jueves, 5 de marzo de 2020

El último día del Tercer Reich.



Conforme las temporadas avanzaron la línea narrativa se derrumbó; un par de temporadas hubiera cumplido con su cometido de reflexión.

Armando Enríquez Vázquez

Este texto contiene spoilers es bajo el riego del lector continuar.
Llegó a su final la serie basada de manera muy libre en la novela del gran escritor norteamericano Philip K. Dick, El hombre en el castillo. Tomando la premisa básica del libro; la historia del mundo en los años sesenta con la terrible variante de que los aliados perdieron la II Guerra Mundial. La parte este de Estados Unidos es parte del Tercer Reich, la costa oeste del Imperio Japonés y una vasta región del centro de esa nación se conoce como la Zona Neutral donde viven grupos de rebeldes. La historia plantea que la realidad en la que viven los personajes es sólo una de las opciones en las que se desarrolla el multiverso. Pero hay otras realidades y una de ellas es en la que vivimos el que escribe esto y los que lo leen.
En la novela, esta realidad alterna es conocida a través de una novela escrita por un enigmático personaje que vive en la Zona Neutral en un lugar conocido como High Castle. Este hombre llamado Hawthorne Abendsen. En la serie, no existe novela, Abendesen se ha hecho de cientos de cintas de película cinematográfica que retratan la realidad de ese universo alterno donde las fuerzas de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, han derrotado a los alemanes y japoneses. Mientras que en el universo que se detalla en la serie, Hitler aun vivo dirige el Tercer Reich y más tarde al morir es sustituido por Himler y las cintas son parte de material subversivo y la búsqueda y detención de Abendsen es una prioridad para alemanes y japoneses.
Existe una pequeña red de rebeldes que intentan distribuir las cintas de Abendsen para mostrar a los ciudadanos de Estados Unidos qué si se puede derrotar a sus opresores, que hay otra realidad en el universo donde ellos son los ganadores y en ese maniqueísmo no se habla de lo que sufrieron los ciudadanos alemanes y sobre todo japones en la posguerra. Y esta misma búsqueda de una realidad alterna lleva a Josef Mengele a buscar la manera de acceder a ella para imponer el Tercer Reich en todos los universos posibles.
Tal vez lo más llamativo a lo largo de la serie son los gráficos generados de las ciudades para recrear ciudades que nunca existieron, Nueva York y San Francisco, una Nazi y otra parte del Imperio Japones, en una década de los sesenta que jamás existió. Sin duda una de las secuencias finales de la tercera temporada en la que conforme a la nueva política alemana se necesita acabar con el pasado histórico de Estados Unidos y deciden volar la Estatua de la Libertad es una da las más impactantes. Washington fue la ciudad que pagó el precio final de la II Guerra Mundial al ser destruida por un bombardeo nuclear, sus ruinas se aprecian en la entrada de la serie. Imágenes de la armada imperial japonesa anclada en la bahía de San Francisco lista para defender la ciudad de ataques por potencias externas al Imperio en especial a sus cada día menos amistoso aliados alemanes también están hechas para impactar. Mientras, Berlín fue diseñada con una grandilocuencia digna de Star Wars que nos hace relacionar la capital del Tercer Reich de manera directa el poder de malvado del imperio intergaláctico. En contraste con el gran trabajo de hecho en las ciudades y otras locaciones, el portal inter universos construido bajo la dirección de Mengele, tiene una ridícula semblanza con la serie de los años sesenta El Túnel del Tiempo.



Conforme las temporadas avanzaron la línea narrativa se derrumbó, fue escrita y reescrita para tratar de salvar una serie que con un par de temporadas hubiera cumplido con su cometido de reflexión.
Las cuatro temporadas fueron estelarizadas por Alexa Dávalos en el papel de Juliana Craine, Sewell Rufus en el del líder nazi que domina el territorio nazi en Norteamérica, el Reichmarshall John Smith, Brennan Brown como el anticuario Robert Childan, Cary-Hiroyuki Tagawa representó al ministro japonés de comercio en San Francisco; Nobusuke Tagomi. Chelah Horsdal en el papel de Helen Smith, Stephen Root como Hawthorne Abendsen, Joel de la Fuente como el siniestro Inspector Kido. La historia de la serie se aparta totalmente de la novela, la trama central se vuelve la historia de Juliana Craine y como al darse cuenta de la realidad alterna lucha por vencer a los Nazi y japoneses desde su humilde trinchera y tenacidad extrema. La serie intenta llenar ciertos huecos sociales, que no se cuestionaban cuando se escribió la novela y que hoy son importantes por los demográficos y aumento del poder adquisitivo de ciertos grupos sociales, sin embargo lo hace de una manera artificial, por ejemplo; la aparición fortuita de una guerrilla negra en la última temporada y triunfa discriminando a los ciudadanos blancos y sin tomar en cuenta que a lo largo de las temporadas anteriores se habla y presenta una comunidad judía que es parte de la resistencia y tiene gente en la Zona Neutral, pero que en la última temporada ni siquiera es mencionada, lo mismo sucede con algunos personajes pertenecientes a diversidades sexuales, que parecen escritos para satisfacer demandas de audiencia y no de la trama.
Pero lo que ayuda a superar los lugares comunes y partes escritas en el peor contexto de una telenovela, son las excelentes actuaciones de actores como Rufus Sewell o Joel de la Fuente, y Chelah Horsdal que mantiene una actuación a la altura de la de Sewell y la evolución de su personaje es extraordinaria. Alexa Dávalos y Cari-Hiroyuki Tagawa se mantienen con la misma cara a lo largo de la serie, pero mientras en el caso del actor japonés lo adusto y sobrio de su actuación está ligada de manera directa con la personalidad de su personaje, en el caso de Dávalos es una muestra de la incapacidad de la actriz por manifestar la riqueza de emociones que corren en el interior de un personaje tan complejo y lleno vivencias extraordinarias como las de Juliana Craine
Una vez más en materia de ciencia ficción una de las narrativas de la serie se basa en lo que se ha convertido en un lugar común en los últimos años; el multiverso y el acceso a las diferentes realidades alternas. El problema de una serie como El Hombre en el castillo es que requiere 40 horas de la vida de una persona, no es una serie que merezca esa cantidad de tiempo, mejor tomar la fuente original y leer la novela de Philip K. Dick.


publicado el 26 de noviembre de 2019 en roastbrief.com.mx 
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