Las series nacionales estrenadas en 2018 merecen un revisión, frente pobre oferta de la televisión abierta, las plataformas de Internet y canales de paga crearon una oferta interesante para las nuevas audiencias mexicanas.
Armando Enríquez
Vázquez
Las series mexicanas estrenadas en 2018 merecen un revisión,
pues frente al desplome de los canales abiertos de televisión, las plataformas
de Internet y los canales de televisión de paga crearon una oferta importante e
interesante de series para las nuevas audiencias mexicanas, algo que no es
común en un mercado dominado por un duopolio que apostó a la mediocridad y a la
estupidez durante las últimas décadas.
Amazon y Netflix son los nuevos medios para ver producción
nacional y como debe ser en un mercado de libre oferta tenemos series de chile,
de dulce y manteca. Clarovideo que debería ser el gran distribuidor de trabajos
mexicanos y en general de Latinoamérica ha demostrado con la excepción de “La
Hermandad” ser productor de puras series anodinas incapaces de provocar interés
entre la audiencia, a la que la empresa de Slim sigue considerando como
ignorante, capaz de consumir lo que se le proponga y ha convertido a Clarovideo
en un cero a la izquierda y en ese sentido ni que decir del mal chiste que ha
resultado ser Blim, la plataforma de Televisa.
Canal Once ha producido a lo largo de los años series más
interesantes y exitosas que las dos últimas plataformas mencionadas arriba, y
en 2018 se estrenó en la televisora del Instituto Politécnico Nacional la
temporada final de Paramédicos,
probablemente la mejor serie del Once en los últimos años, que al final del
sexenio olvidó esa forma de producir de calidad para gastar dinero en programas
de opinión que eran intrascendentes en muchos casos y obligaron a las
audiencias a abandonar la señal del IPN una vez más. HBO presentó también la
temporada final de Señor Ávila. Ambas producidas por Lemon Films que se ha
constituido como una de las más importantes y propositivas productoras de
series en México, series de calidad, bien escritas y con temas variados.
Pero sin lugar a dudas una de las grandes sorpresas del año
fueron las dos primeras producciones de Televisa para Amazon Prime, “Diablo Guardian”, basada en la exitosa
novela de Xavier Velasco y la que sin duda fue una de las mejores series del
año “Un Extraño Enemigo”, para mi
gusto la mejor. “Un Extraño Enemigo” intenta
contar el genocidio contra estudiantes y trabajadores de 1968 desde la mezquina
e interesada política palaciega que encabezaron Luis Echeverría Álvarez y
Fernando Gutiérrez Barrio. Un detalle en contra de la serie es que olvida la
fuerza generada a nivel nacional por el movimiento, algo que no se había visto
en México durante décadas, sobre todo porque los inconformes eran miembros de
la creciente en ese entonces clase media del país, pero que ya no toleraban la
dictadura disfrazada del PRI. El casting y las personificaciones son
extraordinarias sobre todo en el caso del presidente Gustavo Díaz Ordaz y
personaje que supuestamente es Fernando Gutiérrez Barrio interpretado por
Daniel Giménez Cacho.
Fox también estrenó otra de las grandes series mexicanas del
año y que bien vale la pena ver “Aquí en
la Tierra” producida por Gael García. Una historia de corrupción política y
espiritual con claras referencias al sexenio de Peña Nieto y a la clase
política mexicana que en sus excesos se siente capaz de violar todas las reglas
que sus antepasados impusieron para poder gobernar el país. La figura del poder
detrás del poder es uno de los elementos más llamativos de la serie y siembra
en el argumento ese panorama desolador y nada esperanzador que hace de la serie
un parteaguas con los melodramas baratos y populistas de Epigmenio Ibarra.
Desgraciadamente gran parte del año en Netflix estuvo llena
de malas series biopics mexicanas, aunque cabe aclarar que la de Luis Miguel
fue todo un éxito y en todos lados se comentaba. Aunado a estos melodramas hay
que sumar dos pésimas series hechas como para las audiencias tradicionales de
la Televisa de Azcarraga Milmo; “La Casa de las Flores” y la infumable
“Ingobernable” cuya segunda temporada es todavía peor que la primera, algo que
parecía imposible de lograr pero que parece no haberle costado ningún trabajo a
Epigmenio Ibarra.
Para finalizar el año Netflix estrenó “Diablero” una serie sobre demonios, curanderos y chamanes ubicada
en la Ciudad de México el día de hoy, lejos de ser un melodrama o un drama
pretencioso “Diablero” me recordó “Stan against Evil”. Una farsa sobre los
temas sobrenaturales, producida por Morena Films, basada en una novela del
escritor mexicano F. G. Haghenbeck titulada “El diablo me obligó”.
El casting del diablero es en general muy bueno y sin duda
la actuación estelar de Horacio García Rojas en el papel de Elvis es uno de los
grandes logros de la serie. García Rojas es un diablero, chamán de estirpe que
saca demonios a posesos, quien como buen chilango se mueve en metro, camiones y
es cabulero, lleno de recurso heterodoxos. Su auto esta en manos de “El indio”, el actor Humberto Busto, un
hombre que organiza peleas clandestinas con posesos y quien antaño pretendió a
la hermana de Elvis interpretada por la actriz Fátima Molina. Por alguna razón
Elvis le debe a “El Indio” doce demonios. A la tercia se unen un sacerdote muy
fresa y como sacerdote católico un hombre que lleva consigo algunos graves
pecados interpretado por Christopher Von Uckermann y una joven posesa, Nancy, interpretada
por Giselle Kuri, quién a voluntad deja entrar demonios en su cuerpo y sirve de
comunicación entre los mundos. Todos unidos o desunidos para encontrar a una
diablera, interpretada por la excelente actriz Dolores Heredia, obsesionada por
terminar con el mundo a partir de un antiguo rito sincrético a partir de niños
hijos de sacerdotes católicos. Elvis y compañía intentaran impedir este
desastre.
“Diablero” no es
la mejor serie mexicana, sin embargo, es una incursión sui generis en el género de terror mezclado con la comedia negra y
la farsa. Uno de sus grandes aciertos más allá del casting, es el jamás perder
tiempo en explicaciones sobre el universo que se construye al interior del
mundo de la serie, algo que a los americanos les sale muy bien y que en el caso
de Diablero está claro. Aceptas la premisa de la serie y sigues adelante o no y
regresa a algo más convencional. Nadie te va explicar nada porque como
espectador solo vienes a escuchar esta temporada y a lo mejor a engancharte
para una segunda con ciertos cabos sueltos como el hijo desaparecido de la
hermana de Elvis. O la extraña congregación de católicos encabezada por un
obispo mentor de Uckermann y que se comunica con extraños entes a través de la
más avanzada tecnología.
Diablero es una serie entretenida y muy divertida con muy
buenos efectos especiales. Esperemos haya una segunda temporada y que Netflix se de
cuenta que existe un mercado para otras propuestas diferentes a los Biopics y
las telenovelas políticas con pésimas anécdotas y desarrollo.
2018 nos da esperanza a que diferentes escritores,
directores y actores surjan en series diferentes a lo que siempre se nos ha
querido dar de comer y beber en un sistema de producción y distribución tan
mediocre y corrupto como el que desde hace más de cuarenta años implementó
Televisa primero y más tarde TV Azteca.
publicado en roastbrief.com.mx el 28 de diciembre de 2018
imagenes: Netflix
Amazon
Canal Once
HBO
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