En un libro muy atractivo y divertido Algarabía hace un
magro intento por capturar la forma en que hablamos en las diferentes entidades
federativas de nuestro país.
Armando Enríquez
Vázquez.
Para aquellos que hemos vivido en diferentes ciudades de
nuestro país, una de las cosas que siempre llaman nuestra atención y a las que
nos es obligación adaptarnos y entender son los localismos y modismos que
nuestro idioma toma en cada las diferentes regiones del País.
La editorial Algarabía acaba de publicar un libro al que
pretenciosamente llama El Mexiconario, y dijo de manera pretenciosa
porque en las 200 páginas que lo forman, no se puede acometer desmenuzar la
riqueza y diversidad que los mexicanos hemos hecho con el idioma que Cortés y
los que le siguieron impusieron en las arbitrarias fronteras de la Nueva España
y más tarde se ha visto enriquecido y modernizado por los aportes de las
lenguas originarias y la influencia de los imperios a nuestro alrededor, así
como la constante migración de latinoamericanos desde hace más de 40 años
procedentes de diferentes naciones del continente.
Algarabía se ha caracterizado a lo largo de su existencia
por editar una revista y una serie de libros muy interesantes y con énfasis,
sobre todo los libros, en el español que hablamos. Ellos son los autores de
libros muy mexicanos de hablar como El Chingonario donde se dedicaron a
desmenuzar todos los usos que le damos a la palabra Chingar, como verbo y
sustantivo.
El Mexiconario es apenas una limitada lista de
palabras que se utilizan en los 32 estados y la capital del país sin que por
eso se convierta en un diccionario, es además una infografía actualizada, para
los que desconocemos la división política de cada uno de los estados, del
número de municipios y alcaldías por entidad, el número de habitantes y el
porcentaje que representan en el total de población nacional.
A los hechos, o mejor dicho a la lectura me remito, como
mencione antes, los que hemos sido afortunados para vivir en diferentes regiones
y ciudades del país por lapsos largos descubrimos que la selección de la
editora del libro María del Pilar Montes de Oca Sicilia, quien fue destituida apenas
en noviembre de 2019 por su estúpida actitud, imbécil comentario y muestra de
intolerancia, en relación al caso de la matanza de la familia LeBaron, a pesar
de mostrar muchos regionalismos, esta muy lejos de ser una recopilación
interesante y representativa de la forma de hablar de ese mosaico que somos los
mexicanos y nuestras diversas formas de hablar.
Además, la mujer olvidó que hoy gracias a los fenómenos de
migración interna consecuencia de la violencia y el narcotráfico muchos de estos
modismos del idioma nos son conocidos a muchos más mexicanos de lo que sucedía
hace treinta o veinticinco años y por lo tanto muchas de las palabras que
forman parte de la lista que armó son ya del dominio común entre los mexicanos.
La falla está en la pretensión de llamar Mexiconario a
un libro que no respeta la estructura de un diccionario y se limita a darnos la
palabra o el término con un ejemplo de su uso sin entrar, muchas veces, en el
detalle de si se trata de un sustantivo, adjetivo o un verbo, lo que es peor no
nos dice nada acerca del origen del vocablo en cuestión. Los anglicismos como birria,
sinónimo de cerveza, y la diferencia con la birria como guiso de Jalisco no se
encuentra en la obra. Omite la voz guayabo con la que los habitantes de
Cuernavaca se identifican a sí mismos, pero en el capítulo dedicado a Veracruz
incluye Jarocho como gentilicio de los habitantes del Puerto de Veracruz.
De manera por más arbitraria atribuye a los morelenses, sin que nos diga cómo o
por qué la frase Chupar faros o el hablar de la ropa con el sinónimo Garras,
en ambos casos más que de regionalismos, porque conocidas en el centro del país
y de la capital desde hace más de 60 años, estamos hablando arcaísmos. Tampoco
en el libro se nos habla del chilango Bolillo, el jalisciense Birote y
el veracruzano Pan de Agua sus coincidencias y diferencias.
Uno de los mayores yerros se da en vocablos que son muy comunes en
ciertas ciudades que la editora del libro desconoce al ser ajena a la cotidianidad
de los lugares. En Chihuahua hasta la fecha se utiliza la palabra winie
como sustantivo que se utilizar para designa una salchicha, morro/a no
aparece, como tampoco troca o parquear, no aparece tampoco el modismo trae
tiempo como coloquialismo de ¿Qué hora es?
Una de las cosas que recuerdo del tiempo que viví en
Xalapa, Veracruz, era el uso común sin importar el estrato social de la
palabra ves como sinónimo de ve imperativo del verbo ir. Siempre que pregunté
porque era correcto decir: ¡Ves por las cocas! Invariablemente la respuesta era
la misma es que ve es de ver. La riqueza, las variantes y distorsiones que existen
de nuestro idioma al interior del país apenas están bocetadas en este libro que
puede resultar interesante para un crío o un neófito del mexicano.
En este mismo sentido
lingüístico alguien debería estar rescatando y reimprimiendo la obra del gran Arrigo
Coen Anitúa quien publicó 3 libros muy interesantes acerca de como hablamos el
español en México y el origen de vocablos popular.
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