En México, debemos de plantearnos hasta donde tenemos que presionar para que los gobernantes y funcionarios públicos actúen conforme a la ley.
Armando Enríquez Vázquez
Tras el besamanos del 2 de septiembre en Palacio Nacional
sólo queda un doble mal sabor de boca y no puedo decidir cual deja el peor
regusto; si el cinismo del presidente Enrique Peña Nieto que tras un discurso
lleno de demagogia, populismo, decide atacar al populismo y la demagogia. Un
discurso donde el presidente habló de transparencia y de los nuevos negocios para
el grupo en el poder que en su momento el secretario de la función pública habrá
de legitimizar con una investigación amañada como la que llevó a cabo en con el
asunto de la Casa Blanca.
O el servilismo y actitud agachona de todos aquellos que
asistieron a Palacio Nacional a actuar de paleros del presidente. Secretarios
de estado, gobernadores, empresarios que son incapaces de articular un dialogo
critico frente a la figura presidencial. Porque el presidente es sordo, ciego y
muy hablador. El país no crece, no avanza y las palabras infladas del
presidente no resuelven absolutamente nada.
El populismo del presidente habla de los esfuerzos del
gobierno por hacer más con menos en 2016 y sin embargo nada nos dijo acerca de
recortes de salarios en los altos mandos de este país, en una reforma política
que elimine diputados y senadores plurinominales, nada se dijo de la reducción
del aparato burocrático corrupto y opaco que durante décadas a sangrado la
economía del país, nada dijo el presidente acerca de la eliminación del fuero
que ha convertido a tantos legisladores, funcionarios y jueces en criminales
con permiso. No nos dijo que tenga planes de recortar la inversión en la
propaganda con la que su gobierno calla a dueños de medios y donde la
transparencia del servilismo de la gran mayoría de los medios es directamente
proporcional a esa inversión oficial en sus tiempos aire o páginas de los
diarios. No nada dijo de eso pero si hablo de un tema de finales del siglo la
salvación de dos especies del Golfo de Cortés;
la vaquita marina y la totoaba.
El presidente sí dedicó sin embargo un par de líneas a las
redes sociales, y se refirió a ella como hace cincuenta años se hablaba de la
amenaza comunista; como un lugar de falsas salidas. Ante la incapacidad del
presidente de tolerar el aspecto democrático de las redes sociales que da
espacio y lugar a las voces de todos tonos, matices y radicalismos, pero lo
único que no puede negar el presidente y sus asesores es la incapacidad para
poder ganar ese espacio por parte de él y de su partido. Más allá de los
autoelogios de un presidente que convierte cada uno de sus actos en una más de
sus torpezas virales, no existe una manera que el o sus asesores entiendan el
poder de las redes sociales.
México no dejará de ser un país tercer mundista, en tanto en
el congreso existan voces retrogradas como las de la bancada priísta que no
tolera las voces disidentes de la supuesta oposición. El discurso stalinista de
la diputada del PRI Yulma Romero frente a la propuesta del Perredista Jesús Zambrano
sólo demuestra su incapacidad para coordinar y ese espíritu priísta de no saber
perder, de no reconocer y de ufanarse de su prepotencia, que se reafirma cuando
al día siguiente el coordinador de la bancada priísta en San Lázaro sale con
una disculpa tonta y conciliatoria que como siempre contradice sin pudor las
acciones y palabra de su partido y sus miembros.
En estos últimos meses cada vez que Enrique Peña Nieto habla
de populismo y demagogia, me parece notar que un hilo de sangre le corre por la
boca. Más allá de si escuchamos o no su oratoria populista y demagógica, es el
momento de voltear y ver que está pasando no muy lejos de nuestras fronteras.
Frente a un escenario que nos ofrece tres años más de inmovilidad, de
decrecimiento, de corrupción violencia creciente como lo demuestran los
hallazgos diario de fosas a lo ancho y largo del país. Frente a una
partidocracia incapaz de escuchar a los ciudadanos, lo que sucede en Guatemala,
lo que pasa en Brasil son ejemplos a seguir por lo mexicanos.
Cuando a un presidente como Otto Pérez Molina en un país con
una tradición de gobiernos militares y autoritarios renuncia frente a la
presión de los ciudadanos por sus actividades criminales que lo han llevado a
traicionar en su país. En México muchos secretarios y funcionarios traicionan
al país a diario.
En México, debemos de plantearnos hasta donde tenemos que
presionar para que los gobernantes y funcionarios públicos actúen conforme a la
ley, lo que de ninguna manera es populismo, se trata de establecer ese Estado
Derecho que el actual presidente de México tanto invoca y él y sus funcionarios
han sido incapaces de crear.
Mal hicieron Fox y Calderón en hacer del día del Presidente
una reunión de lambiscones que aplauden a tontos y ciegos. Que sano sería para
el país el que el presidente tuviera el valor de plantarse frente a los
diferentes grupos políticos y responder para bien o para mal a todas las
corrientes y no protegido por su séquito de lambiscones y un pódium desde donde
atacar sin atreverse a decir el nombre de López Obrador, acusándolo de lo mismo
que ha sido la base de su administración; el populismo y la demagogia. Mientras
el líder de Morena continua con el mismo discurso de hace quince años, el
presidente apuntala su populismo en los millones de televisiones que regala
para que la gente pueda ver la tele tras el apagón analógico, para que la
propaganda oficial disfrazada de noticias y la que sirve para sostener a los
medios de comunicación llegue directo a los sectores que ellos piensan son su clientela.
Su demagogia en los spots propagandísticos de Mover a México.
Lo preocupante debería ser para el presidente
que nadie le cree, absolutamente nadie. Su incapacidad para mover la opinión de
México y los mexicanos a su favor es más contundente que todas las palabras
vanas que aplauden sus funcionarios.publicado el 4 de septiembre de 2015 en blureport.com,mx
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