¿Cuántas veces debes acabar con los demás para justificar
tu forma de ser? La respuesta está en cada temporada de Los 100.
Armando Enríquez
Vázquez.
Esta lectura está plagada de spoilers es bajo tu decisión
continuar.
Justo cuando inicia la séptima temporada y final de Los 100
en la televisión abierta, vi en Netflix la sexta, de la que ya había visto hace
un año los primeros capítulos, pero que el esperar semanalmente el estreno me
desesperó, sobre todo para una línea argumental que era de esperar.
Si algo nos han demostrado el creador de la serie es que la
trama de cada una de las temporadas es circular, la serie es una demostración
del Eterno Retorno, del que tanto hablaba Nietzsche.
La serie que se estrenó en 2014 y ha sido desarrollada a lo
largo de sus siete temporadas por Jason Rothenberg basado en la serie de cuatro
novelas homónimas de la escritora de ciencia ficción Kass Morgan nos habla de
un grupo de habitantes de La Tierra que huyen a la estación espacial cuando
ellos presumen que los humanos han sido aniquilados, las necesidades lo hacen
enviar a 100 jóvenes a explorar el planeta tras algunas décadas para averiguar
si este es habitable y descubren que no solo es habitable sino que existen
especies animales y de hombres que pueden ellos acabar para habitar de nuevo el
planeta.
En el caso de la serie de televisión, las seis temporadas
previas a la final tiene una estructura circular que se repite sin falla: En
una sociedad más o menos estable, el cambio de una de las variantes provoca una
crisis que pone en peligro su existencia y los obliga a luchar con grupos
humanos diferentes al de los protagonistas y siempre de alguna manera u otra
Clarke Griffin (Eliza Taylor) se encarga de aniquilarlos para reestablecer un
frágil equilibrio, en el último capítulo de cada temporada se boceta lo que
puede o parece ser el próximo problema en la historia de estos sobrevivientes
espaciales.
En ese tenor la quinta temporada termina con la destrucción
del planeta Tierra y los sobrevivientes en una nave militar con capacidad para
la criogénesis y que buscará el planeta donde los últimos terrícolas podrían
establecerse.
Así pues, la sexta temporada inicia con Clarke y su séquito
de colaboradores y antagonistas despertando y llegando a un nuevo planeta que
puede soportar vida como la conocemos, han pasado más de 200 años y en su
descenso al nuevo planeta, Clarke, Bellamy (Bob Morley), el villano simpático de
la serie John Murphy (Richard Hammon), Emory (Luisa de Oliveira), Echo (Tasya
Teles), Charmaine Diyoza (Ivana Milicevic) y Octavia (Marie Avgeropoulos)
llegan a una ciudad llamada Sanctum que está vacía, un eclipse los vuelve
violentos e irracionales y al terminar el fenómeno descubren como siempre que
no están solos, que el planeta se encuentra habitado por una monarquía de
humanos que salieron también de la tierra muchos años antes del desastre
original buscando planetas habitables y que ha aprendido a ocultarse en los
momentos de los eclipses para sobrevivir. Los gobernantes los ven como
invasores peligrosos hasta que descubren que Clarke es portadora de la sangre
negra, llamada por los terrícolas como Nightblood. A partir de este tipo
de sangre y de chips que guardan la memoria del individuo, la clase reinante de
Sanctum encabezada por Rusell Lightbourne VII, lo que describe el número de
cuerpos que ha ocupado, se ha perpetuado en el poder escogiendo los mejores
cuerpos para ellos. Seres humanos asesinados para ser ocupados por la
conciencia de un muerto, lo que es una versión moderna y futurista de The
Invasion of Body Snatchers, película que aparte es uno de los grandes
argumentos de la ciencia ficción y que se ha filmado en diferentes versiones a
lo largo del siglo pasado y lo que va de este, empezando con la original de Don
Siegel en 1956, el remake de 1978 de Philip Kaufman, mi versión favorita con
Donald Sutherland, hasta la versión de 2007 estelarizada por Nicole Kidman y
dirigida por James McTeigue y Oliver Hirschbiegel. La gran diferencia es que
aquí la usurpación del cuerpo se lleva a cabo a través de un chip y de una
forma u otra está perfectamente justificada.
Como en las temporadas anteriores, pretextando actuar en
contra de algo poco ético, Clarke terminara actuando de peor manera que sus
antagónicos. Una de las acciones que aplaudí de esta nueva temporada fue la
muerte de la madre de Clarke, Abigail Griffin (Paige Turco) un personaje más
que despreciable y al que soportamos por seis temporadas, con una de las
actitudes más detestables entre los diferentes personajes que han desfilado a
lo largo de la serie, pero siempre tratando de ser agradable y la figura
maternal para Clarke a pesar de haber asesinado al padre de Clarke al denunciarlo
al gobierno de la estación espacial y hacer que sea lanzado al espacio, esta
dualidad en el personaje muy bien lograda habla de la extraordinaria capacidad
histriónica de Turco.
La sexta temporada es también una vil repetición de la
segunda temporada cuando los jóvenes enviados a La Tierra se encuentran con una
civilización utópica, en su fachada, que habita al interior de una montaña y
que para sobrevivir se aprovechan y matan a los habitantes de la superficie
terrestre.
Lo increíble de esta serie es y sigue teniendo la capacidad
de enganchar a la audiencia a partir de la misma historia, matizada de
diferente manera, con algunos nuevos personajes y con el sacrificio de otros que
se han vuelto familiares.
Se acaba de estrenar la temporada final, la cual veré en unos
meses, pero ya se anuncia que CW encargó a Rothenberg el primer capítulo de la
precuela que cuenta la historia anterior a la guerra que despobló el planeta y
obligó a la migración a la estación espacial. Así que debemos prepararnos para
que nos cuente la misma historia ad infinitum.
imagen cw
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