La serie contrasta la mirada trágica la mujer a la que urge saber la verdad acerca de la muerte de su esposo con la de un funcionario público de una oposición que lucha contra la corrupción con honestidad.
Armando Enríquez
Vázquez
La serie de Netflix “Historia de un crimen: Colosio.” inicia
con la aclaración clásica de este tipo de series y finaliza el texto diciendo
que la muerte de Luis Donaldo Colosio fue una tragedia nacional. Lo cual en
palabras de la misma Diana Laura Riojas (Ilse Salas) en la serie se puede
desmentir, la tragedia fue para ella en su momento y para los hijos del
político sonorense. Las tragedias nacionales del siglo pasado tienen que ver
con fenómenos naturales como el terremoto de 1985 que dejó decenas de miles de
muertos en la capital del país y otras zonas del país.
No hay que confundirnos, la magnitud del crimen de un
candidato a la presidencia no es equiparable al asesinato del presidente Madero
o el del presidente electo Álvaro Obregón. Lo que sucede es que, para muchos de
nosotros, los que pasamos los 35 años de edad, el asesinato de Colosio marca un
día y un momento específico en nuestras vidas. Fueron al menos siete años de
investigaciones y teorías de conspiración en torno al homicidio del priísta.
Para muchos de nosotros es uno de los eventos políticos inolvidables de nuestra
vida y no porque Colosio hubiera representado el cambio, ni porque su muerte
represente la perdida del que hubiera sido el mejor presidente del país, algo
que no deja de ser mera especulación, simplemente porque marcó el declive del
priísmo y una crisis económica más en el país orquestada desde las altas
esferas del poder político y que nos afectó a todos. Colosio, al final del día,
era y fue un hombre creado por un sistema corrupto en uno de sus peores
momentos de corrupción.
Afortunadamente salvo la aclaración en pantalla, la serie
está muy lejos de ser una apología de la vida y persona del candidato del PRI.
La serie utiliza el nombre del candidato en su título como gancho y se agradece
que sólo el primer capítulo de la serie tenga como foco de atención al
personaje. La historia se centra en dos hechos reales alrededor de asesinato
del candidato; la investigación paralela que realizó el director de seguridad
pública municipal de Tijuana; José Federico Benítez López, miembro de la
primera administración panista a nivel estatal en el país, y quien fue
bloqueado por todo el aparato y restos del mismo del priísmo en Baja California
y la historia de Diana Laura Riojas por encontrar sentido en el asesinato de su
esposo.
Alberto Guerra interpreta a Benítez López y logra crear un
personaje interesante un detective digno de una novela negra en un México que a
veinticinco años del asesinato del candidato sigue siendo campo fértil para
cualquier trama y teoría de conspiración acerca del acontecimiento. Su
contraparte es la narrativa al interior de la familia Colosio, con una Diana
Laura que sabe que tiene el tiempo en su contra para poder dejar en paz la vida
sabiendo quien dio la orden de asesinar a su marido.
La serie de ocho capítulos contrasta la mirada trágica a una
mujer que conoce su destino pero necesita conocer una verdad que conforme pasan
los días entiende que jamás conocerá gracias al sistema y a los serviles y
pusilánimes servidores públicos de la administración de Salinas, con la de un
funcionario público de una oposición primeriza en el poder que lucha con toda
la honestidad y legalidad posible en contra de las mañas del poder que tanto
daño hizo desde su monopolio y su visión presidencialista y centralista a la
nación destruyendo todos los valores que a principio del siglo XX trataron de
imponer un puñado de visionarios ingenuos.
Las dos narrativas principales de la serie están muy bien
escritas, ejecutadas y actuadas tanto el thriller como el drama y llegan con
desesperanza a ese final al que todavía no hemos llegado como sociedad; Saber
la verdad.
En el thriller, Benítez, como su subalterno, David Rubí
interpretado por Gustavo Sánchez Parra dan una fuerza y personalidad a la
policía local que enfrenta la eterna reticencia, boicot y hasta atentados de la
Policía Judicial Federal que queda representada en el omnipresente y detestable
comandante López Riestra interpretado por Leonardo Alonso. La lucha de todo
thriller entre el bien y el mal está dada en esa mitad de la serie.
Mientras en el “via
crucis” de Diana Laura, algunos de los políticos reconocibles están bien
personificados; Martín Altomaro, hace un buen Raúl Salinas y de la misma manera
que Omar Medina interpreta a un buen José Francisco Ruiz Massieu y Marco
Treviño al pusilánime y servil Miguel Montes fiscal especial para el caso.
Hernán del Riego está bien como Ernesto Zedillo, pero físicamente me recordó su
personificación de Díaz Ordaz en "Un extraño enemigo”. La historia se convierte en un buen thriller
político hasta que aparece el villano de la reciente historia nacional; Carlos
Salinas de Gortari, toda la buena escritura de la serie, la actuaciones y la
probable credibilidad del argumento se desploman al aparecer el expresidente,
la interpretación exagerada, el hablar un lugar común de la oratoria del ex
presidente, que seguramente nada o poco tiene que ver con su habla coloquial,
de la misma manera que sucede con el actual presidente que tiene una manera
pausada de dar sus discursos y otra para hablar frente a otras personas. Lo
peor de todo es el maquillaje seleccionado para que el actor Ari Brickman interprete
a Salinas, es lo más parecido a las mascaras con las que niños malabaristas
inundaban las esquinas de la Ciudad de México tras la salida del odiado ex
presidente. Realmente los odios personales de productores y directores de la
serie contra Salinas de Gortari deberían haber quedado fuera de su concepción
artística que lejos de la farsa, pretende ser un drama donde la interpretación
del ex mandatario no esta a la altura ni de los miembros del Estado Mayor
Presidencial que lo escoltan en su carrera diaria. Esto si es una verdadera
lástima porque destruye todo lo demás que se construye en la serie. Asesinando
de manera concertada a la serie.
Una vez más, se pone énfasis en la vida de los políticos del
país y sus intrigas palaciegas como sinónimo de una buena y profunda serie. Lo
cual es de cuestionar.
Como dije al principio la muerte de Luis Donaldo
Colosio fue y sin duda sigue siendo una tragedia para sus hijos, pero también
ha sido un excelente negocio para políticos, periodistas y buhoneros que año
con año nos quieren volver a hacer creer que este país sería otro si Colosio no
hubiera muerto y que el gran “Villano
Reventón” de esta comedia es Carlos Salinas de Gortari, cuando la realidad
es que lo fuimos y seguimos siendo todos porque pensamos que la política y los patéticos
políticos mexicanos son más importantes que la vida misma.publicado en roastbrief.com.mx el 25 de marzo de 2019
imagen netflix
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