Una forma de vida congruente y unificada en la Ciudad de México y la zona conurbada, capaz de generar bienestar y certeza en los ciudadanos, es lo que menos le importa a los partidos políticos.
Armando Enríquez Vázquez
La semana pasada el bloque morenista, que encabezará la mayoría
en la próxima Asamblea Legislativa de la Ciudad de México hizo pública en voz
de su presidente nacional, su agenda para
los próximos tres años, en la cual resaltan las ideas populistas y
electoreras que caracterizan a los miembros de la cofradía encabezada por
Andrés Manuel López Obrador, como por ejemplo acabar con el doble no circula. ¿Por
qué acabar con el doble no circula en una ciudad en la que los niveles de
contaminación son cada vez mayores? La respuesta es fácil, beneficiar a muchos
comerciantes que viven en la zona conurbada del Estado de México para así
empezar a promover el voto de Morena en el Estado de México.
En el Valle de México vivimos más de veinte millones de personas,
muchas de las cuales cruzan a diario la Ciudad de México, utilizando los
servicios de la Ciudad y generando necesidades de infraestructura que para
algunos de los ocho millones de habitantes de la capital del país no les
beneficia pero si obstaculiza su diario ir y venir. Lo mismo sucede con los
contribuyentes de la zona conurbada que no necesariamente entran a la Ciudad de
México, pero se ven afectados por las necesidades de aquellos capitalinos que a
diario van a su municipio.
A lo largo de los últimas cinco décadas el crecimiento de la
mancha urbana aledaña a la Ciudad de México no ha disminuido. No se ha tratado
de controlar, ni de legislar al respecto, principalmente porque durante gran
parte de ese tiempo el llamado Regente de la Ciudad dependía del presidente y
de sus caprichos pues la ciudad de México carecía del derecho de elegir a su
gobernante. Hoy son dos entidades federativas independientes las que se ven
involucradas en el gobierno de la gran zona metropolitana de la Ciudad de
México, cada una con su propia agenda política desde 1997 cuando la Ciudad de
México dejó de ser un apéndice del gobierno federal. Incluso el gobierno
federal trata de jalar agua a su molino con esta situación.
Conocemos muchos casos, y se ventilan a diario acerca de cómo
la corrupción policiaca en el Estado de México afecta de manera directa a los
conductores y ciudadanos del Distrito Federal. Cruzar de cualquiera de las
delegaciones de la Ciudad a los municipios conurbados del Estado de México con
los que colindan, es siempre un albur, la seguridad, las leyes y las reglas
cambian de manera radical de una cuadra a la otra.
Los taxis de la Ciudad de México se ven obligados a cobrar
más por cruzar la línea imaginaria entre el Distrito Federal y El Estado de
México y viceversa. Las peseras mexiquenses que tienen una regulación diferente
entran en las calles de la ciudad cobrando más y contaminando peor.
En muchos países cuando estos asuntos geopolíticos suceden
con el crecimiento de las ciudades las soluciones son de dos tipos. La primera
creando una ley común a toda la mancha urbana, la segunda anexando los
suburbios a la Ciudad para crear una unidad en la administración, desarrollo y
políticas de la urbe y aligerando los gastos de una doble administración.
Claro en México esto implicaría un problema en los cotos de
poder político; ya sea el PRI, o el PRD, y por extensión hoy Morena podrían
perder sus bastiones políticos. Sí Ecatepec pasara a ser una delegación más de
la Ciudad de México, tal vez la capital del país volvería a ser priísta, pero
sí sumamos Nezahualcóyotl, entonces la llamada izquierda reafirmaría su
control. Eso sin contar que sin la zona industrial de Cuautitlán y Tlanepantla
el Estado de México tendría unas finanzas menores y carecería de los muchos recursos
con los que se compran votos.
Lo cierto es que una
forma de vida congruente y unificada en la Ciudad de México y la zona conurbada,
capaz de generar bienestar y certeza en los ciudadanos, es lo que menos le
importa a los partidos políticos, la cara socarrona de Martí Batrés, el día de
la presentación del pomposamente llamado decálogo de Morena en la asamblea así
lo demuestra. Los próximos tres años serán insufribles para la certeza de la
ciudadanía de la Ciudad de México, puesto que las metas de Morena nada tienen
que ver con el bienestar de los ciudadanos que votaron por ellos, sino por la
agenda personal de sus dirigentes de joder a Mancera y al PRD a como dé lugar.
Nada propone el decálogo, solo restricciones, combatir a
capa y espada al gobierno de Miguel Ángel Mancera y al PRD, que ahora en la
nueva telenovela del los líderes de Morena, son los malos malísimos, peores que
el PRIAN que complotó contra ellos desde que Fox arribó a la presidencia.
Promesas de no subir impuestos y mantener un sistema de transporte público malo
pero eso sí muy barato. Austeridad republicana, lo que sea que esta frase
demagógica quiera decir, pero nada de eliminar el fuero. Acabar con el abuso de
la construcción que no respeta las zonas residenciales de la ciudad, sin recordar
que el principal promotor de la construcción sin sentido y avariciosa en la
Ciudad fue Andrés Manuel López Obrador con sus bandos revanchistas en contra de
las delegaciones que no votaron por él o por el PRD en ese entonces. No a todo.
Porque nunca desde que se le demostró a Andrés Manuel que los capitalinos no
estábamos de acuerdo con su plan de seguridad y nos llamó a todos una bola de pirrurris, ha sabido ser más que un
político negativo, sin propuestas tangibles a favor de la ciudadanía.
En 1830, Tlalpan era la capital del Estado de México, su
cercanía con la Ciudad de México obligó al gobierno a cambiar la capital de la
entidad a Toluca, Tlalpan pasó a ser parte de la capital del país. De esa misma
forma la ciudad podría integrar a los municipios mexiquenses conurbados. No
haría a todos a tener reglas claras y definidas para el bienestar de 23
millones de mexicanos que habitamos la zona y que independiente de los
diferentes partidos y sus agendas enfrentamos muchos problemas en común cuya
solución debe estar dada por acciones ciudadanas en conjunto, no en la manera
personal y revanchista de todos los partidos de enfrentar al vecino de emblema
diferente. La idea parece una utopía, pero lo mismo parecía que un Estado del
tamaño y la importancia de Nuevo León tuviera un gobernador independiente derrotando a las
famosas estructuras clientelares de los partidos políticos.
Lo mismo sucede en las otras grandes urbes del país
Monterrey, Guadalajara, Puebla, donde la desaparición de los municipios que
forman la zona metropolitana ayudaría a una mejor y más clara forma de
gobierno. Una administración lineal y más barata. De otra forma estamos
condenados no solo a los intereses personales de los diferentes presidentes
municipales y a sus cabildos, sino a personajes revanchistas como los líderes
de Morena y que lo único que habrán de hacer desde la asamblea legislativa del
Distrito federal, será imponer una agenda con miras a las elecciones del 2018, impidiendo
cualquier acto del Jefe de Gobierno que no les parezca, que no los beneficie.
La ciudadanía una vez más no importa.
publicado en blureport.com.mx el 29 de junio de 2013
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