lunes, 17 de agosto de 2015

Una bebida desagradable y milagrosa.



Tomando una receta de los pescadores noruegos se creó una de las medicinas y complementos más exitosos de la historia contemporánea, aunque su origen y receta sean repugnantes.
Armando Enríquez Vázquez.
La importancia histórica del Bacalao, de su pesca, de la industria que los países con costas en el Atlántico norte hicieron con esta especie es una de las hazañas de los pueblos pesqueros. En su extraordinario libro, Cod: A Biography of the Fish That Changed the World, Mark Kurlansky dice que del Bacalao se aprovecha todo, la carne magra que casi no tiene grasa, las cabezas que resultan, a decir del autor, ser más sabrosas que los lomos mismos, las lenguas, la piel que además de poder comerse, se puede curar para crear artículos como zapatos. El estómago se rellena de hígado y carne para crear una especie de salchichas de con él. Los huesos y otros órganos del pez se utilizan como fertilizantes, incluso Kurlansky menciona que ciertos pueblos de Islandia remojaban los huesos en leche fermentada para ablandarlos y después comerlos.
Para nosotros habitantes de un altiplano el bacalao representa una tradición en las mesas de las celebraciones navideñas y de fin de año, traído por los españoles, el bacalao encontró en el bolillo el mestizaje de la deliciosa torta de bacalao, tan degustada en los días posteriores a las fiestas decembrinas. Sin embargo para muchos el bacalao trae un amargo regusto a la memoria.
Entre las partes comestibles del bacalao se encuentra el hígado, que no sólo es consumido cocinado de manera normal. Los pescadores noruegos tenían la costumbre de arrojar los hígados del pez en un barril con agua de mar y esperar a que se fermentaran por periodos que podían durar hasta un año. El resultado de esta fermentación extraía entre otras cosas los aceites contenidos en el hígado del pez, el brebaje resultante de aquella mezcla era tomado por los pescadores para combatir todo tipo de enfermedades y dolencias. Este remedio fue el que en sus viajes por las costas noruegas encontró Alfred Downe Scott, los pescadores entrevistados por Scott aseguraban que la bebida daba fuerza, longevidad y ayudaba a prevenir enfermedades. Scott comenzó a investigar el fermentado y en 1876 en Inglaterra lanzó a la venta la hoy famosa Emulsión de Scott. Al volverse un producto popular, se industrializó el proceso, lo que no lo hace más apetecible que el original pues se basa en hervir los hígados y otros tejidos grasosos del pez para obtener los aceites necesarios.
Unos años antes, en 1841, el médico escocés John Hughes Bennet ya había estudiado el fermentado y publicado un artículo para la comunidad médica del Reino Unido titulado: Treatise on the Oleum Jecoris Asselli, or Cod Liver Oil.  En el que reconoce las propiedades terapéuticas del aceite obtenido del hígado de bacalao, sobre todo en enfermedades relacionadas a la deformación de los huesos, la gota, el reumatismo y la tuberculosis. En 1843, un médico holandés; Ludovicus Josephus de Jongh realizó estudios y análisis sobre el aceite descubriendo que con el paso del tiempo este aceite se oscurecia y descubriendo que el que tenía más propiedades curativas era el que tenía un color café claro que representaba la primera etapa de la fermentación, entre más oscuro era el líquido menos propiedades tenía y su sabor era más concentrado y por lo tanto repugnante. Con el tiempo y los avances científicos muchas de las sustancias contenidas en el aceite serían identificadas, primero las vitaminas A y D y años más tarde los aceites Omega 3 que tantos beneficios tienen para el sistema cardiovascular.    
La Emulsión de Scott no fue la primera marca con la que se vendía el aceite de hígado de bacalao, pero si fue la primera que aseguraba a los consumidores que por su contenido de glicerina que emulsificaba la fermentación el sabor era más agradable, de acuerdo con la publicidad de la glicerina encapsulaba el fermento eliminando el sabor. Cosa que aquellos que han tomado el complemento sabrán que no es cierto.



Como imagen de la marca Scott eligió una fotografía de un pescador noruego llevando a cuestas un enorme bacalao, como demostración de los beneficios proporcionados por su emulsión. Esa fotografía dibujada a lo largo de más de ciento treinta años sigue siendo una forma de identificar a la marca. La emulsión se volvió en una medicina recetada por médicos a lo largo y ancho del mundo y conquistó mercados que por un momento a mediados del siglo pasado quisieron ganar los complejos de vitaminas sintéticas y que fueron nulificados cuando años más tarde se descubrió el contenido de aceites Omega 3 en la emulsión por lo que recupero cierta popularidad entre los médicos.
La publicidad de la emulsión de Scott es de llamar la atención, en sus primero años el entusiasmo que le imprimían los publicistas españoles y de habla hispana llama la atención. Desde la que dramáticamente inicia con el encabezado: Mi hijo Casimiro estaba anémico… hasta el poco creible: Los niños piden a gritos la Emulsión de Scott.
 Con el paso de los años y al enfrentarse al problema del sabor los laboratorios añadieron saborizantes a la formula y hoy existen versiones con sabor naranja y cereza, además del sabor natural. La Emulsión de Scott sigue vigente en muchos países como el nuestro, donde muchos niños piden a gritos que a su mamá se le olvide la dosis diaria.

publicado en the point.com.mx el 3 de agosto de 2015
imagenes: cuadrosguapos.com
                   endocrinologopediatra.mx

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