El poder de una idea, muchas veces, marca de forma indeleble la mente del espectador, incluso en el inconsciente colectivo creando todo un fenómeno social que perdura por semanas, meses o hasta años.
Armando Enríquez Vázquez
En un mundo donde los productos y
marcas están sobrevalorados tanto en su significado, como en su importancia
real en el mundo y la vida del consumidor, el principal promotor de esta
sobrevaloración, la idea, se encuentra paradójicamente subvaluada.
La idea que surge desde el
escritorio del mal llamado “copy” y termina en la ejecución perfecta o fallida
del diseñador gráfico, el fotógrafo o el productor de comerciales y por lo
general, no se paga, ni se aprecia en su justo valor.
Ninguna marca en sí puede
representar los valores que se le pretende atribuir en comerciales y posters
promocionales. Ninguna tiene las cualidades sentimentales que le agregan las
mentes de quienes desde un brief
construyen dándole personalidad a algo tan pragmático e inmaterial como es una
marca y por lo tanto en su estado puro carece de esos atributos.
La misma evolución en la
descripción de los atributos de una marca, es sólo un reflejo de la época. De
los sanos cigarros recomendados por médicos, los refrescos ideales para
infantes y los misóginos anuncios de artículos para el hogar que hoy
consideramos como políticamente incorrectos, a las exageraciones, muy
similares, de empresas verdes y alimentos orgánicos enlatados. El poder
comunicar al consumidor esas características es responsabilidad de un solo
hombre o mujer y en su defecto de un grupo de personas que se sientan en un brain storming a descifrar como lograr
comunicar esas características al consumidor en potencia.
Es el poder de esa idea, el que
muchas veces, marca de forma indeleble la mente del espectador, incluso en el
inconsciente colectivo creando todo un fenómeno social que perdura por semanas,
meses o hasta años, cuando repetimos frases o las identificamos como parte de
una etapa de nuestra vida. A qué no
puedes comer sólo una, es un claro ejemplo.
Ahí es, cuando más allá de
cualquier labor administrativa, de ventas o de programación se manifiesta que
el poder de la publicidad y de la promoción está un bien intangible y muy
sencillo, según todos los que no son responsable de él, llamado idea.
Las ideas no se dan en árboles y
para generarlas hace falta cultivar y ejercitar el cerebro, pero no sólo eso,
hay que ponerlo a prueba en cada oportunidad que se nos presente a lo largo del
día. Como en muchas otras actividades que requieren de creatividad, la
autocomplacencia es uno de los grandes enemigos de generar buenas ideas; mis
ideas son buenas porque yo las genero, es sin lugar a dudas una de las peores
estupideces que podemos pensar y creer, y sin embargo, es algo común entre
autonombrados creativos con complejos de inferioridad y clientes prepotentes
que pretenden imponer una visión que no siempre es la mejor para comunicar la
importancia y el por qué el consumidor debe elegir su marca.
La idea que de pronto se gesta en
la mente del publicista parece ser algo que por deafault se debe dar, de
acuerdo con quienes minimizan la importancia de esta. Con aquellos que piensan
que todos tenemos ideas creativas sólo que algunos les pagan por producirlas,
lo que es lo mismo a pagarles por no hacer nada, hay quienes creen que toda
labor creativa es una especie de estafa a la nómina de empresas. Pero la idea
es micho más que la semilla de una gran campaña publicitaria, es el origen y
razón del negocio mismo y de la industria de la publicidad. La idea que parece
no valer nada hasta que no se ejecuta, no puede ser tasada nominalmente y su
particularidad la convierte en algo que sólo aquel que la genera y desarrolla
puede tener.
Desgraciadamente, para los hombres
grises del papel y los números, para los conformistas que miran mal a los
creadores y pensadores, a los generadores de las grandes burocracias, esto se
repite en todas y cada una de las disciplinas humanas. Las ideas; subvaluadas y
minimizadas, son el motor de todos los avances tecnológicos, científicos, de
los grandes movimientos ideológicos e históricos, así que la próxima vez que
tengas una idea déjala crecer y ejecútala en su momento y de la mejor manera,
pero sobretodo no permitas que nadie le ponga un precio a esa idea y menos que
la considere de su propiedad o de la empresa para la que trabajas.
publicado en roastbrief.com.mx el 27 de marzo de 2017
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