sábado, 23 de diciembre de 2017

La comedia como arma en contra de la estulticia y el poder.



“Aún en las grandes tragedias la ironía pocas veces está ausente”
H.P. Lovecraft.
Una de las tradiciones de la televisión norteamericana se encuentra en los programas conocidos como talk shows y que se programan alrededor de las diez de la noche una vez que el noticiero central de cada canal ha terminado, en estos talk show, el conductor frecuentemente un comediante hace entrevistas y al principio del programa hace un stand up para comentar de manera divertida, ácida y en ocasiones llena de ironía y criticismo los acontecimientos informativos, sobretodo de índole política, del día.
Desde hace siete meses el rating, no sólo en su horario normal de televisión abierta o de paga, sino en sus sitios de Internet, incluyendo canales de Youtube, de los talk show nocturnos de las cadenas de norteamericanas ha crecido de manera impresionante. Millones de personas en el mundo disfrutan de lo que los comediantes a cargo de estos programas tienen que decir acerca del desastre que acontece en Estados Unidos y que encabeza Donald Trump.
Las audiencias ríen y celebran las ocurrencias de Stephen Colbert, Jimmy Kimmel, Noah Trevor, Seth Meyers o Conan O’Brien entre otros, acerca de las pifias que día con día comete Donald Trump y su esquizofrénica manera de entender el poder de un presidente, sus obligaciones y responsabilidades. En un país que desde hace muchas décadas ha aprovechado la libertad de expresión, entre otras cosas, para burlarse y reírse del poder, aunque también ha sido llevada al extremo para banalizar también esas mismas actitudes y los comportamientos en general de políticos, así como el ejercicio de los cargos públicos. La llegada de un hombre como Donald Trump ha convertido a los anfitriones de los programas nocturnos en críticos feroces, columnistas profundos e irreverentes, algo imposible en otros medios y canales informativos donde la norma es la solemnidad, o peor en esa niebla confusa de la manipulación de los medios afines al Partido Republicano y su presidente como sucede en el caso de Fox News.
Hoy son estos espacios de entretenimiento nocturno los que haciendo burla del Presidente también se han convertido en los lugares de despiadados comentarios editoriales que intentan hacer reflexionar al televidente y al internauta sobre lo que está sucediendo en Estados Unidos.
“Si crees que este universo está mal, deberías ver algunos de los otros”.
Philip K. Dick
La sátira política no es algo nuevo, ni exclusivo de la época contemporánea, existe desde que un ser humano ha sentido la necesidad de mofarse de manera reflexiva y ácida del comportamiento y decisiones de los que ostentan el poder. De Aristófanes a Brozo. De los grafitis afuera de Palacio Nacional en los días de La Colonia a las caricaturas de Magú en La Jornada.
No se trata de un sesudo y solemne análisis surgido de ese extraño y acartonado olimpo de los que hoy en México de manera discriminatoria y arrogante se autonombran la Comentogracia, si no desde un lugar mucho más popular y más libre. La misma publicidad ha sacado jugó a la sátira política en un caso reciente la campaña de Cucapá vendiendo cerveza mexicana a los seguidores de Trump llevada a cabo el año pasado durante la campaña presidencial de Estados Unidos. Una vez más las portadas de revistas como Newsweek, The New Yorker  y Der Spiegel satirizan la imagen del presidente y su relación con los supremacistas blancos y el KKK
“La ironía se desperdicia en los estúpidos.”
Oscar Wilde.
El problema es que actualmente ese gran momento de reflexión surgido desde los espacios de entretenimiento y comedia de la televisión norteamericana, tiende a transformarse en un simple lugar común. Un espectáculo más en la gran vitrina de los medios de comunicación. Para la gran mayoría de las audiencias, sobre todo aquellas que acuden a los foros donde se graban estos programas todo se reduce a sus quince minutos de fama abucheando, aplaudiendo y celebrando las palabras del conductor de manera por demás absurda y siendo parte de una masa que parece también ser incapaz de ser crítica por sí misma.
A veces y a fuerza de repetirse ad nauseam la potencia de la ironía se diluye, su acidez cambia de pH y se convierte en base. Las carcajadas se transforman en una rutina que se vuelve cómplice de aquello a lo que pretende criticar. En tiempos como los actuales donde la inmediatez y la liquidez son la norma de todo comportamiento y relación humana, no podemos permitir que estos críticos que en otras circunstancias y latitudes, como la nuestra, donde la censura no se limita a una acusación de fake news o de amonestación, si no a la pérdida del trabajo como vimos en los intentos de silenciar a Ferriz de Con o a Carmen Aristeguí o en el silencio forzoso que impone una bala en la cabeza, también terminen por diluirse en el caudal de lo banal.
La ironía siempre parece inofensiva a tontos y locos se le tolera de mayor manera, hasta que por no terminar de entenderla o entenderla muy claramente los desespera y los obliga a la violencia. Y hasta hoy los comediantes editorialistas de la televisión norteamericana tienen mucho que enseñar a la mayoría de conductores de los sosos y vulgares mal llamados Talk shows en nuestro país, salvo honradas excepciones como Chumel Torres o Brozo. La televisión también puede pasar de ser una caja idiota a una caja reflexiva, critica y ácida sin perder su contenido de entretenimiento. No creamos que un chiste es solo un sinsentido que busca hacer reír a otro. Finalmente como decía mi abuela entre broma y broma la verdad se asoma.

Armando Enríquez Vázquez

publicado en roastbrief.com.mx el 21 de agosto de 2017
imagen telegraph.co

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