lunes, 1 de agosto de 2016

María Ignacia Rodríguez mujer de historia y travesuras.



Mejor conocida como La Güera Rodríguez, fue parte activa de la historia del México independiente y ayudó a tomar muchas decisiones de gobierno desde la cama de sus amantes.
Armando Enríquez Vázquez

Una de las estampas de la vida de María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco Osorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Fernández de Córdoba Salas Solano y Garfias, conocida también con el sencillo mote de La Güera Rodríguez, que más me gusta imaginar es aquel día en que el tribunal del Santo Oficio la citó a comparecer para responder por cargos de su participación en la conspiración del Virrey José de Iturrigaray intentó independizar a la Nueva España y nombrarse rey del nuevo territorio.  La crónica dice que María Ignacia, cercana a los treinta años de edad, llegó ante los miembros del tribunal con sus mejores galas que terminaban de enmarcar el porte y la belleza que la han hecho legendaria a través de los siglos.
Sin que ninguno de los clérigos la invitara a sentarse, la mujer lo hizo de manera totalmente educada y alisó su vestido mientras los clérigos que rodeaban al Santo Inquisidor comenzaban a leerle los cargos que se le imputaban como parte de la conspiración independentista de Iturrigaray.  La Güera se limitó, de manera educada, a escuchar a los jueces de la perversa institución fundada bajo el auspicio de Isabel La Católica, para una vez terminada la enumeración de las acusaciones, procedió ella a acusar a los jueces, uno por uno, de las faltas cometidas por ellos en contra de la moral y la decencia y las insinuaciones de tipo carnal que más de uno de ellos le había hecho a la misma María Ignacia. Sin nada que alegar los jueces del Santo Oficio permitieron a la mujer abandonar el Palacio Negro desde el que durante trescientos años se condenó y torturó a miles de inocentes sólo por esa mirada tan torcida del catolicismo acerca de lo que es la religión, muy similar a los extremistas musulmanes de hoy en día.
Pero María Ignacia no sólo participó en esa conspiración independentista de la Nueva España. María Ignacia nació el 20 de noviembre de 1778 en la Ciudad de México. Su padre era regidor de la Ciudad de México, por lo que La Güera creció siendo parte de la elite novohispana. De gran belleza, una gran inteligencia y siendo una seductora natural, La Güera Rodríguez es para muchos, sinónimo de la cortesana mexicana.
Su vida estuvo llena de amoríos formales y no formales, se sospecha que tuvo una relación amorosa con un joven venezolano, que pasó por la capital novohispana en el año de 1799, al que ella llamaba cariñosamente El Caraqueño y que habría de pasar a la historia como el libertador de Sudamérica: Simón Bolívar. Hay quienes piensan que este encuentro es sólo una leyenda pues el caudillo venezolano sólo estuvo unos ocho días en la Nueva España. También se la hace amante del naturalista y explorador alemán Alexander von Humboldt. Incluso hay quienes quieren históricamente, meterla en la cama del mismísimo Miguel Hidalgo y no porque este no fuera mujeriego si no porque a pesar de que ambos personajes se conocieron esta historia no parece probable.
La Güera se casó por primera vez a los quince años, obligada por el entonces Virrey, conde de Revillagigedo, quien la sorprendió con su novio un oficial del regimiento de la Ciudad de México en una situación indecorosa. El militar de nombre Jerónimo Villamil, no tuvo más que casarse con la joven. La historia consigna que el Virrey ordenó casar también a la hermana de María Ignacia, pues la belleza de las hermanas ponía en peligro a las buenas conciencias de la capital novohispana según creía Revillagigedo. Ese primer matrimonio a pesar de durar tan sólo siete años parece haber sido un verdadero infierno para ambos conyugues; el sufría de constantes ataques de celos muy bien infundados por la coquetería de su joven esposa y ella era víctima de golpizas derivadas de esos celos del marido. Este círculo enfermizo llevó a La Güera Rodríguez a quejarse de manea constante frente a curas amigos de ella, que en su debido momento la ayudaron a llevar la causa eclesiástica de la anulación de su matrimonio, mientras que algunos sirvientes de la casa y otros amigos de Villamil apoyaron los argumentos del militar, aunque nunca hubo un fallo definitivo, el matrimonio finalizó en 1805 cuando de manera desconocida y en fecha que igualmente se ignora Jerónimo Villamil murió en la ciudad de Querétaro.
La Güera brillaba en tertulias y salones de baile entre la sociedad novohispana, la facilidad con la que entablaba relación con las personas hacía que estuviera enterada de muchas cosas y se dice que su cercanía en su momento con von Humboldt le permitió conocer la doctrina liberal. De su primer matrimonio María Ignacia tuvo 5 hijos.
