martes, 23 de enero de 2018

Lidia Dorantes Álvarez la riqueza científica de los alimentos mexicanos.



Esta científica mexicana estudia los diferentes productos originarios de nuestra tierra y que comemos casi a diario a los cuales encuentra cualidades sorprendentes.

Armando Enríquez Vázquez.

Siempre me ha maravillado esa conquista a la inversa que representa la invasión de los miles de productos que los europeos llevaron de América al Viejo Continente y la manera que estos se incrustaron en el gusto y las costumbres culinarias de los diferentes países europeos al grado que mucho de ellos no reconocerían la comida de sus antepasados dada la falta de los productos americanos, pero también como en un principio algunos de ellos, el maíz, por ejemplo, fueron despreciados, incluso acusados de diabólicos y venenosos entre sociedades puritanas, como sucedió con el jitomate.
Los mapas, diagramas y listas de todo aquello que viajó desde nuestro país a España, puerta de entrada, y poco a poco fue introduciéndose en los calderos y cacerolas de Europa son clara muestra de esto. También existen plantas que se abrieron paso a laboratorios gracias a los extensos manuales que recopilaron algunos de los catequizadores del Nuevo Mundo acerca del uso y conocimiento de la flora por parte de los habitantes del continente descubierto. Por eso cuando se habla de dietas, características nutricionales y medicinales me llama la atención como la mayoría de los actuales mexicanos hemos olvidado o despreciamos estos conocimientos y la tradición de una herbolaria que sólo después de la china es la más grande y antigua del mundo.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX han sido más de uno los científicos que han volteado a las plantas mexicanas y los usos tradicionales de las mismas, analizando sus compuestos y características. Gracias a este tipo de investigaciones surgió durante los años sesenta del siglo pasado la revolución sexual que cambió de manera definitiva la forma occidental de ver y practicar el sexo. La pastilla anticonceptiva surgió gracias a las investigaciones sobre una planta llamada Barbasco o popularmente Cabeza de negro de origen mexicano.
En las últimas décadas se ha desatado una obsesiva compulsión por medir lo saludable que puede ser y debe ser nuestra alimentación. Han surgido y se han puesto de moda “superalimentos” que tras una breve euforia en su consumo desaparecen de nueva cuenta, las dietas más conocidas nos hablan de valores nutricionales y recomiendan alimentos que no son fáciles de conseguir para todos los mexicanos, como bayas, quinoa, rábano negro y otros, parecería que olvidamos la riqueza de nuestra tierra.
El Instituto Politécnico Nacional tiene casi un siglo de preocuparse por este tipo de investigaciones y entre los científicos que lo hacen, acabo de descubrir a una Ingeniera Bioquímica dedicada a estudiar diferentes productos alimenticios mexicanos, la Doctora Lidia Dorantes Álvarez.
Lidia Dorantes nació en la Ciudad de México, vivió en la delegación Azcapotzalco y era hija de un hematólogo, que la llevaba a su laboratorio, donde Lidia Dorantes disfrutaba de mirar a través del microscopio, lo que indudablemente influyó de manera importante en su vocación. Lidia Dorantes, estudió y es egresada de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN, tiene la maestría en Ciencia de los Alimentos también en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN y un doctorado en Tecnología de los alimentos por la Universidad Politécnica de Valencia.
Su trabajo se ha centrado en investigaciones dedicadas a diferentes alimentos mexicanos y sus características ya sea alimenticias o como en el caso del chile guajillo y los pimientos en las sustancias que contienen y que son capaces de atacar a ciertas bacterias patógenas como las Salmonellas, Escherichia Coli, y otras, La doctora Dorantes analiza como aplicar dichos compuestos en otros alimentos, sobre todo productos cárnicos para evitar su descomposición, así como utilizarlos en la protección del consumidor a través de salsas donde la cantidad de los compuestos que atacan a las bacterias sea controlado para asegurar su efectividad.
También ha trabajado con el aguacate, desarrolló junto con otra investigadora del IPN, Alicia Ortiz, una patente para la creación de una pasta de aguacate baja en calorías, así como un aceite de aguacate extra virgen. De acuerdo con estas investigaciones Dorantes ha comprobado que el aceite de aguacate es similar al de oliva, además de presentar un contenido importante de Luteína que previene la degeneración de la mácula ocular. El aguacate ha estado en la mente de la Doctora Dorantes al menos desde sus tiempos como estudiante de la maestría, pues su tesis la dedicó a las enzimas que catalizan el oscurecimiento de esta fruta.
Otra de sus investigaciones tiene que ver con la cantidad de antioxidantes en semillas como el cacahuate, el pistache o la nuez de castilla. O la acción de las micro ondas en los compuestos de ciertos alimentos.
La doctora ha sido galardonada en diferentes ocasiones en reconocimiento a sus investigaciones en 1979 obtuvo el Premio Nacional en Ciencias de los Alimentos, en 2003 el Premio Nacional de Ciencia y Tecnología en Alimentos otorgado por el CONACyT y en 2016, el Premio Nacional al Merito en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, entre otras distinciones.
La investigadora continua al frente de su laboratorio y publicando artículos científicos resultados de sus investigaciones.

publicado en mamaejecutiva.org el 15 de enero de 2018
imagen: ipn.com 

No hay comentarios:

Publicar un comentario