Una empresa que se
distingue por sus porcelanas y sus temáticas naive cautivó al mundo de los
nuevos ricos y las clases medias con aspiraciones de la segunda mitad del siglo
XX.
Armando Enríquez
Vázquez
El 16 de diciembre de 2017 murió Juan Lladró, quien junto
con sus hermanos fundó en 1951 un taller de porcelana que hoy en día es
reconocido en todo el mundo.
Juan Lladró nació el 6 de junio de 1926 en Almàssera, en la
provincia de Valencia en España. Sus hermanos José y Vicente lo hicieron en
1928 y 1932 respectivamente. Hijos de una familia humilde donde el padre era
agricultor y llegó a incursionar en algún negocio, los tres hermanos, cada uno
en su momento se vio obligado a abandonar la escuela a los catorce años y
comenzar a trabajar. Juan y José lo hicieron en una fábrica de cerámica donde
se dedicaban a pintar platos, mientras que Vicente trabajó en una fabrica que
creaba aislantes industriales de cerámica.
Los tres hermanos estaban destinados desde el inicio de su
vida laboral a trabajar la cerámica. Los tres tenían aspiraciones artísticas,
así que al salir de las fábricas en las que trabajaban corrían a la escuela de
artes de Valencia para aprender a dibujar. En la casa de los Lladró existía un
horno moruno. Los hornos morunos son herencia del pasado árabe de España y son
pequeños hornos de leña con forma cónica y una chimenea al centro que se han
utilizado para todo tipo de funciones, desde la fabricación de yeso y cerámica,
hasta para cocinar. En uno de estos hornos los hermanos Lladró comenzaron sus
creaciones a principios de los años cincuenta del siglo XX. Su ideal era crear
piezas similares a la de la centenaria empresa holandesa Royal Copenhagen.
Las figuras que representan por lo general los ideales
universales de la clase media cursi con escenas de personajes de la antigüedad y
de una grandeza que sólo es una aspiración o la nostalgia por lo que nunca
existió, comenzaron a venderse rápidamente. A finales de los cincuenta los
hermanos decidieron dedicarse de lleno a sus creaciones, abandonaron la casa
familiar y el horno moruno para trasladarse a la población cercana de Tabernes
Blanques, donde rentaron una nave industrial y optimizaron los procesos de producción
y cocción. Así mismo, abrieron la primera tienda de sus piezas en la ciudad de
Valencia. Las piezas llevaban la leyenda Porcelanas
Lladró y el primer logo de la empresa que era la Victoria de Samotracia.
Uno de los grandes intereses de los hermanos Lladró fue el crear y desarrollar el
talento de sus trabajadores, profesionalizarlos, por eso la década de los años
sesenta que marcó la internacionalización de Lladró, también marcó la creación en
1962 de una escuela de formación profesional de los artesanos en el seno de la
empresa y a finales de la década la inauguración del ambicioso proyecto llamado
La Ciudad de la Porcelana, donde no sólo
se encuentran a la fecha la fábrica y oficinas administrativas, sino
instalaciones recreativas para los trabajadores, aulas de capacitación, un
museo y tienda. El complejo se encuentra en las cercanías de la ciudad de
Valencia.
Juan Lladró fue el encargado de introducir las piezas en el
mercado de Estados Unidos lo que detonó el crecimiento y fama de las piezas de
Lladró. En 1970 la empresa decidió cambiar el logo por uno que sintetizara las
ramas que son la base del oficio; la ciencia y el arte. Utilizaron para ello de
acuerdo con el portal de Lladró un símbolo de la alquimia combinado con una
flor regional de la provincia de Valencia que se conoce popularmente como
Campanillo. El símbolo alquímico es el correspondiente al azufre, pero
invertido. La empresa creció a lo largo de las siguientes décadas y abrió
tiendas en Nueva York, en Australia, Londres, Japón, país en el que las figuras
de porcelana tienen gran demanda, incluso a la fecha parte de la producción
está dedicada a diseños populares en la nación asíatica.
Para la entrada del nuevo milenio, los gustos de compra habían
cambiado en todo el mundo, no así la visión de los Lladró. La empresa comenzó a
cambiar y entre esos cambios la llegada de la segunda generación despertó los
celos y envidias entre los primos, lo que obligó a Juan Lladró a asumir el
mando de la empresa y del 70% de las acciones lo que le dio el mando de la fábrica
de porcelanas, sus hermanos cada uno con 15% de la empresa, además quedaron al
frente de otros negocios de la familia dedicados a la joyería, los hoteles y
los bienes raíces. Sin embargo, la falta de visión de las hijas de Juan Lladró,
o tal vez el cansancio del patriarca obligaron a este último a vender la
empresa en 2016 a un fondo industrial llamado PHI Industrial.
De acuerdo con el portal biografiasyvidas.com en las
memorias que José Lladró escribió con el título de Pasajero de la Vida, el segundo de los hermanos Lladró, obsequió al
Papa Juan Pablo II unas porcelanas de los reyes magos, mismas que el pontífice
obsequió a su vez a los astronautas norteamericanos Aldrin y Collins por
considerarlos los mensajeros de dios en el espacio exterior.
Las esculturas de Lladró que tuvieron tanto éxito en España,
Estados Unidos y Japón hoy carecen de atractivo y la empresa reporta únicamente
reporta pérdidas tanto en las ventas como en la mercancía que no pueden mover y
permanece en sus bodegas.
El gran mérito de los hermanos Lladró está en haber hecho de
una idea una de las empresas más exitosas de España, que nació en esos tiempos
de oscurantismo y mediocridad en aquel país que impuso la dictadura de
Francisco Franco. El éxito y valor artístico de sus obras, como diría Andy
Warhol al referirse a los cuadros de Margaret Keane, es incuestionable frente a
la respuesta de los consumidores que hicieron de ellas uno de los más
importantes productos de consumo en el mundo de la segunda mitad del siglo XX.
Imágenes: Lladro.com
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