Strangers Things se ha convertido de una serie llena de referencias a la década de los ochenta, por estar situada en ella, a un pastiche lleno de lugares comunes de aquellos días y de estos.
Armando Enríquez Vázquez
Adentrarse en la lectura de este texto te llevara a la
tierra de los spoilers, así que continuar más allá del punto que cierra esta
oración es responsabilidad tuya.
De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, la
palabra pastiche que viene de una palabra francesa de idéntica gramática,
designa una obra que toma diferentes elementos característicos de otras obras,
de otros artistas y los combina creando una obra que da la impresión de ser
nueva.
Strangers Things se ha convertido de una serie llena
de referencias a la década de los ochenta, por estar situada en ella, a un
pastiche lleno de lugares comunes de aquellos días y de estos; Arnold
Schwarzenneger, chickflicks preparatorianos, malas películas “B” sobre la
guerra fría. Los zombies de George A. Romero, The Thing de John
Carpenter, ciertos momentos al estilo de Cronenberg, Eso sin olvidar el
homenaje a Back to the Future que es uno de los más patéticos que he
visto y el collage de música y canciones cursis de la época como el tema
principal de la Historia Sin Fin película basada en el extraordinario libro de
Michael Ende del mismo nombre, walkie talkies como recurso y a falta de
celulares.
Independiente de la serie de estampas ochenteras aleatorias,
así como de recortes pegados de otras obras, hay que reconocerle dos cosas a la
tercera entrega de la serie; Uno. Por momentos está muy bien escrita y
ejecutada a diferencia de la segunda temporada que fue extremadamente mala. Dos
logra capturar al espectador por momentos, curiosamente con un argumento que no
se sostiene por ningún lado.
Las secuencias del Mall, de la instalación subterránea, las
luchas con el monstruo son muy buenas y me recordaron los mejores momentos de
la primera temporada, la historia de cómo Billy es atrapado por el Monstruo y
la historia que lo lleva a estar manejando en la carretera, todas ellas crean
tensión y por un momento se pueden olvidar los demás desvaríos que podrían de
ser eliminados una extraordinaria temporada de tres o cuatro capítulos.
Se agradece también la evolución Dustin el personaje
interpretado de buena manera por el actor Gaten Matarazzo que es el único que
vale la pena en tanto valor histriónico como en su desarrollo como personaje en
las tres temporadas de la serie. Desgraciadamente no se puede decir nada acerca
del resto de los actores porque en tres temporadas la serie se ha desvirtuado
de tal manera que sólo sabemos que siguen siendo ese grupo de nerds que
salvan una y otra vez al mundo, pero que no están afectados, en una serie tan
ochentera eso pudieron aprenderle a Stephen King jóvenes que desarrollan una
personalidad a partir de un hecho que transforma su vida.
Stranger Things inició siendo una historia nostálgica
de ciencia ficción que sucede en un pueblo del centro de Estados Unidos llamado
Hawkins en el estado de Indiana, similar a los pueblos y suburbios donde en los
ochenta sucedían diferentes historias como ET, Back to the Future, Christine,
la multicitada Red Dawn, la serie de películas de Zombies de George A.
Romero. Una serie muy cercana a muchas historias producidas en la década de los
ochenta que tenía como una de sus características suceder en esos años.
Desgraciadamente la nula evolución del planteamiento de los personajes y de la
lógica de las situaciones ha llevado a Strangers Things a convertirse en
una caricatura de esa primera temporada, los personajes se han tornado en
débiles fantasmas chocarreros de lo que fueron al inicio de la serie. Tristemente
en lugar de que el grupo de adolescentes se vuelvan conscientes de su historia y
puedan tener algún trauma o historia lógica, todos permanecen inmutables a
excepción de Dustin. Incluso se adelantan a su época tomando discursos
anacrónicos. Eleven se ha banalizado gracias al encierro que vive en casa de
Jim Hopper, el personaje que más se ha desdibujado por esta falta de proyección
lógica de los personajes. Parece ser que los productores y creadores de la
serie se han convertido en simples dibujantes de una década que a su juicio
estaba llena de nerds que tenían un pésimo gusto para vestirse, algo muy
similar a lo que en aquellos años sucedía con la idealización de los años
cincuenta en películas como Vaselina y series maniqueas como Happy
Days. La historia de ciencia ficción que aún subyace en el pastiche en el
que se ha convertido la serie aun trata por momentos de aflorar para
recordarnos que esta serie se trata de seres terribles de otra dimensión y no
la visión afectiva de los productores y el recuento de highlights en su
memoria. El romance entre Jim Hopper (David Harbour) y Joyce Byers (Winona
Ryder) se convierte en una farsa barata que nada aporta a la serie como muchas
otras cosas, porque el personaje de Winona es cada vez más ella y menos Joyce.
En la degradación de la serie aun quedan algunos rasgos de
sus días de gloria. El que dos de los personajes aparezcan a lo largo de la
serie vestidos de ridículos marineros que es el uniforme de su lugar de
trabajo; una heladería de franquicia llena de protocolos absurdos, nos muestra
que los autores aun son capaces de mostrar sentido del humor irónico, de la
misma manera que lo hacen con las instalaciones rusas debajo del mall emulando
películas de serie B sobre la guerra fría. La antena de Dustin que lleva al
descubrimiento de las acciones de los rusos.
Otro desacierto es el olvido del grupo de adolescentes
“hermanos” de Eleven que tanto ruido ocasionó en la segunda temporada y ahora
parece, así como apareció de la nada, haber sido desechada.
Con muchos altibajos, Strangers Things llegó de
manera más que decorosa a la orilla, al convertirse en la serie más vista de
Netflix en sus primeros días de exhibición, se habla ya de una cuarta
temporada, que esperemos cuente cosas más interesantes acerca de Eleven y su
cambio de ambiente y no sea otra intrascendente serie de viñetas totalmente
dispensable de los años ochenta.
P.D. la mejor mención y la menos visible de la serie es la
que se hace de la actriz Phoebe Cates, que en su momento ganó la atención de
todos lo jóvenes americanos por su sexual actuación en una cinta de preparatorianos
titulada Fast Times at Ridgemont High en la que trabajaron por primera
vez Sean Penn, Jennifer Jason Leigh, Forest Whitaker, Judge Reinhold, que
harían carrera en Hollywood a diferencia de la guapa Cates que no brilló y de
quién al final de la serie Steve Harrington (Joe Keery) al solicitar empleo en
una tienda de renta de videos carga una pieza promocional de la actriz de
cuerpo completo.
publicado en roastbrief.com.mx el 16 de julio de 2019
imagenes Netflix
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