En la década de los
años cincuenta del siglo pasado el fracaso de un invento llevó a una de las
diversiones más populares entre los niños y jóvenes a lo largo de muchas
décadas.
Armando Enríquez
Vázquez
Es casi seguro que durante nuestra infancia y adolescencia
en más de una ocasión reventamos globos con agua en compañeros o enemigos
pactados o imaginarios. Pero alguien descubrió este uso para un globo y lo más
curioso lo capitalizó vendiéndolo tras fracasar en otro uso que tenía ideado
para el producto.
Edgar Ellington fue un inventor inglés que en 1950 pretendía
desarrollar unos muy prácticos, bueno quién sabe que tanto, si lo piensa uno
bien, calcetines de hule para combatir enfermedades e infecciones del pie
producidas por la exposición excesiva de la extremidad al agua y al frío. En
especial una enfermedad que desde la I Guerra Mundial había sido diagnosticada
a los soldados que vivían en las trincheras. La idea de Ellington mezclaba el
hule con fibras de algodón para hacer que ese calcetín fuera impermeable.
Ellington no fue el inventor del globo de hule, este hecho
se atribuye al científico inglés Michael Faraday, a quien en 1824 su amigo
Thomas Hancock, dueño de una empresa especializada en productos de caucho, le
regaló un pedazo del material, que el científico se dedicó a examinar y a
experimentar con sus propiedades y características.
Cien años después y tras la invención del látex, un
visionario norteamericano de nombre Neil Tillotson, soldado y al parecer
miembro de la fracasada expedición punitiva que en vano buscó a Villa en el
norte del país, trabajando en una empresa llamada Hood Rubber creó primero,
fallidas cámaras de látex para neumáticos de automóviles y bicicletas. Después
aprovechando las características del material decidió verterlo sobre el patrón
de una cabeza de gato estilizada con todo y orejas, una vez seco el látex,
Tillotson sopló en su interior y los primeros globos de fantasía nacieron.
Pero regresando al laboratorio de Ellington, después de
muchos intentos por ponerse y quitarse el calcetín de hule sin que este se
rasgara o rompiera, el inglés logró completar la maniobra con aparente éxito.
Por lo que decidió llenar el calcetín con agua para probar
su logro. Desgraciadamente, para la industria de la vestimenta y afortunadamente
para todos los traviesos que nos divertimos aventando globos con agua a diestra
y siniestra, en alguna época de nuestra vida, el calcetín mostraba una pequeña
fuga de agua. Ellington frustrado y enfurecido arrojó el calcetín llenó de agua
contra el piso. Para su sorpresa este explotó vaciando su carga de agua en el
piso del laboratorio.
El objetivo sanitario e higiénico con el que había iniciado
Ellington su investigación cambió radicalmente de un momento a otro. Edgar
Ellington pensó en de inmediato en el valor lúdico de su descubrimiento. Los
soldados, mujeres y hombres que expusieran sus pies a la humedad y al frío
tendrían que buscar otras soluciones, los calcetines de hule se convirtieron en
granadas de agua que los niños podían lanzarse en los días calurosos de verano.
El nombre
cambió con el tiempo por uno menos agresivo, globos con agua, pero la función
de mojar y humillar a otro siguió y sigue siendo la misma.imagen: guporivas.com.mx
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