Armando Enríquez Vázquez.
La semana pasada leí dos noticias que me sorprendieron por
la importancia que tienen para la vida cotidiana de todos nosotros, pero
también porque una vez más me queda claro lo insignificante de la especie humana
dentro del tejido asombroso del universo.
Por un lado, resulta que pasaron casi treinta años para que
los científicos descubrieran un nuevo antibiótico. En 1987 se descubrieron los
lipopéptidos un antibiótico que actúa de manera directa sobre las paredes
celulares de las bacterias y en su momento se le vio como un gran
descubrimiento científico, sin embargo con el pasar de los años las bacterias,
como en el caso del resto de los antibióticos descubiertos antes de los lipopéptidos,
crearon resistencia al agente.
La cuestión de la resistencia que bacterias y otros
microorganismos desarrollan en contra de los antibióticos es una de las mayores
preocupaciones de la medicina. En las próximas décadas el problema de
infecciones y enfermedades por microorganismos podría convertirse en la primera
causa de muerte a nivel mundial y sobre todo en los países más desarrollados.
La semana pasada la revista Nature publicó un artículo que abre una esperanza en materia de
antibióticos. Los investigadores de la Universidad de Noreste de los Estados
Unidos Kim Lewis y Slava Epstein anunciaron haber descubierto un nuevo
antibiótico que al parecer no es dañino a los mamíferos y sobre el que al
parecer las bacterias son incapaces de desarrollar resistencia alguna. El nuevo
antibiótico ha sido bautizado como Teixobactin fue hallado fuera de las paredes
de un laboratorio porque, por si como yo desconocía usted este hecho, más del
noventa por ciento de las bacterias no han podido ser cultivadas de manera
artificial. El hallazgo se llevó a cabo en las tierras de Maine utilizando un
nuevo aparato que ha causado el mismo o más entusiasmo que el Teixobactin
llamado iChip.
Este instrumento conocido como iChip, trabaja directo en el
lugar donde las bacterias se desarrollan normalmente, y producen químicos que
de manera natural atacan y delimitan el territorio para otras bacterias de tipo
patógeno. Una vez que se identificó el nuevo antibiótico se procedió a estudiar
su reacción en bacterias patógenas y observar si estas desarrollaban algún tipo
de resistencia al Teixobactin. Se inyectaron dosis mortales de mutaciones
resistentes a los antibióticos de estreptococos dorados en ratones y después se
aplicó el Teixobactin, los resultados no pudieron ser mejores, los roedores no
murieron y no se ha descubierto que ninguna bacteria patógena pueda de
desarrollar resistencia al nuevo antibiótico. Los ratones no tuvieron ninguna
reacción adversa. Todo esto hace que los investigadores tengan esperanza de que
la guerra en contra de la resistencia en contra de los antibióticos pueda tener
un respiro para los médicos.
El Teixobactin no se ha probado aun en seres humanos y
pasaran al menos un par de años para que esto suceda.
Pero como decía la estrella de esta investigación no es el
Teixobactin, si no el iChip que promete ser una herramienta muy importante en
la investigación en campo de las bacterias y tal vez se descubran nuevos y más
potentes antibióticos, así como otros compuestos que ayuden en la medicina.
De microbios, también, pero esta vez a millones de
kilómetros de nuestro planeta, trata la segunda nota que leí. Al parecer
recientes lecturas del Curiosity en Marte han detectado la presencia inesperada
de gas metano. El gas metano es uno de los compuestos que en nuestro planeta es
producido por organismos vivos y aunque se puede producir también a partir de
procesos químicos no es el único compuesto orgánico encontrado recientemente en
el planeta rojo. Las mediciones de metano en la superficie marciana
sorprendieron a los investigadores de la NASA que no esperaban que el gas
apareciera repentinamente en las cantidades que lo ha hecho.
Es conocido que tras las misiones Vikingo de la década de
los años setenta del siglo pasado la NASA abandonó la búsqueda de vida en Marte
y se centró en trazar una historia geológica y biológica de nuestro vecino,
incluso ha hecho recreaciones del planeta rojo en las que supuestamente hace
cuatro mil millones de años las condiciones del planeta rojo eran muy parecidas
a las de la joven Tierra.
Pero las mediciones de metano pueden significar, entre otras
cosas, la presencia de microbios en la atmosfera marciana. En la tierra mucho
de estos microbios productores de metano viven en condiciones extremas como las
profundidades abismales de los océanos. Pero como también señalan los científicos
este gas metano pudo haber sido causado por algún meteorito no detectado que
cayó en el camino del Curiosity o por movimientos geológicos que lo hayan
liberado.
Por otra parte, la geobióloga Nora Noffke publicó en la
revista de Astrobiologìa, que tras dos años de examinar las fotografías de alta
definición que el Curiosity envió del lecho seco de lo que se conoce como el
Lago Gillespie cree haber descubierto el rastro fósil de bacterias, aunque como
ella misma reconoce no está al cien por ciento segura de que hayan sido
bacterias las que hayan dejado el rastro sobre la piedra y bien podría tratarse
de la erosión natural de la piedra.
Lo importante es que la seguridad con la que hasta hace unos
meses la NASA descartaba la presencia de vida en Marte se pone en duda. Muchas
de estas preguntas no podrán ser resueltas hasta que los primeros humanos pisen
el suelo marciano en la década siguiente.
Lo único que me queda claro es que el mundo es ancho y ajeno
y el universo mucho más.
publicado en blureport.com.mx el 15 de enero de 2015
imagen; lpi.usra.edu
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