Es preocupante como los capitalinos ya nos acostumbramos al mal servicio, Lo damos por un hecho.
Armando Enríquez Vázquez
En días pasados tuve la suerte de sufrir lo que sufren a
diario los usuarios del Sistema de Transporte Colectivo Metro; cuarenta minutos
de espera en lo que se ven pasar convoyes que salen de servicio y la gente se
amontona en los andenes, hasta que a los trabajadores de la estación se les da
la gana dar el servicio, pero eso si todos policías y trabajadores se hacen de
la vista gorda mientras en los andenes se lleva a cabo la vendimia de papas
fritas. Esto en la estación CU cerca de las diez de la noche.
Cuando el Metro se detiene entre dos estaciones por más de
cinco minutos, o cuando se detiene con las puertas abiertas en una estación,
esperando que se atiborren los vagones de usuarios, de lo único que podemos
hablar es de la incapacidad mental de los encargados para crear una logística
que transporte al usuario de manera eficiente. El Metro presumió hace unos días
de haber cumplido 46 años y es la última década que se ha convertido en una de
las vergüenzas de transporte en nuestra ciudad.
Los problemas de los trabajadores se han agudizado en ese
tiempo y a raíz del choque de convoyes del Metro el 4 de mayo pasado, no sólo
se hizo patente la corrupción existente en los altos niveles de la
administración del sistema, si no el contubernio que existe al interior del
sindicato del sistema de transporte cuando tanto su líder sindical, Fernando
Espino, como un grupo de choferes salieron a defender al causante del accidente,
en el que hubo usuarios lesionados, acusando a Joel Ortega y olvidándose del
usuario, Siempre es bueno aclarar que Ortega no es ninguna blanca paloma y como
el chofer del convoy sigue libre y campechano desde su operativo en el News
Divine que culminó en una tragedia.
Ya se fue Ortega, al parecer Espino puso al nuevo director
del SCTM, pues lo destapó antes que el Jefe de Gobierno de la Ciudad lo
hiciera, y el Metro sigue igual; vagoneros, carros sucios, falta de logística
total en la corrida de los convoyes, una serie de dizque trabajadores
sindicalizados que hacen que el Metro no sólo sea ejemplo del pésimo transporte
público de la Ciudad de México, si no que parecen enorgullecerse de eso con sus
actitudes y nula vocación de servicio. Pero lo que es más preocupante es que el
usuario permita que se le trate como se le trata. A pesar de que el costo del
boleto no es real, que el gobierno de la ciudad lo subsidia, aquel que llega al
andén pagó por el servicio y todos los que laboran en el Metro y los aviadores
que tiene el sistema viven del usuario, que además del boleto, paga otros
impuestos que permiten la prebendas y salarios de tanto trabajador inútil.
Es preocupante como los capitalinos ya nos acostumbramos al
mal servicio, Lo damos por un hecho, los trabajadores por su parte no tienen de
que preocuparse, no hay quién los audite, ni existe sanción alguna que los
condene. Son sindicalizados y eso los hace invulnerables. ¿O ya se nos
olvidaron las diferentes imágenes que ciudadanos han compartidos en las redes
de conductores del Metro ebrios sin que la autoridad del Sistema, ni el
gobierno de la Capital haga absolutamente nada? El líder del sindicato ha sido
acusado de desvíos de fondos, meter en la nómina del sindicato a boxeadores,
pero como hasta hoy goza del fuero como asambleísta del DF y coordinador de la
bancada priísta, puede burlarse de la ciudadanía y del tibio Jefe de Gobierno
que ostenta la Ciudad.
Peor aún es el caso del transporte de pasajeros
concesionado, llámense taxis y en especial microbuses donde a la autoridad de
la Secretaría de Movilidad únicamente le interesa mantener la corrupción y muy
poco le atañen la seguridad del usuario y la integridad de las unidades en las
que como ganado es transportado por mozalbetes y otros individuos que
difícilmente podrían obtener una licencia de manejo en cualquier otro país,
pero en la Ciudad de México pueden aspirar a conducir convoyes del metro que es
el único transporte que teniendo la vía libre frena y acelera como un microbús.
Unidades con muchos años de funcionamiento, de las cuales
los dueños ya recuperaron la inversión de su compra con muchos creces y que sin
embargo sucias, con los asientos rotos, llenas de goteras, siguen transitando
ante la complacencia corrupta del jefe de gobierno y sus secretarios de movilidad
y de gobierno.
Ni que decir de muchos de los llamados taxistas que
consiguieron placas por su voto clientelar, y que no protestan contra los taxis
piratas donde ocurre un gran número de asaltos y violaciones pero se quejan de
la competencia de calidad y comodidad que ofrecen Uber y Cabify.
Cuando presumen a la Ciudad de México como un destino
turístico de importancia, ni al jefe de gobierno, ni a su secretario de turismo
se les ocurre pensar en la imagen nacional e internacional que ofrecen los microbuses
ya no sólo por fuera sino por dentro. No existe una norma que regule el
interior de estos transportes del inframundo donde los asientos son de las más
variadas alturas y concepciones.
Yo sé que muchos capitalinos están enamorados de los
gobiernos de supuesta izquierda que desde hace casi veinte años nos gobiernan, pero,
¿no es hora de aceptar que todos ellos se han enriquecido en su ejercicio del
poder, como el PRI en su momento?
Como buenos políticos mexicanos han cobijado y desviado la
atención de las corruptelas de sus compañeros y amigos. Que son los mismos
chapulines chapuceros de siempre, como el caso de Rosario Robles, a quién no le bastó con transar
como jefa de gobierno de la Ciudad en complicidad con su amante Carlos Ahumada,
sino que saltó al barco de Peña Nieto sin pudor alguno ante la promesa de un
hueso desde el que aumentó directamente y gracias a ella la pobreza en nuestro
país.
¿Qué pasaría si un día, sólo un día dejáramos de tomar el
metro, y otro nos olvidáramos de los taxis y uno más de los microbuses?
Únicamente como una muestra nuestra inconformidad con un sistema de transporte
público y concesionado que es un asco, que con la mano en la cintura le paga a
los inspectores y secretarios del DF para seguir operando impunemente, que
lesiona los intereses y la salud de los usuarios; los arrancones y frenadas
abruptas de metro y microbuses afectan directamente la espalda del usuario. De
otra manera este gobierno no va a hacer nada. ¿Por qué de una buena vez no los
empezamos a obligar a que actúen para nosotros que somos los que pagamos sus
sueldos?
publicado en blureport.com.mx el 11 de septiembre de 2011
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