Durante la última década el discurso de la educación en nuestro país se ha centrado en la guerra que sostienen dos grupos sindicales y el gobierno. Los alumnos son lo de menos.
Armando Enríquez Vázquez.
Inicia un nuevo ciclo escolar y pronto, muy pronto
diferentes razones, motivos y pretextos comenzaran a obligar a los alumnos a
dejar pupitres y aulas vacías en todo el territorio nacional.
Durante la última década el discurso de la educación en
nuestro país se ha centrado en la guerra que sostienen dos grupos sindicales y
el gobierno. Un asunto de poder y dinero que inició el PRI en 1992 cuando el
entonces gobernador de Oaxaca Heladio Ramírez López cedió la educación y el
dinero destinado al gobierno a la CNTE. Claro, Ramírez López, como los líderes
de la CNTE, vive en los lujos emanados de la corrupción y la incapacidad de gobernar,
al igual que muchos de los gobiernos estatales, locales y federales emanados de
ese partido.
Pero dentro del panorama real de la educación de niños y
jóvenes mexicanos se escapa el verdadero asunto a resolver; la elevada
deserción de estudiantes que año con año llena los hogares y calles de nuestro
país de jóvenes sin estudios y sin vocación. Jóvenes que no encontraron en las
escuelas una respuestas a sus inquietudes y otros muchos que por problemas de
dinero tienen que abandonar las escuelas privadas, que muchas veces son caras y
malas, instituciones que han funcionado a lo largo de décadas para eximir al
estado mexicano de la obligación constitucional de dar a los mexicanos una
educación gratuita y laica de calidad, y para tapar todos los complejos de
inferioridad y clasismo de muchos padres mexicanos que decidieron en la décadas
de los cuarenta del siglo pasado desconfiar del estado, para poner a sus hijos
en manos de una educación privada que en ese entonces era muy elitista.
Seiscientos cincuenta mil jóvenes abandonan la educación
media superior anualmente, lo que es sólo una consecuencia de la ineficacia de
las políticas de gobierno en materia de educación. Casi dos millones de jóvenes
en este sexenio de reformas estructurales se encuentran en las calles
trabajando en el mejor de los casos en empleos que jamás satisfarán sus
necesidades básicas. Jóvenes que en muchas ocasiones repiten círculos de
pobreza, que en otras se unen al crimen organizado y al desorganizado. Jóvenes
que se vuelven albañiles, jornaleros, operadores en maquiladoras a lo largo y
ancho de un país donde la esclavitud aún existe y se propaga, donde la trata de
personas está retratada a diario en los spots de la alerta Amber y los carteles
de CAPEA y la PGR que vemos por montones en las estaciones del Metro y
Metrobús.
A esos seiscientos mil muchachos y muchachas que abandonan
la escuela hay que sumarle a los que lo hacen desde antes, que no concluyen la
primaría y a los que lo harán después cuando las universidades e institutos de
educación superior les nieguen la entrada solamente por el hecho de no tener
cupo, cuando el gobierno no se ha preocupado a los largo de muchos sexenios en
aumentar los presupuestos educativos en nuestra nación. Cuando el presupuesto
destinado a educar, como muchos otros, se destina a pagar una ineficiente
burocracia compuesta de personajes administrativos que nadie conoce o de
maestros con dobles y triples plazas como ya ha sido demostrado por diferentes
medios a lo largo de estos años.
Si bien es cierto que los maestros son una de las causas
principales del problema, lo son tanto en el ámbito de la educación pública,
como en el de la educación privada. La razón principal se encuentra en el
rechazo a las actualizaciones, porque más allá del trillado asunto del
apostolado educativo, los maestros tienen un profundo rechazo a actualizarse, a
emprender acciones de educación y mejora continua, como lo tienen las
autoridades federales y los directores y miembros de juntas directivas de las
instituciones privadas de educación.
La reforma educativa planteada por el Peña Nieto, es una
reforma burocrática llena de buenos deseos, una reforma que pretende por un
lado que entre más permanezca un niño o un joven en una escuela, más aprenderá.
Lo cual en su mismo origen no es más que una falacia, puesto que por más horas
e interés que muestre el alumno en permanecer en la escuela, de nada sirve si
el profesorado sigue siendo el mismo. Esa misma reforma no dice nada de la
inversión que el estado debe hacer en educación, México es el país miembro de
la OCDE que menos invierte en educación, curiosamente el gobierno anuncia en
radio y televisión el apoyo económico a jóvenes emprendedores, y se gastan
palabras huecas en discursos demagógicos hablando sobre el futuro de México y
el de los jóvenes en un país que de otra manera no invierte y no cree ni en sus jóvenes, ni en el futuro del país.
Muchos maestros, tal vez, están interesados en brindar la
mejor educación a sus alumnos, pero nadie les ha advertido que los niños y
jóvenes tienen intereses y herramientas nuevas en estas épocas, los maestros
necesitan una educación continua que los ponga al tanto de las realidades
virtuales que tienen al alcance de la mano y que como herramientas muchas de
ellas han sido probadas con éxito alrededor del mundo. Internet no existe para
enviar correos a los padres, ni guías de estudio exclusivas del plantel, como
tampoco se limita a la visión de nota roja que se populariza en nuestro país y
pretende con ello negar una realidad irreversible.
La reforma debe preguntarse ¿cómo mantengo a todos esos
jóvenes y niños en los salones de clase? ¿De qué manera se puede crear un sistema
educativo que enseñe al alumno a ser proactivo y no a rechazar, todo aquello
que sea conocimiento por el argumento que estudiar es aburrido? ¿Cómo impulsar
la lectura y la investigación en los jóvenes?
Si la SEP cuenta con pedagogos, lo desconozco, pero supongo
que los que emplea son el producto exacto de la educación actual en nuestro
país, burócratas inmóviles que viven para tener un sueldo, que desconocen que
pasa en las aulas de clases y en el mundo exterior a la burocracia y grillas políticas
que también se dan en las dependencias gubernamentales.
Los esfuerzos de promoción a la educación de los mexicanos
que fueron tan importantes para un grupo de hombres y mujeres antes, durante y
en los primeros años después de la revolución. Impetuosos y optimistas que
planteaban desde llevar a los filósofos griegos a los campesinos hasta crear
instituciones tan importantes en nuestro país como el IPN, o las olvidadas y
descartadas escuelas socialistas en el golfo y sureste de la República. Crear las
suficientes escuelas técnicas para que en México todo mundo tuviera un oficio
digno y redituable, hasta el esfuerzo de llevar la educación a todos los
rincones del país con la Telesecundaria, se han desvanecido ante un asunto que
se reduce a una pelea vil por el presupuesto.
Dar tabletas a los niños de quinto no es más que un negocio
entre el proveedor y el gobierno, como lo fueron en sexenios anteriores
e-México y otras ideas por supuestamente llevar la nueva tecnología a los
salones de clase.
Una vez más es un asunto en el que los ciudadanos debemos
exigir acciones claras, legales y en beneficio de México. Los corruptos y
avariciosos no están únicamente en el sindicato o la coordinadora, están en los
pasillos de la SEP, donde la ineficiencia y la inactividad de funcionarios
hacen que México permanezca en los niveles mundiales más bajos en materia de
educación y competitividad.
El caminito de la escuela esta obstruido actualmente por
buitres, hienas y otras sabandijas que se empeñan medrar con los recursos
públicos en su propio beneficio, mientras que cientos de miles de mexicanos se
enfrentan a un futuro nada prometedor porque sus salones de clase estuvieron
desiertos en cuestión educativa.
publicado en blurepor.com.mx el 24 de agosto de 2015
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