¿Por qué los mexicanos debemos soportar a un presidente que no tiene ninguna función ya pero sí representa un peligro para México y su estabilidad económica?
Armando Enríquez Vázquez
A partir del primer minuto del 2 de julio de 2018 la relevancia
de Enrique Peña Nieto desapareció. Se convirtió en peso muerto para el Estado
Mexicano, para los ciudadanos y curiosamente para lo que quedó del PRI,
también.
Sin Embargo, y a pesar de que su autoridad como presidente
se ha visto nulificada ante los ojos de los mexicanos y las primeras planas de
los diarios, Enrique Peña Nieto quiere seguir endeudando al país seguramente
con el fin de enriquecerse él y sus colaboradores. Su voracidad no tiene
límites a pesar de que su poder es casi nulo ya. En estos meses ociosos que le
restan de mandato está dispuesto a hacer el mayor daño a México y a los
mexicanos, tal vez, como venganza por haber rechazado su propuesta electoral,
tal vez como simple estrategia de presidente saliente del PRI.
Pareciera también, que las transas que quiere seguir
cometiendo Enrique Peña Nieto y su gabinete son clara consecuencia del pacto de
inmunidad que López Obrador le extendió al priísta y sus colaboradores.
¿Cuál será para López Obrador considerado el día cero para
tomar en cuenta la corrupción e impunidad que va a combatir? ¿Por qué los actos
de Peña Nieto y su gente, como inaugurar una nueva sede para la PGR, que
continua acéfala, que generará una deuda de 12 millones de pesos mensuales por
concepto de renta, no deben tener consecuencias legales?
A López Obrador le preocupa el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad
de México, que al final de cuentas puede ceder a empresarios y de esta manera
no frenar el futuro del país, pero no el despilfarro federal. Algo está muy
podrido en México y en sus políticos.
Pero lo primero que lo mexicanos debemos exigir al
presidente electo es que frene la voracidad de Peña Nieto que en los próximos
meses puede dejar al país al borde de una verdadera crisis económica, como a
las que nos tenían acostumbrados los voraces ladrones del PRI que desgobernaron
México como Echeverría, López Portillo y Carlos Salinas y que sin duda los
viejos dinosaurios a la hora de señalar culpables apuntaran sus garras en
contra de López Obrador, como lo hicieron con Ernesto Zedillo.
López Obrador se erige a sí mismo como émulos de Madero,
pues que aprenda de los errores del coahuilense que le perdonó la vida al
traidor de Victoriano Huerta, lo que al final le costó la vida y que no perdone
a Peña Nieto por la corrupción desmedida que ha permitido en México.
El presidente electo, que cacarea la cuarta transformación
en México, debe ser consciente de que esta no es una transmutación alquímica
que comprende su llegada al poder y la felicidad inmediata de los mexicanos.
Tiene que estar dispuesto a ensuciarse las manos destapando la cloaca que deja
Peña Nieto y metiendo a la cárcel a quien la deba, porque eso es a lo que se
comprometió.
Pero esto nos debe obligar a reflexionar que en México la ley
debe cambiar, no podemos tener dos presidentes por tanto tiempo, El presidente
saliente bien puede en un mes empacar sus cosas y dejar el puesto al nuevo
mandatario. No necesitamos los casi seis meses que transcurren del día de la
elección a la ceremonia donde se ciñe la banda presidencial al ganador. López
Obrador se ha dedicado en dos semanas a nombrar a su gabinete a hacer cambios
en él y a dictarle a Peña Nieto y a Videgaray los lineamientos de la relación
con Estados Unidos. La prensa lo sigue a todas partes y sus declaraciones dictan
la agenda del día y de los siguientes. El presidente electo perfila en sus
apariciones lo que será su gobierno. Entonces ¿Por qué tenemos que seguir
escuchando a Peña Nieto y sufriendo las arbitrariedades de un presidente que la
gran mayoría de los mexicanos repudiamos?
Recuerdo que en 1989 cuando los argentinos manifestaron con
su voto la preferencia por el opositor Carlos Saúl Menem y no por el partido
del presidente Raúl Alfonsín, este decidió adelantar por más de 5 meses la
entrega del poder, por incapacidad, por poca popularidad y para dejar al nuevo
gobierno maniobrar a su gusto durante la crisis económica que sufría Argentina.
Hoy México no sufre una crisis económica, al menos de manera oficial, aunque lo
precios y la paridad del Peso – Dólar se han depreciado a lo largo de la
administración de Peña Nieto como con ningún otro presidente de este siglo. Si
Peña Nieto tuviera dignidad alguna y sabiendo que más del 80% de los mexicanos rechazamos
su administración y a su candidato debería haber cedido la banda presidencial a
López Obrador ya. Por lo menos adelantado la fecha a septiembre para evitar un
sexto informe de gobierno que a nadie le importa ya. La mayoría de los
mexicanos declaró su preferencia por uno de los candidatos de manera
contundente y mayoritaria por primera vez en el siglo y así lo debe entender el
presidente saliente.
publicado en blureport.com.mx el 22 de julio de 2018
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