Uber y Cabify representan una competencia sana que puede y debe ayudar a regular el mercado en beneficio del usuario
Armando Enríquez Vázquez
No queda duda que los mexicanos en muchos sentidos no
estamos acostumbrados a la competencia.
El fantasma del estatismo y la regulación en favor de
grupos, sobre todo cuando estos representan eso que se llama clientelismo
electoral, aún subsiste como quedó la semana pasada cuando la Ciudad de México
se vio secuestrada por taxistas que protestaron en contra de los servicios de
Uber y Cabify. El argumento es la supuesta ilegalidad en que operan estos
servicios y la falaz y melodramática maña de pedir la protección del gobierno
para poder no competir y hacer que los taxistas sigan haciendo de las suyas.
Otro argumento es que son una empresa extranjera, lo que no
deja de ser una verdad a medias porque los conductores son mexicanos y las familias
beneficiadas por estos empleos son mexicanas. Podría entender la protesta si el
argumento se basara en lo abusivas que han sido las autoridades del D.F: contra
los taxistas, pero si es por la competencia que representan nuevas empresas y
nuevas tecnologías la verdad es que me resulta absurda
Existen dos motivos reales en el trasfondo de las protestas,
uno es la corrupción que SEMOVI, antes SETRAVI, ha ejercido contra los taxis el
en D.F. Fortunas que funcionarios perredistas y sus familiares han hecho esquilmando
a los taxistas, siempre beneficiando a ciertas empresas leales al PRD.
Corrupción que ha quedado impune a pesar de haber sido aireada en los medios de
comunicación por así convenir al partido que gobierna en el D.F. Corrupción que
ha puesto en entredicho la propiedad de muchas de las flotillas de taxis en
esta capital y las cuales se presume pertenecen a miembros del PRD.
¿Qué hace SEMOVI
además de imponer reglas a los taxistas que promueven la corrupción?
¿Qué ha hecho en tres
años Rufino H. León Tovar para regular a peseras o la logística con la que
funciona el metrobús? Nada. Absolutamente nada. Las peseras no pasan revista,
ni se pintan de colores diferentes cada vez que se le ocurre al jefe de
gobierno. Hacen parada donde se les da la gana, tienen más de una década en que
no se les obliga a renovar las unidades y nunca he visto una cartulina con los
datos del chofer de una pesera a la vista de los usuarios. Así de nula ha sido
la administración del transporte en el gobierno de Miguel Ángel Mancera.
Un Secretaria llamada de Movilidad debe ofrecer propuestas y
dar soluciones a uno de los mayores problemas de la Ciudad y que presume en su
nombre. Pero no. De hecho jamás se han hecho propuestas sobre la recolección de
la basura en la Ciudad, que secuestrada por un sindicato se lleva a cabo cuando
mejor le viene en gana a los basureros, cuando como en muchas ciudades del
mundo y de nuestro país esta recolección se realiza por la madrugada para no
congestionar el tráfico. Lo mismo sucede con los camiones materialistas que
contaminan levantando cascajo en las diferentes obras que hay en la ciudad a la
hora que más les conviene, o los camiones repartidores de productos que deben
de igual manera realizar sus cargas y descargas por la noche y no en horas pico
y en doble fila. Sí esto no se puede solucionar desde la SEMOVI. ¿Para qué
demonios la necesitamos? Sí lo único que hace es proteger los intereses de
aquellos militantes del PRD que son dueños de taxis y explotar a los taxistas
cambiando las reglas cada vez que les viene en gana. Esa secretaría y ese
secretario no sirven para nada, más que para hacer rico a corruptos y oscuros
personajes relacionados con el PRD.
Uber y Cabify representan
una competencia sana que puede y debe ayudar a regular el mercado en beneficio
del usuario que no tiene por qué contentarse con el servicio arbitrario y
prepotente que se ofrece en más de un sitio de taxis empezando por llamados Génesis.
Pintados de rosa con blanco, muchos taxis son verdaderamente un asco por dentro.
Cosa que no sucede con los taxis de Uber o Cabify.
En lugar de implorar la protección del gobierno muchos de
los taxistas deben mejorar la apariencia de sus unidades, aprender a sonreír al
cliente, imponer nuevas formas aprovechando la tecnología para dar un servicio
de calidad, apoyados en ese sentido sí por las autoridades, con la
implementación de Internet gratuito en la Ciudad.