María Ignacia nunca vivió una situación económica desesperada y mucho menos al enviudar, sin embargo, decidió contraer nupcias por segunda vez con vistas a asegurar su futuro económico. En esta ocasión el novio fue un octogenario hacendado guanajuatense de nombre Juan Ignacio Briones, quien poco después del matrimonio, tres meses tan sólo, murió legando dos haciendas y su capital a sus familiares consanguíneos, pero La Güera interpuso un recurso al hacer notar que estaba embarazada de Briones. En tres meses de matrimonio La Güera Rodríguez consiguió ser viuda y quedar embarazada del anciano. A los nueves de embarazo y al momento de dar a luz, para acallar las lenguas viperinas que la acusaban de mentir y de tener ideada la compra de un bebé para mostrarlo como fruto de su matrimonio con Briones, María Ignacio invitó a cuatro testigos y un notario que dieron fe del alumbramiento de una niña a la que María Ignacia puso de manera muy significativa el nombre de Victoria. La niña no vivió muchos años, pero si los suficientes para que La Güera quedara en posesión de las haciendas y el dinero de Briones.
Más allá de las aventuras amorosas y económicas de La Güera Rodríguez, existe un papel que la bella mexicana jugó a lo largo de los movimientos independentistas de nuestro país, ya se habló de su involucramiento en la conspiración del Virrey Iturrigaray. En 1809 A través de un enviado de María Ignacia, el Virrey Lizana se enteró de un complot en su contra, sin embargo, este rumor parece haber sido parte de un complot mayor que tenía como objetivo desprestigiar a aquellos peninsulares que en su momento aprendieron y destituyeron a Iturrigaray, lo cual colocaría a La Güera entre los conspiradores de Valladolid, encabezada por Mariano Michelena. También se sabe que María Ignacia conocía a varios de los involucrados en la conspiración de Querétaro, en especial con el corregidor de Querétaro y su esposa doña Josefa Ortiz de Domínguez, una descubierta la conjura e iniciada la Guerra de Independencia María Ignacia contribuyó con dinero a la causa de los insurgentes y formó parte de la sociedad secreta conocida como Los Guadalupes, que fungían no sólo como apoyo económico, sino como espías de la causa en la capital. La derrota de Morelos que mandó la lucha de Independencia a una fase de guerra de guerrillas y de supervivencia de los sublevados, hay que recordar como Guadalupe Victoria se escondió durante años en una cueva en Veracruz y Guerrero deambuló por la sierra guerrerense con un puñado de levantados.  
María Ignacia conoció entonces y se enamoró de un joven oficial realista de nombre Agustín Iturbide, su relación también con los núcleos de poder de la Ciudad y con el Virrey Apodaca dan a entender que la Güera influyó en la decisión de éste para el nombramiento de Iturbide como Comandante General de las fuerzas realistas. También se sabe que Iturbide mostró a María Ignacia en sus encuentros amorosos el borrador del famoso Plan de Iguala y que la inteligente mujer realizó cambios en este. Se desconoce exactamente cuales fueron los cambios introducidos por La Güera, pero el tratado final firmado por Iturbide y Guerrero tiene la mano de La Güera Rodríguez.
Al momento de hacer su entrada triunfal en la Ciudad de México el ejército trigarante cambió, por órdenes de Iturbide su trayectoria para pasar justo ante la puerta de la casa de María Ignacia Rodríguez y poder obsequiar una pluma de su tocado trigarante a la dama.
La proclama y aceptación de Iturbide como emperador mexicano va de la mano de La Güera Rodríguez y sus manejos de las masas y de Iturbide. Al momento de la coronación, aunque ella no estuvo presente, tratando de desviar los rumores de su influencia sobre Iturbide, sus tres hijas figuraban entre las nueve damas de honor del cortejo imperial. Sin embargo, su influencia durante el reinado de Agustín I fue de gran importancia.
Una vez disuelto el primer imperio mexicano, María Ignacia se casó por tercera ocasión. En los últimos años de su vida y a pesar de estar casada La Güera Rodríguez asumió la vida eclesiástica y murió el 1º de noviembre de 1850 a los 71 años de edad.
La famosa marquesa Calderón de la Barca dedicó un capítulo de sus memorias acerca de la vida en México a María Ignacia Rodríguez, con la que se entrevistó en más de una ocasión. La belleza de La Güera Rodríguez fue heredada a sus tres hijas lo que en algún momento hizo que se les llamara Venus y las tres gracias. También se dice que la el rostro de la imagen de la virgen en el altar mayor de la iglesia de La Profesa, esculpida por Manuel Tolsá, está basado en el rostro de María Ignacia.

publicado en mamaejecutiva.net el 25 de julio de 2016
imagen: wikipedia.org 

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