Con 32 años de diferencia el papel de la sociedad civil demostró ser vital en momentos de crisis, no así de aquellos que pretenden que dones para sus propias agendas empresariales.
Armando Enríquez
Vázquez.
En la memoria tengo grabado ciertas cosas de septiembre de
1985 que nunca olvido cuando escucho acerca de desastres naturales, la primera
es el interminable paso de ambulancias y otros vehículos con sirenas a lo largo
de las primeras semanas de la tragedia. Otra una lista de víctimas en las
paredes de la Delegación Cuauhtémoc, que iniciaba con los nombres de los
fallecidos y terminaba después de una larga enumeración con las siniestras
entradas de Bolsa con vísceras.
Tampoco olvido el papel que jugaron los medios de
comunicación en las primeras horas y los días de las primeras semanas después
del terremoto. Recuerdo perfectamente a Adriana Pérez Cañedo en aquellos días
titular junto con Rolando de Castro del espacio informativo matutino de
IMEVISION a falta por unas horas de televisa Canal Trece tomó la batuta y
comenzó a servir de enlace entre los mexicanos. En 1985, ni telefonía celular,
ni Internet existían, por lo que la función de enlace entre mexicanos de la
capital, sus familiares en provincia y el extranjero se dio a través de la
televisión y de la radio. Los mensajes se leían al aire y lo mismo sucedía con
las listas de heridos, rescatados y muertos conforme la autoridad las liberaba.
Durante los primeros días de aquella temporada de oscuridad los canales de
televisión abierta en México recuperaron su sentido como medios de comunicación
masiva.
Algo similar sucedió con diferentes estaciones de radio de
AM y FM, ya entonces hace 32 años La Hora
Nacional se vio superada. Hubo comunicadores que se convirtieron a partir
de ese momento en favoritos de las audiencias como José Gutiérrez Vivó y nada
como la cobertura informativa que desde los primeros minutos realizó Jacobo
Zabludovsky desde su automóvil y que se volvió icónica de cómo realizar una
cobertura radiofónica en momentos de crisis.
Lo que en 1985 nos enseñaron los medios de comunicación
masiva tradicionales fue como aún tenían un valor social y empatía con las
audiencias. Que más allá de las mentiras de sus espacios informativo-oficiales,
también eran capaces de ser solidarios con los mexicanos.
Desgraciadamente en 2017 ha sucedido todo lo contrario.
Desde los primeros minutos de la tragedia la sociedad civil una vez más opacó
al gobierno, sobretodo al local y a los delegacionales, y la tecnología a los
medios de comunicación. En menos de media hora la gran mayoría de los
habitantes de la zona metropolitana del Valle de México había localizado a
muchos de sus familiares a través de su celular, pero sobretodo a través de
wassup. Las redes sociales Facebook y twitter jugaron el papel que hace treinta
y dos años jugó la televisión abierta y no sólo se buscaba y encontraba a
familiares, sino que avisaba de los rescatados, los fallecidos, los
hospitalizados y las necesidades en cada uno de los sitios de rescate a través
de fotografías con cartulinas llenas de datos; las necesidades más agudas y
adonde deberían estar de ser llevadas. El gobierno fue rebasado y el mensaje de
ciertos políticos era reconociendo que la sociedad civil trabajaba con ellos a
pesar de que esto es una de las grandes mentiras, la sociedad civil trabajó
esos días y continúa trabajando a pesar de ellos, que no saben vivir sin
colocarse una medalla o medrar con la situación como ha sucedido claramente en
el caso de Morelos donde la mezquindad del gobernador ha quedado de manifiesto
gracias a las redes sociales también.
Y aquella televisión abierta solidaria que sirvió de vínculo
entre mexicanos al interior y exterior de las fronteras en 1985, nos mostró
ahora su peor cara, la más mezquina, la menos solidaria, la más amarillista y
la más patética. No hubo un Pedro Ferriz Santacruz, no hubo una Adriana Pérez
Cañedo, ni un Jacobo Zabludovsky o un José Gutiérrez Vivó que transmitía día y
noche dando nombres tratando a de coordinar esfuerzos, haciendo periodismo y
siendo solidarios con las víctimas del sismo y las familias mexicanas.
Hubo una Denisse Maerker, un Joaquín López Dóriga, Carlos Loret
de Mola y una muchacha que está muy lejos de ser periodista que se llama
Danielle Dithurbide, que no sabe hacer siquiera una cobertura, quienes de la
manera más carroñera y despreciable trataron de ganar el rating para Televisa,
inventando una nota que mantuvo a muchos mexicanos pegados a la televisión, con
la falsa esperanza del rescate de alguien que nunca existió.
Como en aquella película estelarizada por Robert de Niro y
Dustin Hoffman titulada en inglés Wag the
Dog, de 1997 dirigida por Barry Levinson acerca de un productor de
Hollywood que a petición de la Casa Blanca inventa y produce una guerra en un
país lejano para salvar la imagen del presidente, Televisa decidió producir un
reality, de la misma manera manera que produce todo; mal. El fin: subir sus
ratings. Pero ya desde la noche anterior al descubrimiento del fraude de los
comunicadores y supuestos periodistas, el secretario de educación Aurelio Nuño
manifestaba con incredulidad y desconfianza el no haber podido hacer contacto
con los padres de la niña. Los medios tradicionales celosos del rol que han
jugado las redes sociales, las satanizan al mismo tiempo que se nutren de ellas
para su información.
Televisión y radio, olvidaron su función social, su fin
comunitario y se dedicaron a tratar de obtener primicias de una manera mezquina
y sin importarles los seres humanos enfrente de la pantalla, del otro lado del
receptor de radio, pero lo que es peor sin importarles el ser humano que tenían
enfrente, siendo víctima de una tragedia. El oportunismo de ciertos medios
quedó de manifiesto cuando El Universal anunció
el mismo 19 a través de su portal en Internet, por paradójico y anacrónico que
suene, una edición especial vespertina de su diario con las noticias de la
tragedia y Televisa un especial el domingo 24 acerca de la tragedia, como si no
tuvieran ya suficiente con el repudio de la sociedad durante más de 24 horas en
redes sociales. Mientras la sociedad es más sensible y solidaria, pareciera que
ciertos medios se volvieron más insensibles y arrogantes.
Pasaron 32 años, la sociedad civil demostró una vez más que
se puede con la unión de todos organizarse y dirigir esfuerzos para lograr
metas, en este caso el rescate y la gestión de recursos de mejor manera que
cualquier político y ahí están, en las redes, las denuncias contra el
gobernador de Morelos y su esposa, o el repudio popular en contra del delegado
de Xochimilco. Lo malo es que 32 años después, los medios de comunicación
involucionaron.
Hay muchas cosas por la que sentirse orgulloso en estos días
de tragedia, el volver a saber que como sociedad civil Sí se puede, que somos solidarios y que como muchos millenials pusieron en sus cuentas de
redes sociales, son mucho más que el estereotipo que mercadólogos y sociólogos
quieren imprimirles, pero los medios y en especial la televisión abierta de
nuestro país no son para nada una de ellas. La pregunta que debemos hacernos es
como creer en la solidaridad de estos medios con los mexicanos cuando no
exhortan a colaborar en el Teletón si ya demostraron su naturaleza mezquina y
lucrativa frente al dolor y la tragedia.
una versión de este texto se publicó en roastbrief.com.mx el 25 de septiembre de 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario