Los medios de
comunicación del país siempre han mantenido un mensaje y una actitud que se
puede clasificar en dos los vendidos y los de oposición. ¿Invertirán ahora los
papeles?
Armando Enríquez
Vázquez
Una de las grandes tentaciones del estado mexicano a lo
largo de su historia ha sido manipular, premiar y dar primicias a los medios
que se alinean con el sistema y censurar, reprimir clausurar y hasta llegar a
asesinar a los medios y periodistas que son críticos del poder.
Los ejemplos son muchos a lo largo del siglo XX y
tristemente en el siglo XXI cuando queremos presumir ante el mundo ser un país
democrático. El golpe atestado a Excélsior en 1976 por Luis Echeverría Álvarez
y del cual el diario jamás se ha recuperado, aunque la mayor crisis la tuvo a
finales del siglo pasado y principios este cuando Fox terminó regalándole el
medio a la familia Vázquez Aldir. La
destrucción de Monitor y de Gutiérrez Vivó por parte de una vengativa Marta
Sahagún y su esposo Vicente Fox por manifestarse a favor de Andrés Manuel López
Obrador y la puntilla que le dio el irascible Felipe Calderón que jamás perdonó
al comunicador por su preferencia política.
El mismo Felipe Calderón intentó acabar con Carmen Aristegui
ordenando a Joaquín Vargas el despedirla y después en un acto ridículo ordenó
su restitución, cuando un gran número de fanáticos de la periodista se
manifestaron contra el presidente. Algo que no sucedió en el actual sexenio
cuando Enrique Peña Nieto ordenó al mismo empresario radiofónico terminar el
contrato de la periodista, que hasta hoy no ha regresado a la radio. Peña Nieto
ordenó también al dueño de Grupo Imagen la salida de Pedro Ferriz de Con, quien
siempre ha manifestado sus simpatías con el PAN y la ultraderecha mexicana y
que llegó a ser mucho más que una piedrita en el zapato del presidente y de
varios gobernadores, dirigentes y funcionarios del PRI. Incluso se atacó y se
censuró desde la oficina de la presidencia de Enrique Peña Nieto a María Amparo
Casar y Ricardo Raphael por criticar al PRI, partido que como su presidente nacional
Enrique Ochoa Reza fueron durante el sexenio una extensión de la arrogancia y
prepotencia de Los Pinos.
No ha sucedido lo mismo con dos de los medios críticos
impresos más importantes y simbólicos de México; Proceso y La Jornada. Ambos
fundados por colaboradores de El Excélsior opositor de los años setenta. Los
tres presidentes de este siglo los han excluido del sistema de dádivas
disfrazado de inversión en propaganda del Estado, La Jornada incluso ha tenido problemas laborales que la obligaron a
cerrar por cuatro días en julio del año pasado. A lo largo de décadas estos dos
medios han resistido los embates de los gobiernos priístas y panistas,
manteniéndose críticos sobre todo del gobierno federal, las empresas alrededor
de este y dando a conocer diferentes casos de corrupción e impunidad, en más de
una ocasion ediciones completas de estos medios han sido secuestradas por
gobiernos estatales y locales impidiendo que los habitantes del lugar se
enteren de las transas de sus gobernantes, clatro esto cada día funciona menos
gracias al Internet.
Pero ahora ambos medios enfrentan una verdadera prueba de
fuego, como muchos de los comunicadores identificados con la mal llamada izquierda
mexicana, la propia Carmen Aristegui, con la llegada de Andrés Manuel López
Obrador a la presidencia de la República.
Durante la pasada campaña electoral y aun en este primer mes
pasada la elección, estos medios y sus periodistas se han comportado como viles
paleros del primero candidato y hoy presidente electo, las excepciones se
pueden contar con los dedos de la mano y una de las más ejemplares ha sido la
del caricaturista de la Jornada Magú, quien en su momento cuestionó la alianza
de Morena con el PES, la llamada al terror con el tigre suelto y otras de las
lindezas que López Obrador mantuvo en su campaña desde esa posición que le
encanta de ser víctima.
Las cosas han cambiado en México; la agenda política diaria
se dicta desde la colonia Roma y no desde Los Pinos. La mayoría de los
mexicanos tiene las esperanzas puestas en el futuro presidente y los críticos
medios de antaño se comportan ahora como El Universal o Milenio, literalmente
lamiendo las botas de alguien que aún no llega al poder. ¿Acaso están esperando
que las dádivas que no les llegaban con el PAN o el PRI ahora sean para ellos?
Proceso ha sido más cauteloso y ha sido más mesurado y
cauteloso en sus publicaciones a diferencia de La Jornada o Aristegui que han
sesgado sus publicaciones totalmente como si de pronto se hubieran convertido
en los órganos oficiales del próximo gobierno. Lo que queda demostrado es el
papel que este diario y la periodista de Internet jugaron en la presión a los
funcionarios del INE que se atrevieron a cuestionar el opaco fideicomiso para
damnificados propuesto por Morena.
Parece que la realidad de la prensa mexicana a partir de
ahora habrá de voltearse.
Los otros medios se notan totalmente confundidos y mientras
algunas de sus plumas continúan mostrándose críticas, El Universal aún están pagando favores al PRI, poniendo en primera
plana entrevistas tan insulsas y sin importancia como la publicada el 26 de
julio a Dulce María Sauri, una muy olvidable y corrupta dinosauria que nada aportó
a México o a su estado Yucatán. El
Excélsior ha decidido olvidarse de cuestiones políticas y se ha convertido
en un diario entre nota roja y notas intrascendentes. Milenio siempre me ha resultado irrelevante e inocuo, ni que decir
de La Razón o El Heraldo que son simple diarios chayoteros. El Financiero y El Economista
desde su nicho muy especializado cuestionan lo que debe ser cuestionado y
aplauden lo laudable de las propuestas del próximo presidente de México. Para
los ánimos de Andrés Manuel El Reforma, El Norte y todos los diarios de
Multimedios se comportan como prensa ejemplar cuando lo alaban y como prensa
“fifí” los días en que lo critican o muestran opacidades de Morena o de sus
propuestas.
La relación de los medios, el presidente y sus funcionarios
a partir del primero de diciembre será difícil en la medida en que esta sea
crítica y fácil en la medida que las publicaciones sean favorables a todo lo
que proponga López Obrador y sus funcionarios, el papel de los medios tan
polémico en México a lo largo de nuestra historia podría ser el mismo de
siempre o si el futuro presidente del país lo permite ser uno de libertad y una
visión critica y fundamentada como la que creo que le correspondería a la tan
cacareada Cuarta Transformación de México, pero debe caber en la mentalidad de
los periodistas, de los directores de los medios y de los dueños la visión de
que lo que conviene en la democracia es la libertad y el ejercicio de la
libertad de expresión, sin temor a admitir que su presidente favorito se puede
equivocar y de hacerlo espero que la Jornada o Proceso sean tan duros, críticos
y vayan al fondo con sus investigaciones como lo han sido hasta ahora y no se
conviertan en medios autocomplacientes y aduladores que de esos hemos tenidos y
seguiremos teniendo muchos.
publicado en blureport.com.mx el 26 de julio de 2018
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