Conforme las temporadas avanzaron la línea narrativa se derrumbó; un par de temporadas hubiera cumplido con su cometido de reflexión.
Armando Enríquez Vázquez
Este texto contiene spoilers es bajo el riego del lector
continuar.
Llegó a su final la serie basada de manera muy libre en la
novela del gran escritor norteamericano Philip K. Dick, El hombre en el
castillo. Tomando la premisa básica del libro; la historia del mundo en los
años sesenta con la terrible variante de que los aliados perdieron la II Guerra
Mundial. La parte este de Estados Unidos es parte del Tercer Reich, la costa
oeste del Imperio Japonés y una vasta región del centro de esa nación se conoce
como la Zona Neutral donde viven grupos de rebeldes. La historia plantea que la
realidad en la que viven los personajes es sólo una de las opciones en las que
se desarrolla el multiverso. Pero hay otras realidades y una de ellas es en la
que vivimos el que escribe esto y los que lo leen.
En la novela, esta realidad alterna es conocida a través de
una novela escrita por un enigmático personaje que vive en la Zona Neutral en
un lugar conocido como High Castle. Este hombre llamado Hawthorne Abendsen. En
la serie, no existe novela, Abendesen se ha hecho de cientos de cintas de
película cinematográfica que retratan la realidad de ese universo alterno donde
las fuerzas de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, han derrotado
a los alemanes y japoneses. Mientras que en el universo que se detalla en la
serie, Hitler aun vivo dirige el Tercer Reich y más tarde al morir es sustituido
por Himler y las cintas son parte de material subversivo y la búsqueda y
detención de Abendsen es una prioridad para alemanes y japoneses.
Existe una pequeña red de rebeldes que intentan distribuir
las cintas de Abendsen para mostrar a los ciudadanos de Estados Unidos qué si
se puede derrotar a sus opresores, que hay otra realidad en el universo donde
ellos son los ganadores y en ese maniqueísmo no se habla de lo que sufrieron
los ciudadanos alemanes y sobre todo japones en la posguerra. Y esta misma
búsqueda de una realidad alterna lleva a Josef Mengele a buscar la manera de
acceder a ella para imponer el Tercer Reich en todos los universos posibles.
Tal vez lo más llamativo a lo largo de la serie son los
gráficos generados de las ciudades para recrear ciudades que nunca existieron,
Nueva York y San Francisco, una Nazi y otra parte del Imperio Japones, en una
década de los sesenta que jamás existió. Sin duda una de las secuencias finales
de la tercera temporada en la que conforme a la nueva política alemana se
necesita acabar con el pasado histórico de Estados Unidos y deciden volar la
Estatua de la Libertad es una da las más impactantes. Washington fue la ciudad
que pagó el precio final de la II Guerra Mundial al ser destruida por un
bombardeo nuclear, sus ruinas se aprecian en la entrada de la serie. Imágenes
de la armada imperial japonesa anclada en la bahía de San Francisco lista para
defender la ciudad de ataques por potencias externas al Imperio en especial a
sus cada día menos amistoso aliados alemanes también están hechas para impactar.
Mientras, Berlín fue diseñada con una grandilocuencia digna de Star Wars
que nos hace relacionar la capital del Tercer Reich de manera directa el poder
de malvado del imperio intergaláctico. En contraste con el gran trabajo de
hecho en las ciudades y otras locaciones, el portal inter universos construido
bajo la dirección de Mengele, tiene una ridícula semblanza con la serie de los
años sesenta El Túnel del Tiempo.
Conforme las temporadas avanzaron la línea narrativa se
derrumbó, fue escrita y reescrita para tratar de salvar una serie que con un
par de temporadas hubiera cumplido con su cometido de reflexión.
Las cuatro temporadas fueron estelarizadas por Alexa Dávalos
en el papel de Juliana Craine, Sewell Rufus en el del líder nazi que domina el
territorio nazi en Norteamérica, el Reichmarshall John Smith, Brennan Brown
como el anticuario Robert Childan, Cary-Hiroyuki Tagawa representó al ministro
japonés de comercio en San Francisco; Nobusuke Tagomi. Chelah Horsdal en el
papel de Helen Smith, Stephen Root como Hawthorne Abendsen, Joel de la Fuente
como el siniestro Inspector Kido. La historia de la serie se aparta totalmente
de la novela, la trama central se vuelve la historia de Juliana Craine y como
al darse cuenta de la realidad alterna lucha por vencer a los Nazi y japoneses
desde su humilde trinchera y tenacidad extrema. La serie intenta llenar ciertos
huecos sociales, que no se cuestionaban cuando se escribió la novela y que hoy
son importantes por los demográficos y aumento del poder adquisitivo de ciertos
grupos sociales, sin embargo lo hace de una manera artificial, por ejemplo; la
aparición fortuita de una guerrilla negra en la última temporada y triunfa
discriminando a los ciudadanos blancos y sin tomar en cuenta que a lo largo de
las temporadas anteriores se habla y presenta una comunidad judía que es parte
de la resistencia y tiene gente en la Zona Neutral, pero que en la última
temporada ni siquiera es mencionada, lo mismo sucede con algunos personajes
pertenecientes a diversidades sexuales, que parecen escritos para satisfacer
demandas de audiencia y no de la trama.
Pero lo que ayuda a superar los lugares comunes y partes
escritas en el peor contexto de una telenovela, son las excelentes actuaciones
de actores como Rufus Sewell o Joel de la Fuente, y Chelah Horsdal que mantiene
una actuación a la altura de la de Sewell y la evolución de su personaje es
extraordinaria. Alexa Dávalos y Cari-Hiroyuki Tagawa se mantienen con la misma
cara a lo largo de la serie, pero mientras en el caso del actor japonés lo
adusto y sobrio de su actuación está ligada de manera directa con la
personalidad de su personaje, en el caso de Dávalos es una muestra de la
incapacidad de la actriz por manifestar la riqueza de emociones que corren en
el interior de un personaje tan complejo y lleno vivencias extraordinarias como
las de Juliana Craine
Una vez más en materia de ciencia ficción una de las
narrativas de la serie se basa en lo que se ha convertido en un lugar común en
los últimos años; el multiverso y el acceso a las diferentes realidades
alternas. El problema de una serie como El Hombre en el castillo es que
requiere 40 horas de la vida de una persona, no es una serie que merezca esa
cantidad de tiempo, mejor tomar la fuente original y leer la novela de Philip
K. Dick.
publicado el 26 de noviembre de 2019 en roastbrief.com.mx
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