Aunque existía un
laboratorio en Estados Unidos trabajando en las pruebas de embarazo fue una
joven diseñadora gráfica la que la inventó el diseño y lo patentó.
Armando Enríquez
Vázquez
No existe imagen más recurrente en ciertas películas para
adolescentes o en chick flicks también, que una mujer observando la aparición
de una línea azul en un instrumento que le anuncia fatídicamente, para bien o
para mal, que está embarazada.
Como muchos otros inventos del siglo XX, para muchas y para
muchos la existencia de este tipo de productos vino a ser parte de una de las
grandes facilidades de la vida y sacó a médicos, metiches y la burocracia de
los laboratorios de la ecuación.
Lo curioso es que el invento de este producto no se debe a
una química, si no a una diseñadora gráfica. Su historia fue desconocida hasta
que en 2012 cuando el New York Times dio a conocer la historia las pruebas
caseras de embarazo. Margaret Crane leyó la historia y contactó con la
periodista Pagan Kennedy, quien en su artículo omitió el nombre de Crane,
porque nadie la había reconocido por su invento. Esa es la parte oscura y
desleal en que los laboratorios mantuvieron la verdad acerca de la inventora
oculta. Y es que al final del día la idea de Crane acabó con la historia del
lucro entre los laboratorios encargados de procesar las pruebas y los médicos,
pero también humilló de alguna manera a los en teoría inteligentísimos
trabajadores hombres del laboratorio Organon, con sede en Nueva Jersey, donde
Margaret trabajaba y a su jefe quien intento ventajosamente hacerse con el
invento de la joven.
La historia es, como muchas otras, muy sencilla y llena de
sentido común. Margaret Crane tenía 26 años y trabajaba en el laboratorio ya mencionado
diseñando los empaques para lápices labiales y botellas para cremas y perfumes.
Sabía que las pruebas de embarazo estaban entrando en una etapa de evolución y
en su casa diseñó un frasco cuadrado de plástico transparente al que adicionó
un papel reactivo y un clip para mantener el papel dentro del reactivo, así a
vista de quien hacía la prueba inmediatamente se revelaba si estaba embarazada
o no. Margaret mencionó la idea a su jefe y este la descartó con la prepotencia
sesentera de los ejecutivos hombres alrededor del mundo. Margaret continuó
desarrollando su trabajo, pero este anónimo y oportunista personaje que era su
jefe decidió proponer la idea de Margaret a los holandeses que eran dueños de
la empresa. Estos aceptaron la idea y entonces se convocó una reunión de
diseñadores y publicistas que iban a lanzar el producto a la venta.
Por casualidad Margaret se enteró de está junta y decidió
hacerse presente en la misma. A pesar de no haber sido invitada. Apareció en la
sala de juntas con su modesto prototipo, mismo que puso entre los otros que los
publicistas habían diseñado y que de acuerdo con las palabras de Crane en un
articulo de 2016 de la misma Pagan Kennedy, estaban llenos de florecistas y
otros artilugios asociados de forma maniquea con la feminidad, pero que poco o
nada aportaban a la credibilidad del producto, al contrario, hacían ver a la
prueba de embarazo doméstica como algo improvisado y poco profesional.
Para suerte de Crane, su jefe se atrevió a correrla de junta
y cuando llegó el encargado de crear la campaña de lanzamiento encontró el
envase de Margaret el más profesional y efectivo, determinando de esta manera
el éxito del diseño de la joven, así como su vida amorosa. Ira Sturtevant el
publicista que encabezó el lanzamiento del producto y Margaret Crane no sólo
pasaron los siguientes 41 años junto como pareja sentimental hasta la muerte de
Ira en 2008, sino que juntos fundaron su propia agencia de publicidad en Nueva
York; Ponzi & Weill.
Una vez que fue decidido que el diseño de Crane era el
adecuado para las pruebas domésticas de embarazo, Organon presentó el diseño
para su patente y puso el nombre de la joven diseñadora como la autora del
producto. A Margaret se le prometió pagarle un dólar por la patente y de
acuerdo con ella ese dólar jamás le fue pagado. Organon vendió el prototipo a
las dos primeras empresas que comercializaron el producto; Predictor y ept fueron
las primeras marcas que salieron a la venta primero Canadá y después en Estados
Unidos donde las reglas las agencias federales son más estrictas.
La revolución causada por el nuevo producto fue inmediata y
hasta la fecha, en nuevos y más anatómicos diseños las pruebas de embarazo
casero se venden por millones al año a nivel mundial. Solamente en Estados
Unidos, de acuerdo con Simmons National
Consumer Survey 10.95 millones de mujeres utilizaron uno de estos sistemas
en 2017.
Cuando Pagan Kennedy publicó su primer artículo, de
inmediato recibió una llamada de Margaret Crane, quien al leerlo se sintió
sorprendida de no ver su nombre en él. Desempolvó el prototipo original de la
prueba y junto con la patente recibió a la periodista en su casa, Pagan
entonces contó la historia de Crane por primera vez.
Crane misma llevó su prototipo a una casa de subastas donde
fue adquirido por el Smithsonian, que reconoció a Margaret Crane a partir de
ese momento como una de las inventoras importantes del siglo XX.
La prueba cuando salió a la venta en 1978 costaba 10
dólares, el prototipo de Crane alcanzó el precio de 11,875 dólares.
publicado en mamaejecutiva el 12 de febrero de 2018
imagen linkedin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario