Nada es más importante que nuestra individualidad, nuestra forma de ser y de pensar y en los adolescentes esa rebeldía, melodramática a veces que los lleva a imaginar el fin del mundo
Armando Enríquez Vázquez
A lo largo de la vida hemos vivido más de una vez el fin del
mundo, ya sea porque las profecías no suceden cuando muchos seres humanos creen
que van a suceder en una mezcla de catastrofismo, matemáticas mal aplicadas y falso
optimismo, ya sea porque todo a nuestro alrededor se derrumba creando un
apocalipsis individual, pero de igual magnitud en el ámbito personal que si un
enorme meteorito cayera en el Golfo de México, o al menos eso pensamos.
La adolescencia es sin duda una verdadera porquería para
miles de jóvenes en todo el mundo y en diferentes artes se ha reflexionado
sobre esa etapa de la vida llena ansiedad y de un sentido de estar todo el
tiempo en el lugar equivocado. Desde Holden Caulfield el personaje de la
extraordinaria novela de J. D. Salinger, El
Guardián en el Centeno, hasta películas como Tenemos que hablar de Kevin, o Elefante
de Gus van Sant que retratan adolescentes extremos que solo entienden la
violencia como respuesta al mundo, la adolescencia es abordada como una etapa
que en realidad es una dolorosa confrontación de la imaginación desbordada con
el mundo, llegando en el caso de los últimos ejemplos una violenta respuesta de
evasión e intento de control de la realidad. La nueva serie de Netflix The End of the F*** World no es
simplemente una historia más sobre la adolescencia, es una divertida,
gratificante y muy desconsolada historia que vale la pena verse. La serie narra
de manera brillante, llena de un ácido humor negro y cientos de sarcasmos un
momento crucial en la vida de James y Alyssa, dos personajes en el límite entre
la marginación y la propia autosegregación.
Basada en una novela gráfica norteamericana del mismo nombre
creada por Charles Forsman, un hombre nacido en 1982 en Pensilvania en Estados
Unidos y realizada por la cadena inglesa Channel 4 para Netflix, The End of the F*** World cuenta el
encuentro y descubrimiento del mundo por parte de James (Alex Lawther), quien
compulsivamente cree que su futuro es convertirse en un asesino serial y de
Alyssa (Jessica Barden) impulsiva, ególatra, con ganas de comerse al mundo y
sus mediocres habitantes, pero terriblemente sola.
Cada uno, desde su egoísmo, cree que utiliza al otro para
sus propios fines. Alyssa se aprovecha de la anestesiada voluntad de James para
tratar de llegar al paraíso terrenal que representa su padre que ha estado
ausente a lo largo de toda su vida, mientras que James piensa en Alyssa como el
conejillo de indias que será primera víctima humana. A lo largo de todo tipo de
situaciones limites y de experimentación ambos adolescentes descubrirán que la
vida es más poderosa de lo que habían imaginado y en su caída libre a la
conciencia de lo que realmente son y lo que los rodea, descubren la elemental necesidad
que uno tiene del otro y viceversa.
Historia de adolescentes muy adolescentes, The End of the F*** World, nos obliga a plantearnos,
de igual forma, las responsabilidades reales que como generación de padres
hemos olvidado. Desde la autocomplacencia en nuestra forma de actuar, la
permisividad con la que maleducamos hasta las formas absurdas con las que
pretendemos ocultar la verdad por no dañar a los más pequeños.
Como en canción de Sabina, llega la vida y devora a James y
Alyssa, las fantasías que han creado en sus mentes demuestran ser eso, nada más
fantasías. La honestidad con la que creen enfrentar y resolver sus vidas
resulta demasiado ingenua frente a la violencia de los clásicos personajes que
saltan en la serie, un asesino serial verdadero, una policía lesbiana nada
empática y demasiado pragmática y deshumanizada, interpretada por Wunmi Mosaku,
la misma actriz que interpreta a otra policía fría y realmente dura en la
extraordinaria serie Fearless.
A diferencia de 13
Reasons Why, The End of the F*** World, no se trata de una venganza, ni de
la exposición de una victima que se victimiza a sí misma, no es un denunciar a
un mundo que no entiende al denunciante, no es una obra de culpabilidades.
The End of the F***
World, es una obra poética acerca de la belleza que hay en la vida, del
amor y lo único e irrepetible de cada uno de nosotros y de las relaciones que
formamos con diferentes personas, así como de la dificultad de comprender todo
esto, de las salidas fáciles, de los pretextos y las conchas defensivas que
como adolescentes creamos para sentirnos seguros.
El descubrimiento de que la belleza nada o muy poco tiene
que ver con la bondad. Que la bondad nada tiene que ver con las buenas
intenciones y que de estas últimas como dice el dicho esta pavimentado el
camino al infierno, son subtemas inherentes a la trama principal. Netflix nos
demuestra una vez más que está muy lejos de ser Disney, que los personajes de
sus series son reales, como nos gusta ver y ser vistos.
A pesar de los descubrimientos y experimentos de los dos
adolescentes, The End of the F*** World
nada tiene que ver con el sexo, no es el lugar común de sexo y sangre como
muchas otras historias mediocres, y aunque la pequeña muerte o la muerte
chiquita esa metáfora del orgasmo no llegue a James y Alysa, la tragedia que
ellos viven en su desaforada carrera a ninguna parte los fundirá de una manera
mucho más definitiva uno con el otro, demostrándoles la fortaleza incorruptible
del compromiso que existe entre ellos dos, ingenuos e intolerantes como lo son,
y que cuando el mundo termina, por lo general no para todos, si no que la
mayoría de las veces el p*** fin del mundo es asunto terriblemente personal.
publicado en roastbrief.com.mx el 15 de enero de 2018
Imagen; Netflix
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