Una de las más
icónicas revistas neoyorquinas que es conocida en todo el mundo nació hace
noventa y dos años cuando un excombatiente de la I Guerra Mundial decidió
editarla.
Armando Enríquez
Vázquez.
The New Yorker, es
sin duda una de las revistas más importantes en la vida cultural de la urbe de
hierro. Pero también es una de las revistas referentes de la cultura, las
letras y la inteligencia norteamericana para el mundo. The New Yorker además ha abrigado en sus portadas a grandes artistas
gráficos de diferentes latitudes, como nuestro maravilloso Abel Quezada que
trabajo en la década de los ochenta para la revista y dibujo más de 12 portadas
para publicación. The New Yorker se ha distinguido por sus portadas sugestivas,
festivas e incluso con un valor editorial. Poetas como William Carlos William,
Ogden Nash, Sylvia Plath o W.H. Auden publicaron en las páginas de la revista. Escritores
de la talla Scott Fitzgerald, Vladimir Nabokov, J.D. Salinger, John Updike,
entre muchos otros colaboraron con cuentos y otros materiales para The New Yorker.
Famosa como Playboy por sus viñetas humorísticas, su textos
literarios, científicos y análisis políticos. Pero, además, The New Yorker contiene una de las
mejores carteleras de lo que sucede en la ciudad de Nueva York lo que la hace
atractiva tanto para el habitante de la Gran Manzana como para el turista que
la visita. Tan afamada publicación surgió de la mente de un veterano de la I Guerra
Mundial, de su esposa, un socio inversionista y otros entusiastas hace ya casi
un siglo.
Harold Wallace Ross nació el 6 de noviembre de 1892 en
Aspen, Colorado. Cuando tenía la edad de ocho años y por una crisis económica
en la zona la familia de Ross, se vio obligada a mudarse y deambular por el
oeste americano, hasta que finalmente se establecen en Salt Lake City. A los
trece Ross abandonó la escuela y se dedicó de lleno a su pasión; el periodismo.
Incluso huyo del hogar familiar para refugiarse en Denver en casa de un tío y
trabajar en la prensa de la ciudad. Regresó al seno del hogar familiar pero ya
no regresó a la escuela y trabajo en un diario local de Salt Lake City, durante
la siguiente década trabajo en diferentes periódicos en Atlanta, Sacramento,
Nueva Orleans y Nueva Jersey entre otros lugares de Estados Unidos. Al iniciar
el involucramiento de Estados Unidos en la I Guerra Mundial Harold Ross se
enlistó en el ejército, en el ejército participó en la publicación de la
revista Stars and Stripes que hasta
la fecha es la publicación oficial de las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Entre las personas que se encontraban en la publicación,
había una sola mujer llamada Jane Grant, una periodista hecha en Nueva York de
la misma edad que Ross. Al final de la guerra ambos regresaron a Nueva York y
en el histórico Hotel Algonquin crearon una tertulia junto con otros
periodistas y escritores que llego a ser conocida como La mesa redonda del Algonquin. Fue en esas charlas donde surgió la
idea de crear una revista neoyorquina y comenzó a fraguarse la idea de The New Yorker.
Además del ímpetu de Harold y Jane quienes terminaron
casándose en 1920, se requirió de un socio financiero que fue Raoul
Fleischmann. El primer número de la revista salió a la venta el 21 de febrero
de 1925, con un precio de 15 centavos de dólar y una portada que se volvería el
logo de la publicación a lo largo de sus casi cien años de existencia.
La portada muestra a un personaje de cuello estirado y
sombrero de copa, snob, lo que se conocía como un dandy que sostiene en una de
las manos un monóculo con el que pretende observar a una mariposa.
El creador de la portada fue un artista gráfico llamado Rea
Irvin, nacido en San Francisco en 1881. Irvin no solo fue el creador de la
primera portada y actuó de facto como el primer editor artístico de la revista,
a lo largo de más de treinta años, más de 160 portadas fueron creadas por el
artista, si no que Irvin también creo la tipografía que lleva su nombre y
durante 98 años ha identificado a la revista en los puestos de periódicos.
El personaje de aquella primera portada fue bautizado con el
nombre de Eustace Tilley, por Corey Ford, un escritor humorista y colaborador
de la Revista y fue dibujado por Irvin como recurso de último minuto tras que
la portada como un telón abriéndose para dejar ver una silueta de los edificios
de Nueva York era rechazada por Ross. De acuerdo con el colaborador de la
revista Louis Menand, en el número del aniversario ochenta en 2005, la portada
en sí no era más que un chiste sobre que era más efímero si la mariposa o el
pretencioso personaje que la observa. Menand, también cuenta que a Corey Ford
le fue encomendada la tarea de escribir diferentes historias acerca de Eustace
Tilley a lo largo del primer año de existencia de la revista. También, aclara
como al principio no quedaba claro para nadie de que trataba la revista; ni
para el público, ni para los anunciantes y tampoco para el editor y los
colaboradores. Lo cierto es que el primer gran hit de la revista se produjo
tras la publicación del número del 28 de noviembre de ese 1925 cuando un
artículo de la revista llamó la atención de la prensa en Estados Unidos
alcanzando incluso la primera plana de los diarios y la revista por primera vez
se agotó en puesto de periódicos y revistas.
El artículo en cuestión se tituló: Why We Go to Cabarets: A Post Dèbutante Explains. Escrito por Ellin
MacKay. Una novelista y cuentista quien en 1926 se casó con el compositor
Irving Berlin.
Harold Ross trabajaba todo el tiempo. La revista y su
edición eran su verdadera pasión por lo que no solo con el tiempo se divorció
de Jane Grant, si no de las otras dos esposas que tuvo: Marie Francoise Elie,
con quien tuvo a su único hijo y finalmente con Ariane Allen.
Harold Ross fue calificado en vida y ya muerto, por
envidiosos y competidores, como un iletrado, un gamberro con suerte que como el
burro del cuento de pronto había tocado la flauta, que nunca supo cuál era la
finalidad de su revista, ni que rumbo editorial debía tomar, pero lo que sus
más tardíos biógrafos dicen que el verdadero Ross era un hombre de gran talento
y listo para adaptarse a los grandes cambios del siglo veinte, un hombre que no
tenía miedo a que su proyecto evolucionara, en 1929 tras la caída de la bolsa
de valores y la crisis económica la revista estrenó una sección a la que llamó Intenta dormir un poco. Mamá está cerca.
Los cambios editoriales de la revista a lo largo de las décadas en que Ross
estuvo al frente son claros y parecen demostrar esa aceptación al cambió de
Ross que mantuvo y mantienen a la revista a la venta a diferencia de tantas
otras que desaparecen.
Harold Ross murió el 6 de diciembre de 1951 en Boston, tenía
tan sólo 59 años de edad. La familia Fleischmann quedó entonces como única
propietaria de la revista. William Shawn ocupó el lugar de Ross como editor de
la revista de 1952 hasta el año de 1987.
The New Yorker
pertenece desde 1999 al grupo editorial de revistas Condé Nast.
publicado en thepoint.com.mx el 13 de febrero de 2017
imagenes: wikipedia.org
newyorker.com
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