Los contenidos son el rey de las empresas de entretenimiento y comunicación exitosas, claro, apuntalados en buenas campañas de publicidad y marketing. un hecho que veces ha olvidado nuestra televisión pública abierta.
Armando Enríquez Vázquez.
La Secretaria de Comunicación y Transportes asignó ya las
dos nuevas cadenas nacionales de televisión abierta digital, tras la licitación
a la que convocó el gobierno federal y como resultado de la reforma en
telecomunicaciones en la que el presidente hizo énfasis acerca de la imperiosa
necesidad de la competencia en el sector. Una fue para el Grupo Imagen y la
otra a Grupo Radiocentro. A partir de finales de este año veremos, en teoría,
una mayor oferta de contenidos nuestras pantallas. Pero sí el esquema de las
nuevas televisoras se limita a copiar los patrones ya establecidos primero por Televisa,
después por TV Azteca, ya sabemos cuál será la respuesta de las audiencias en
los próximos años.
Los contenidos son el rey de las empresas de entretenimiento
y comunicación exitosas, claro, apuntalados en buenas campañas de publicidad y
marketing. Cuando Canal Once llenó la ciudad de espectaculares anunciado sus
series, el crecimiento de su cobertura, su barra infantil, mucha gente comenzó
a sintonizar el canal y la calidad de los contenidos los retuvo.
Hoy nos preguntamos ¿qué está sucediendo en los canales del
estado? ¿Dónde queda la televisión pública y los objetivos que la reforma en
materia de telecomunicaciones y la ley del SPR plantean? ¿Cómo piensan llegar a
los diferentes y diversos sectores de la población si la principal oferta
televisiva pública es aburrida, donde lo más atrevido de la programación no
puede competir con el duopolio, ni hablar de manera crítica del gobierno? ¿Cómo
competir con una telenovela si lo único que se está dispuesto a producir son
documentales sobre la vida de los personajes ínfimos de nuestra sociedad? La
crónica urbana y de sus habitantes lleva décadas haciéndola de una manera
perfecta Cristina Pacheco, todos los demás solamente son émulos con mejor o
peor factura. Lo mismo sucede con otros modelos que han resultado exitosos y se
han vuelto una buena fórmula barata y lucrativa para las casas productoras
contratadas por los canales públicos de llenar horas de transmisión.
Obviamente no se trata únicamente de recursos, se trata de
contenidos que desgraciadamente tienen que pasar por censores de las
secretarias de Gobernación, Salud y Educación.
Es hora de apartar a la televisión pública de la opinión
académica y mojigata de la mayoría de los grupos sociales que confunden la
televisión con la propaganda, de quitar cualquier influencia de las diferentes
bancadas de los partidos políticos en el Congreso de la Unión que piensan que
el SPR es un juguete del estado antes que un medio de comunicación moderno y
sobretodo las tentaciones del gobierno de dictar lo que deben ser los gustos de
la población.
Nadie sintonizará los canales del estado, como nadie
sintoniza los canales legislativo y judicial, sí persiste esta idea hermética de
producir los contenidos que le interesan a funcionarios en lugar de intentar conocer
a la audiencia, de la misma manera que sucedió por décadas. Lo más preocupante
es que nadie está hablando de SPR, nadie, ni el propio estado. Nadie está
promoviendo esta tercera y nueva cadena de televisión abierta en nuestro país.
La televisión del estado mexicano parece condenada a perderse en el ruido de la
estática como una señal inexistente. Poca gente sabe de la existencia del canal
Una voz con todos y de su
programación.
Si algo nos ha demostrado la evolución de la televisión es
que todo cabe en un jarrito sabiéndolo adornar de entretenimiento, que los
formatos de catedra y de documental informativo, lejos de interesar a las
audiencias, las alejan, qué este tipo de oferta ha sido rebasado por Internet y
plataformas mucho más dinámicas, con comunicación en dos sentidos y plurales
como la educación a distancia.
La importancia de una televisión pública fuerte radica en crear
audiencias críticas a partir de contenidos capaces de invitar a las personas a
sentarse frente a la pantalla, debe tener el objetivo de fortalecer una
industria que en México ha sido secuestrada por los caprichos de dos
empresarios, desarrollando y promoviendo a los guionistas, directores,
productores, postproductores y talento a cuadro del futuro. Eso sin contar el
apostar a crear nuevas e interesantes líneas de negocio a que eviten distraer
partidas del presupuesto a gastos no prioritarios como la producción de
televisión.
La ley prevé los patrocinios. Es hora de explotarlos para
poder contar esas historias que por su elevado presupuesto resultarían
imposibles de financiar para el estado. Hay que ver la cantidad de patrocinios
que series como la española Isabel o
la danesa 1864 producidas por las
televisoras públicas de esos países, tienen. Y la mención de patrocinadores es
muy similar a la propuesta por la ley del SPR.
No se trata de producir televisión para jodidos, se trata de
entender que la gran mayoría de los televidentes mexicanos no tienen el perfil
económico, ni académico similar al de los productores de los canales del
estado, quienes desprecian el mercado al que van dirigidos, lo que curiosamente,
a lo largo de muchos sexenios priístas, incluido el actual ha convertido a la televisión
pública en la más elitista de todas, la más débil y la menos importante. Es
hora como pretende la reforma en materia de telecomunicaciones de cambiar esto
y formar una televisión pública
independiente y fuerte, que los mexicanos estén dispuestos a ver.
publicado en roastbrief el 16 de marzo de 2015
imagen deathtoStock
No hay comentarios:
Publicar un comentario