A poco más de dos años de que oficialmente acabe el sexenio, este ya terminó y nadie se atreve a decírselo al presidente que no se quiere dar cuenta.
Armando Enríquez Vázquez.
A poco más de dos años de que oficialmente acabe el sexenio,
este ya terminó. El saldo principal es un PRI debilitado por los excesos
cometidos por sus miembros en el ejercicio de gobierno y la falta de voluntad
de los poderes ejecutivo y judicial para actuar en contra de estos saqueadores
de la nación. La permisividad, la corrupción y la tolerancia burda a la impunidad
de un presidente que se doblega frente a empresas extranjeras y rinde pleitesía
a Donald Trump, ha hecho que la imagen del país se venga por el suelo, que al
asunto de la violencia y el tráfico de drogas se sume la idea de falta de
liderazgo en México por un pésimo actuar en materia de política exterior de
Peña Nieto.
Resultado de este sexenio es una presidencia cuya figura se
ha deteriorado como nunca antes y es cada día menos importante, y por extensión
un presidente al que nadie le cree, al que la iglesia católica, violando la
Constitución ha cuestionado, acusado de traidor y hasta insultado. Al que la
mayoría de los mexicanos repudiamos, un presidente que ha sido abandonado por
sus más cercanos aliados pues, hoy desde las pantallas de Televisa, que lo
crearon, se le cuestiona y se le ataca. Un presidente que se ha visto obligado
a sacrificar a su mano derecha por decisiones que atentan contra la soberanía
del país que supuestamente juró defender y representar. La figura presidencial
ha sido reducida por la manera ineficiente de Peña Nieto de gobernar.
Un presidente cuyo único interés ha sido aprovechar el poder
en beneficio propio, un presidente incapaz de aceptar sus responsabilidades y
que ha puesto a sus secretarios, funcionarios y hasta su esposa a justificar
actos de corrupción que él ha protagonizado.
Un presidente que quieren que le aplaudan, sin querer darse
cuenta más del 70% de los ciudadanos del país reprueban su gobierno, a su
pésima administración del país y en específico a él.
Nunca, desde el surgimiento del PNR y tiempos de la
democracia moderna de nuestro país un presidente se ha quedado tan solo como
Enrique Peña Nieto, con más de una tercera parte del gobierno por recorrer.
Nunca ningún presidente ha sido tan poco popular como el originario del Estado
de México. Jamás un Presidente de origen priísta ha sido tan desdeñado por los
mismos priístas de abolengo como Enrique Peña Nieto.
Sabemos que lo que haga de aquí en adelante Enrique Peña
Nieto, será más que más de lo mismo, pero sin ganas de caerle bien ya a nadie,
lo que lo vuelve más peligroso en el sentido del pillaje que puede efectuar en
contra del país. Los próximos dos años debemos estar pendientes porque la
corrupción del presidente y sus allegados pueden llevar al país a una crisis
económica sin precedentes. Nada le interesa a Peña Nieto más que llenarse los
bolsillos del dinero de los mexicanos como lo demuestra el crecimiento
exagerado de la deuda externa. Un crecimiento que nunca vimos en los doce años
de la oposición en el gobierno y eso que la familia de Marta Fox fue corrupta
hasta la médula.
Enrique Peña Nieto se vio obligado a deshacerse de su
estratega, de su pepe grillo que tan malos consejos le dio y quién no se aplicó
para nada a la hacienda de nuestro país fracasando año tras año en las metas de
crecimiento para México y siempre teniendo los pretextos que señalaban al
exterior como culpable del poco o nulo crecimiento del país, copiando el estilo
de su jefe y culpando a todos los demás como responsables, o tal vez fue él
quien le aconsejo al presidente a pasar la bolita a otros.
Peña Nieto, se encuentra patéticamente solo, su arrogancia
lo llevó a confrontarse al Secretario de Gobernación, a la Secretaria de
Relaciones Exteriores y a quedarse boquiabierto ante el rechazo de Manlio Fabio
Beltrones a formar parte de su gabinete.
Hoy la administración del país quedó en manos de un hombre
de formación panista, lo que de alguna manera deja ver que el presidente ya no
tiene gente a la que considere capaz, entre los suyos, para ser la cabeza de
una de las principales carteras del gobierno.
Solo, patéticamente solo, el hombre que en su sordera y
arrogancia ha secuestrado a su propio partido para entregarlo a sus amigos del
Estado de México que como perritos huérfanos chillan frente los viejos lobos de
mar y de Marx, que son los verdaderos protagonistas de la política nacional.
Se acerca la fecha de donde celebramos la Independencia de
nuestro país y muy probablemente Peña Nieto, como los años anteriores, impedirá
a los mexicanos celebrar la fecha en el centro político del país, para poder
gritar a modo, entre acarreados, las tonadillas que le impone el guión de la
Noche del Grito.
El sexenio terminó, terminó peor de lo que cualquiera pudiera
haber imaginado. Terminó antes de lo que los corruptos miembros del gabinete
esperaban. El gobierno federal ha demostrado a lo largo de estos cuatro años su
incapacidad para gobernar, los hombres del Presidente y el mismo Peña Nieto han
doblado las manos ante las presiones de empresarios y en algunos casos frente a
líderes sindicales y ladrones declarados como Martín Esparza del extinto SME al
que se le otorgó una concesión para generar energía eléctrica.
Peña Nieto que prefirió doblegarse frente a los insultos de
Donald Trump y que en ese sentido no se ha cansado de poner a sus secretarios
de defender lo indefendible, no puede representar a nuestro país y cualquier
discurso que haga a favor de la soberanía y la patria solo serán palabras
vacías en un presidente pusilánime que como un espíritu vagará por los pasillos
del Palacio Nacional y los salones de Los Pinos en los dos años que le quedan
de dizque gobierno.
publicado en blureport.com.mx el 13 de septiembre de 2016
imagen: deathtoStock.com
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