También, los ciudadanos deberíamos exigir a las autoridades
que todo aquel que conduzca un taxi, pesera o metrobús pase un examen similar
al famoso The Knowledge londinense al
que cualquiera que quiera ser taxista en Londres es sometido, el cual se aplica
una sola vez. El examen es de tal rigor que está comprobado que su aplicación
genera en los aspirantes a taxistas en la capital inglesa mejores sinapsis en
las neuronas. Una opción para la equidad sería que desaparecieran los
taxímetros y que las tarifas que cobren los taxis de sitio y de calle se basen
en el kilometraje total. Cómo se hace en aeropuertos, estaciones de autobuses
foráneos y en muchas de las ciudades de provincia.
La Ciudad de México tiene una flotilla de taxis que excede
tal vez la necesidad de los habitantes de la ciudad, pero es culpa de los
gobiernos de la capital que han creado categorías de taxis ilegales denominados,
tolerados y piratas con tal de llevar votos a sus urnas.
La realidad es que la ley de la oferta y la demanda es la
única que debe regir la elección del usuario sobre el servicio que quiere tener
en su traslado de un lugar a otro. No un decreto, una ley o un reglamento.
La estrategia les falló a los taxistas, mientras ellos se
quejaban y plañían, Uber se dedicó a regalar viajes a los usuarios lo que los
posicionó mejor entre los usuarios, en una ciudad donde la irresponsabilidad de
los diferentes grupos que se manifiestan en ella nunca tienen a los ciudadanos
en mente la respuesta fue dirigida a los usuarios y no una confrontación. Las
manos del gobierno federal, como pretendieron un grupo de estos taxistas, no
caben en el gobierno del Distrito Federal. Pero las del corrupto gobierno del
Estado de México sí.
El jueves el gobernador de la entidad Eruviel Ávila anunció que en el Estado de México no se iba
a permitir la operación de Uber o de Cabify. El viernes en el noticiero
radiofónico de Leonardo Curzio, el secretario del Transporte en el Estado de
México, Isidro Pastor, demostró su incapacidad para defender las declaraciones
del gobernador y su único argumento fue que los servicios de taxis no eran
legales porque no le pagaban al Estado de México, ese mismo estado lleno
corruptelas como la OHL y donde al parecer y por la incapacidad de este
funcionario para responder a dos preguntas sencillas como si iban a impedir que
los taxistas persiguieran y cazaran a las unidades de Uber y sus conductores, o
la legalidad de un contrato tácito entre particulares en los servicios de
Cabify, el hombre no salió de su argumento de que no le pagaban al Estado de
México. Más claro ni el agua. El viernes mismo el Gobernador del Estado de
México salió a doblar las manitas y aceptar que los servicios de taxis por
aplicación si van a operar en su entidad.
De acuerdo con la OCDE, dirigida por el mexicano José Ángel
Gurría, México está muy por debajo del promedio de competitividad los estados
miembros del organismo,
El ejemplo viene desde nuestros políticos que dan nulo valor
a la competencia. Sus estrategias de las campañas políticas se basaron en las
descalificaciones, porque tienen la mira puesta en los procesos postelectorales
donde las mafias partidistas están muy bien representadas en los
incondicionales y sumisos magistrados de TEPJF que obedecen las órdenes del
partido en poder.
El anuncio el pasado viernes de la Secretaria de Educación
Pública, de la anulación del examen de evaluación para los maestros de las
escuelas públicas, algo que desde principio del sexenio buscaban ciertas
autoridades de la SEP y los sindicatos de la educación, anula de lleno no sólo
la tan cacareada Reforma Educativa del Gobierno Federal, si no la posibilidad
de la competitividad de México en el futuro.
Entre los empresarios todavía quedan muchos, el mejor
ejemplo son los líderes de las cámaras nacionales de industriales, que educados
en el proteccionismo estatal que durante décadas practicó el estado mexicano,
se niegan a competir y prefieren mantenerse en la mediocridad de su producto y
bajo el ala protectora del gobierno.
Por fortuna otros se han dedicado a producir y competir
creando empresas fuertes y de presencia mundial.
publicado en blureport.com.mx el 1º de junio de 2015
imagen DeathtoStock.
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