Nada se interpone frente a la ambición de poder y los gobiernos fascistas parecen estar de regreso disfrazados de democracia.
Armando Enríquez
Vázquez
Tras leer una entrevista del periodista Andrew Rawnsley con
la ex secretaria de estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, publicada en The Guardian la semana pasada acerca del
más reciente libro de la política norteamericana Fascism: a Warning. Una idea
Albright me llamó la atención.
“El fascismo no es una
ideología.” le confiesa a su entrevistador, “Creo que es un método, un
sistema.”(1) En la entrevista y como extensión de su libro Albright habla
de sus experiencias con el fascismo desde su infancia, la ex secretaria de
estado nació en Praga en 1937 y en dos ocasiones sus padres huyeron de sistemas
totalitarios migrando a países occidentales, con la invasión de Hitler a
Checoeslovaquia se refugiaron en Inglaterra y tras el final de la II Guerra
Mundial la familia regresó a Praga sólo para tener que huir de nueva cuenta
esta vez del comunismo y pedir asilo en Estados Unidos. La ex secretaria sabe
de lo que habla cuando escribe sobre el fascismo y como este está presente
entre nosotros aún hoy en regímenes como el Nicaragua, Venezuela, Turquía,
Corea del Norte y su incipiente llegada a Estados Unidos con Trump.
En la entrevista Albright dice al periodista inglés: “Trump es inteligente en verdad, con una
inteligencia malévola, eso es lo que pienso.” (1) y habría que añadir que
muchos de los jueces y políticos que lo acompañan en su presidencia son sólo
los típicos malvados sin carisma y títeres acomplejados que sumados a Trump
están llevando a Estados Unidos a convertirse en el peor país del mundo.
A la luz de la lectura de la entrevista con Albright, acerca
de cómo sirviéndose de la democracia Donald Trump se ha convertido en uno de
los mayores peligros para la libertad y para el mundo entero, tenemos que ver
los videos y las fotografías de los pequeños niños sin abogados defensores y
con audífonos para la traducción simultánea, solos en una enorme y agresiva
sala de juzgado, con un juez frente a ellos y un fiscal que los acusa de cruzar
la frontera. No existe una imagen más brutal y real de cómo el gobierno que se
cree policía del mundo, hoy trata a los menores de edad de la misma manera que
a terroristas. De Trump y sus servidores públicos a la Italia de Mussolini, la
Alemania de Hitler, la Venezuela de Maduro no existe mayor diferencia y el
silencio de los ciudadanos, que en teoría rechazan la administración de Trump,
los convierte en ese cómplice que todo dictador busca para poder seguir
actuando en contra del país. De la mano con el silencio de los ciudadanos
americanos va el silencio aun más criminal de gobiernos como México, Guatemala,
Honduras y El Salvador que se callan por unos dólares y canonjías.
La imagen de esos pequeños no puede ser más desgarradora. Un
menor indefenso que no habla inglés y por su edad no entiende ciertas palabras
en español en su concepto final siendo acosado por dos cobardes sujetos que
amparados por su envestidura se siente con el derecho de intimidarlo
preguntándole acerca de términos legales como sí el pequeño supiera que es un
abogado, o si tiene uno que lo represente, cuando ese niño debería estar con
sus padres disfrutando del calor familiar, no de la frialdad de dos barbajanes
disfrazados de la ley, que lo instigan.
Qué Trump no cree en la democracia es obvio, de la misma
manera que muchos líderes totalitarios y asesinos, pero además no puede creer
en la democracia pues él no fue electo democráticamente debido al complicado y
tramposo proceso electoral de Estados Unidos que anuló los votos de la mayoría
de los ciudadanos.
Lo peor es que a pesar de las serias que sean las críticas
al mandatario norteamericano en noticieros o talk shows nocturnos, él mismo se encarga de minimizar estas
críticas al atacar a los medios y acusarlos de sus famosos fake news, lo que parece excesivo en un presidente que les ha
mentido a los norteamericanos desde su campaña. Trump parece un nuño, no un
presidente, arremetiendo contra los comediantes, que sin importar lo ácido y
crítico que sean sólo logran arrancar una carcajada fácil a sus audiencias que
parecen incapaces de juzgar la brutalidad del actual presidente de Estados
Unidos. Otra de las características de los sistemas fascistas y totalitarios.
Separar familias, perder infantes, juzgarlos en solitario no
es la imagen de una nación inteligente, justa, ni democrática y mucho menos
humanitaria, puede ser el inicio de uno de los regímenes más inhumanos de los
que podamos imaginar.
Fascismo puede parecer un arcaísmo, algo que nos remite a
una cultura de lucha política del pasado. Fascismo puede parecer una fantasía
que no tiene cabida dentro de la democracia, pero es a partir de la democracia,
del voto de una mayoría irracional o esperanzada en cambios fáciles, rápidos y
sin inversión de ningún tipo que han surgido los regímenes más despiadados, más
inhumanos, menos justos que hemos visto en los últimos 100 años. La democracia
como la conocemos sólo ha ayudado a crear un sistema de injusticias y caprichos
personales sustentados en la frágil idea de las decisiones de la mayoría,
aunque en casos como en México esa mayoría, con excepción de la elección
pasada, lo que tampoco libra a López Obrador de las tentaciones del poder
absoluto que va a tener, han servido para que las arbitrariedades de una minoría
paupericen al país. Los argumentos de populismo tan usados en contra del
presidente electo son veraces también en muchas de las políticas de los
gobiernos de Fox y Calderón, pero sobre todo en el sexenio represor,
autoritario y populista de Enrique Peña Nieto y sus secuaces.
(1)
Rawnsley,
Andrew. Madeleine Albright: “The things
that are happening are genuinely, seriously bad” The Guardian. Julio
8 2018. https://www.theguardian.com/books/2018/jul/08/madeleine-albright-fascism-is-not-an-ideology-its-a-method-interview-fascism-a-warning
publicado en blureport el 12 de julio de 2018
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