Antes de la demagogia
actual o de la moda por desprestigiar o validar al migrante, una mujer mexicana
luchó por sus derechos.
Armando Enríquez
Vázquez
Nunca me cansaré de contar la historia del día que en 2001
en el invierno de Milwaukee conocí a Narciso Alemán, su esposa Rita, una enorme
mujer en todos los sentidos de ascendencia nórdica y con la compartía un
proyecto en aquellos años, me presentó a su marido. Narciso era un hombre
moreno de ancho bigote y pelo negro como el de muchos mexicanos que nunca
producen una cana. Narciso estrechó mi mano y se presentó en perfecto español.
- ¿De dónde eres? – pregunté
- De México, de la parte ocupada, de Texas.
La familia de Narciso era parte de esas familias de origen
mexicano que no abandonaron el territorio texano cuando los bribones dirigidos
por el cuatrero Sam Huston y el mercenario Steve Austin se apoderaron de todo
ese territorio que pertenecía a México.
A lo largo de la historia de la nación texana, primero y más
tarde ya como una estrella de los Estados Unidos un grupo de mexicanos con
raíces que anteceden la de los sajones sufrieron de la discriminación e
injusticias que los racistas norteamericanos impusieron, incluso en los negros
que los ayudaron a apoderarse de Texas. La comunicación, los lazos y los nexos entre
mexicanos de aquí y de allá además de algunos anglosajones, en la frontera con de
Texas con Coahuila, Nuevo León, Chihuahua y Tamaulipas se mantuvo en buen
estado. Con la Revolución esa relación aumentó porque miles de familias
mexicanas cruzaron la frontera en busca de la paz que no encontraban de este
lado de la frontera en la mayoría de los casos y en otros porque los
conspiradores pensaban que era más fácil operar de manera clandestina, sólo
para toparse con peores condiciones de discriminación y violencia que en
nuestro país.
En esos años surgió una mujer que junto con su marido luchó
desde diferentes trincheras para hacer valer los derechos de los migrantes
mexicanos de una manera que nadie ha hecho hoy que quienes intentan cruzar la
frontera enfrentan con la estupidez racista de Trump y sus seguidores. Su
nombre María Rebeca Latigo de Hernández. Olvidada por décadas en los cajones de
la ingrata historia de México que no reconoce a los mexicanos allende las
fronteras y por la racista y sesgada historia norteamericana. Latigo de
Hernández fue recordada gracias a un Doodle en 2018 al conmemorarse los 122
años de su natalicio.
Nació el 29 de julio de 1896 en Garza García, hoy parte de
la zona conurbada de Monterrey en el estado norteño de Nuevo León. Su padre era
maestro y ella siguió el ejemplo, incluso dio clases en la ciudad de Monterrey
antes de casarse en 1915 a la edad de 19 años.
Junto con su esposo Pablo Hernández Barrera, María Rebeca
Latigo, se mudó a vivir a San Antonio Texas en 1918. Allí establecieron una
tienda de abarrotes y una panadería, Además María Rebecca comenzó a interesarse
por la condición de los migrantes mexicanos y a publicar pequeños textos
denunciado los maltratos y discriminación que sufrían. Todo esto desde la
ilegalidad en la que vivían ella y su esposo, pues la pareja no obtuvo papeles
de residencia legal hasta 1928.
Para 1932 María Rebeca se convirtió en la primera locutora
mexicana en la radio de San Antonio en uno de las primeras emisiones de radio
en español en Estados Unidos, desde el micrófono María lanzaba sus mensajes
como activista de los migrantes. El programa que se transmitía por la
KABC-radio de San Antonio y que duraba media hora pronto pasó a durar una hora
debido a su gran popularidad. En 1960, Latigo de Hernández, se convirtió en
pionera de la televisión chicana al tener un programa llamado La hora de la mujer en un canal local de
San Antonio.
Unos años antes en 1929 María Rebeca y su marido fueron
parte de la constitución de un organismo llamado “La Orden de los Caballeros de América” encargada de velar por los
derechos civiles y educativos de los mexico-americanos y los migrantes de habla
hispana. Latigo de Hernández y su marido fueron claves y estuvieron presentes a
lo largo de la lucha y la historia de los chicanos, ese importante grupo social
y étnico identificado únicamente con mexicanos y sus descendientes en tierras
americanas que el gobierno de Nixon borró en los setenta con el denigrante
vocablo “latinos” que terminó rasando a los miembros de todas las nacionalidades
latinoamericanas y a sus descendientes como una sola comunidad.
María Rebeca fue promotora de la educación bilingüe y de la
equidad en la calidad de la misma en las amplias zonas habitadas por mexicanos
y sajones como habitantes nativos. Durante la década de los años veinte
aprendió el oficio de comadrona y algunos principios de enfermería al
convertirse en la ayudante principal del médico encargado de cuidar la salud de
su padre. Fue una incansable luchadora social que tomó partido por las
trabajadoras de la empresa Pecan & Shell en 1938. Escribió muchos artículos
y al menos un libro a favor de los derechos educativos, sociales y humanos de
los migrantes y de las mujeres trabajadoras. En 1932 fundó la Asociación
Protectoras de Madres y en 1934 La Liga de Defensa-Pro Escolar para defender
los derechos de los niños chicanos a una educación de calidad. Los Hernández
fueron feministas en un país que acababa de conceder el voto a la mujer.
En 1939 formó parte de una comisión que viajó desde San
Antonio a la Ciudad de México para entrevistarse con el presidente Lázaro
Cárdenas y fortalecer así los nexos entre las comunidades de mexicanos que
vivían en Estados Unidos y el país que era su origen o el de sus ancestros.
Durante la II Guerra Mundial se dedicó a la venta de bonos
de guerra y a escribir artículos para los medios que se publicaban en español.
Dos de sus hijos, tuvo 10, se enrolaron en el ejército americano. Formó parte
de la campaña de Franklin Delano Roosevelt para la presidencia entre la
comunidad mexicana de Texas.
En 1945 publicó México
y los cuatro poderes que dirigen al pueblo, libro escrito en español y en
el que declaraba la importancia de la familia como base de valores y del
activismo político social que se compromete no sólo con los miembros de la
familia, sino con la comunidad y la nación.
Activa políticamente en 1970 se unió al partido chicano
“Raza Unida”. Fue siempre una defensora de mantener el español vivo entre la
comunidad chicana y una de las primeras promotoras del bilingüismo en Estados
Unidos.
En 1980 murió su esposo. a quien ella siempre
reconoció como el compañero y motor de su lucha a lo largo de toda la vida. María
Rebeca Latigo de Hernández murió de neumonía el 8 de enero de 1986 en Texas
rodeada de los 5 hijos que aun vivían, de 19 nietos y 23 bisnietos de acuerdo
con el libro Notable American Hispanic
Women escrito por Diane Telgen. publicado en mamaejecutiva.net el 25 de marzo de 2019
imagen: inverse.com
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