¿Dónde quedaron los noticieros e informativos de radio y
televisión? El servilismo político y la mezquina voracidad por comercialización
los acabaron.
Armando Enríquez
Vázquez
¿No se cansaron ya de que en algún momento en cualquier
noticiero de radio o televisión los conductores o periodistas digan: ¡Hoy
estamos cargados de noticias!¡Hoy si tenemos mucha información!
Para empezar como oyente o espectador eso es precisamente lo
que espero de un noticiero, que me llene de información y no de entrevistas o
comentarios de los conductores o con columnistas de diarios, amigos o personas
puestas a fuerza en los espacios para opinar desde una visión de dudoso origen
en el mejor de casos. La promoción de ideas desde una supuesta objetividad o lo
que resulta peor para que intenten venderme algún producto a partir de
supuestas entrevistas.
Para seguir un noticiero debe ser conducido por periodistas
o gente muy informada como sucedía con José Gutiérrez Vivó o sucede en la
actualidad con Leonardo Curzio, Pedro Ferriz de Con o Carmen Aristegui, para
poner ejemplos en todo el espectro ideológico de la radio, porque el sistema en
televisión sabemos que no funciona ya. En el radio tristemente comienza a
gastarse de la misma manera.
La responsabilidad del titular de un espacio informativo no
se limita a ser carismático o tener chispa, se debe fundamentar en una amplia
cultura general que le permita poner en contexto la noticia. Que le evite decir
incongruencias al aire, como hay muchos en la actualidad en especial en las
jóvenes televisoras como Imagen, donde han creído que Yuriria Sierra una mujer
prepotente e ignorante o en la radio donde Javier Risco ha confundido lo
coloquial con lo chistoso sin ser Brozo o Chumel.
En los años setenta los noticieros, incluso los parciales y
manipulados informativos de Televisa, estaban llenos de información, nacional e
internacional. A partir de los años noventa los noticieros siguieron el ejemplo
norteamericano y se volvieron ombliguistas y con los años se han convertido en
show de la nota roja, porque así ayudan a los centros de poder a crear una
sociedad poco crítica, miedosa, medrosa y que entiende la noticia como un
escape a su morbo y justificación de sus odios.
La inmediatez y el ego de los conductores dominan los
espacios de los medios tradicionales y de manera altanera y pomposa se han
dedicado a creerse y tratar de hacer creer a las audiencias en su papel como
miembros de una inventada comentocracia, palabra que en realidad no significa
nada y que carece de valor en el momento en que de dejan de predicar desde ese
falso pedestal que han construido con su jactancia. La autoridad y guía del que
comenta o analiza una noticia termina en el momento en que la censura del
Estado entra en acción sin importar el color del gobierno; lo vimos con la
derecha del PAN en el caso de Aristegui y Calderón y lo volvimos a ver al
siguiente sexenio con la misma conductora y Pedro Ferriz de Con censurados y
despedidos de sus fuentes de empleo por Peña Nieto y lo vemos este sexenio a
diario con la intolerancia y el odio del presidente a quienes critican y
cuestionan su gobierno. En el mejor de los casos para ellos ese fama y falsa
idea de importancia termina cuando el segundero marca el fin del programa o en
el momento en que los anunciantes desisten de promover sus productos en ese
espacio o medio.
El problema es que el problema esta tan enquistado ya en la
agenda de los dueños de los medios, serviles al poder o cómplices de él, que
desde hace décadas las fake news en México provienen de la mayoría de
los medios, lo que muchas veces “se descubre” al finalizar el sexenio y entonces
queda clara la realidad de los fracasos de los gobiernos y la corresponsabilidad
de los medios que al tener otro amo se desbocan en críticas y ataques contra lo
que encubrieron por seis años. Por eso da risa cuando esos que se creen una
especie de clase informada que pretende dar a conocer lo que sucede en México y
el mundo se atreven a hablar de los peligros de las fake news en
Internet cuando casi todos ellos esparcen sólo la visión de los dueños de las
cadenas televisivas o radiofónicas que se cimientan la mayoría de las veces en
sus aspiraciones a favores y concesiones del gobierno en turno, el ejemplo más
importante en durante décadas ha sido el del grupo radiofónico Radio Centro de
la familia Aguirre que nunca ha podido sostener un canal de televisión y que
durante el pasado sexenio hizo el ridículo a nivel empresarial al comprar un
canal y después desistirse de la compra por falta de capital. Dicho grupo
gracias a lamer la mano del presidente López Obrador vuelve a tener la
oportunidad de operar u n canal de televisión que nadie ve por lo sesgado de
sus informativos.
La culpa no la tienen los medios, ni sus dueños, ni los mal
llamados periodistas. La culpa es totalmente de nosotros que seguimos
prendiendo sus canales, sintonizando sus frecuencias o comprando sus ediciones,
como si nada.
La fotografía es de mi autoría
No hay comentarios:
Publicar un comentario