos se disponían a defender el
Zócalo el 13 de septiembre pasado, e incluso habían ya secuestrado un trascabo
de las obras cercanas a su campamento para enfrentar a las autoridades. Nadie
quiere ponerse al tú por tú con personas capaces de mandar a policías al
hospital en estado de coma. ¿O es que nadie tiene el poder convocatoria para
demostrarles a estos señores que estamos hartos de sus arbitrariedades, ya que
las autoridades locales y federales son incapaces de tomar las decisiones
correctas a favor de la mayoría de la ciudadanía? ¿Qué no se supone que de eso
va la democracia? ¿Qué los elegimos para que protejan el bien común?
Los habitantes de
Tepito de una manera violenta llevaron a cabo lo que una gran mayoría de
habitantes de la ciudad y de algunas regiones del país afectadas por estos
órdagos sólo expresamos. Porque a pesar de estar instalados en el comercio ilegal
muchos de ellos, no pueden permitir que problemas que son consecuencia de la
ineptitud de los gobernantes para negociar o aplicar la ley afecten su forma de
vida; su trabajo y sus negocios. Porque no es cómo Miguel Ángel Mancera
pretende a través de fondos contra las marchas como se resuelven los problemas
de la economía de la Ciudad, ya de por sí el país entero está acostumbrado a
vivir a expensas del erario público y en otras ocasiones como lo que sucede en
las costa de Guerrero el dinero federal
tiene que aplicarse ante las tragedias naturales que azotan el país.
Lo de Tepito parece aislado, incluso hay quienes acusan a
golpeadores infiltrados de haber sido los responsables del acto. Lo único que
es claro es que alguien por fin se enfrentó a los maestros con una fuerza en
dirección contraria y de la misma magnitud. Incluso al siguiente día cuando
estos charlatanes decidieron intimidar a comerciantes y amas de casa en un
centro comercial en Buenavista se llevaron algunas rechiflas y mentadas de
madre por parte de los afectados.
Lo que sucedió en Tepito la semana pasada puede ser un
foco de atención para las pasivas autoridades que han permitido el secuestro
económico primero del Centro de la capital y en las últimas semanas en los
alrededores al monumento a la revolución.
Hace muchos años mi maestro de dirección de escena nos
contaba acerca de una puesta escena de la obra El Amante de Harold Pinter que una de sus alumnas había llevado a
cabo en Lecumberri. La obra que narra el aburrimiento de una pareja que se ama
y recurre a los roles y disfraces para mantener su amor. Los reclusos al verse
confrontados por los juegos y los retruécanos que a muchos nos parecen parte
importante de una elaborada, refinada y metafórica trama fue resuelta por los
insistentes gritos de los presos que gritaban: ¡Cógetela!
Lo de Tepito de igual manera es una brutal manera de
regresar a lo elemental. No todos los habitantes de la Ciudad y del país creen
que la solución a ciertos arbitrariedades sea la llamada tolerancia, como
pretenden autoridades y otros organismos sociales, pareciera que dicha palabra
hoy en día para nuestras autoridades es tan sólo un pretexto a su incapacidad,
a su falta de voluntad de actuar como autoridades o lo que sería peor aun a su
protección a ciertas minorías antes de a la mayorías del país que queremos
trabajar en paz.
Publicado en blureport.com.mx el 21 de Octubre de 2013
Imagen: capital21.df.gob.mx
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